Mercedes Sosa decía en una de sus canciones que todo cambia en este mundo: lo superficial, lo profundo, el modo de pensar, el clima, el pastor y su rebaño, incluso uno mismo. El mundo cambia constantemente.
En un mundo tan lleno de vértigo, ahora la Iglesia se encuentra detenida. La Iglesia puede funcionar perfectamente sin Papa o al menos, antiguamente se daba el lujo de funcionar sin Papa por mucho tiempo (el tiempo más largo fue de 3 años) pero en los tiempos que vivimos, es imposible permanecer en Sede Vacante por mucho tiempo con las infinitas urgencias ante un mundo que promete bienestar pero deja a todos insatisfechos.
Es rara esa sensación de quedarse "estancado" mientras todo sigue su curso, como cuando estamos quietos en medio de la calle y cada transeúnte sigue su camino sin siquiera preguntar o mostrar algún interés.
Al terminar la misa de acción de gracias de su pontificado en Catedral en el día de Sede Vacante, mientras me quitaba el alba tras acolitar en la misa, me embargó una gran tristeza en la sacristía cuando noté que de los dos cuadros (el del Papa y el del Obispo, respectivamente), faltaba el del Papa. Obviamente, no había que preguntar el porqué. Me apenó ese recordatorio silencioso.
Resulta tan lleno de ironía que al comenzar marzo, el mes de los cambios, comenzamos el mes con este "stop" en la Iglesia. Obviamente siguen las misas y los sacramentos, pero nos quedamos con la sensación de que algo está quieto, y eso lo sabemos, Algo así como que se acabaron las pilas y estamos funcionando con energía auxiliar.
En un mundo tan lleno de vértigo, ahora la Iglesia se encuentra detenida. La Iglesia puede funcionar perfectamente sin Papa o al menos, antiguamente se daba el lujo de funcionar sin Papa por mucho tiempo (el tiempo más largo fue de 3 años) pero en los tiempos que vivimos, es imposible permanecer en Sede Vacante por mucho tiempo con las infinitas urgencias ante un mundo que promete bienestar pero deja a todos insatisfechos.
Es rara esa sensación de quedarse "estancado" mientras todo sigue su curso, como cuando estamos quietos en medio de la calle y cada transeúnte sigue su camino sin siquiera preguntar o mostrar algún interés.
Al terminar la misa de acción de gracias de su pontificado en Catedral en el día de Sede Vacante, mientras me quitaba el alba tras acolitar en la misa, me embargó una gran tristeza en la sacristía cuando noté que de los dos cuadros (el del Papa y el del Obispo, respectivamente), faltaba el del Papa. Obviamente, no había que preguntar el porqué. Me apenó ese recordatorio silencioso.
Resulta tan lleno de ironía que al comenzar marzo, el mes de los cambios, comenzamos el mes con este "stop" en la Iglesia. Obviamente siguen las misas y los sacramentos, pero nos quedamos con la sensación de que algo está quieto, y eso lo sabemos, Algo así como que se acabaron las pilas y estamos funcionando con energía auxiliar.
Estamos sin Papa, es cierto, pero el Buen Pastor nunca nos abandonará, por lo que no me siento tan desamparado, aunque humanamente hablando es inevitable sentirse algo triste y lleno de nostalgia por su ausencia, ausencia de las audiencias del miércoles, ausencia del ángelus todos los domingos, y la ausencia de la Guardia Suiza. Al asomar el nuevo Papa por la logia reaparecerán las audiencias, los ángelus y la Guardia. Así como todo esto aparecerá, confío en que algún día el Buen Pastor aparecerá en gloria y majestad el día en que sea el final de los tiempos, para que nunca más lloremos porque la tristeza dejará de existir. Y para eso, Cristo vivió como uno de nosotros, murió como uno de nosotros (pero de manera vil) y resucitó de la misma manera que lo haremos nosotros cuando llegue el día prometido.
Esa promesa que Él nos hizo hace 20 siglos me llena de esperanza, aún cuando todo parezca negro, esa bella promesa que jamás me canso de repetir, como si volviera a leer y releer una carta de amor que recibí: "Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".
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