Hoy, 25 de marzo, es el Día del Niño por Nacer, y el pasado 21 fue el Día Internacional del Síndrome de Down. ¿Y qué tiene que ver ambas fechas? Mucho: en países donde el infanticidio (aborto) es legal, la tasa de personas con Síndrome de Down es baja; y en países dónde tienen conciencia de la vida desde la concepción, dichas tasas superar a los países con aborto legal.
Es obvio que en países con aborto legal se prioriza la mezquindad y caprichos egoístas, propios de la discriminación con un bajo concepto de lo que es sano, con pretextos "filantrópicos" ("que no nazca porque va a sufrir mucho", etc.). Es cierto que muchas familias no tienen suficientes recursos para mantener a alguien que nació con un trastorno que no tiene cura o bien, el coste para el tratamiento es altísimo pero aún así, saben perfectamente que la vida humana no es un error. Los hijos no son escogidos, ni siquiera se escoge si estos nacen con enfermedad o no.
Afortunadamente en Chile el aborto no es legal (después de una reñida batalla por defender la dignidad de la vida humana), además de ser el aborto un motivo para la excomunión automática (aunque hay motivos comprensibles que no la hacen efectiva como la inmadurez o si hubo obligación, etc). En muchas familias hay conciencia de integración de los niños con Síndrome de Down, aunque faltan muchas políticas para lograr una integración plena (pero las hay). Dicho trastorno los hace diferentes pero no desiguales, inferiores o superiores, solamente diferentes.
Conozco a muy pocos niños con Síndrome de Down, pero debo decir que son unos amores de persona. Ayer, después de la misa del Domingo de Ramos, acompañando a Don Gaspar mientras una porfiada multitud insistía en la bendición de ramos cuando estos ya estaban bendecidos, se acerca un niño con dicho trastorno y me saluda con mucho afecto. Yo, también lo saludé con familiaridad, y me dice que quiere saludar a Don Gaspar, por lo que lo llamo enseguida y le aviso. Monseñor Gaspar se alegra y se saludan como grandes amigos. Después de que ambos conversan por un buen rato, él se despide de nosotros.
Y en la parroquia también tenemos a uno de estos ángeles, a Vicente. Es chiquito, pero es nieto de una de las agentes pastorales y es el alma de toda la comunidad parroquial cuando él está presente. Cuando quiere se acerca para darnos cariño. Mientras estaba en un bingo de pastoral juvenil, muy ocupado, él se me acerca y yo lo saludo, creyendo que solo me saludaría y se iría luego, pero alzó los brazos en alto, pidiéndome que lo levantara. Nunca me lo esperé. Lo cargué en mis brazos y me abrazó con mucha ternura, contagiándome y del que casi lloro de alegría.
Con ángeles así que nos llenen de amor y ternura en el mundo, yo pa'que voy a querer aborto en mi país, yendo más allá de lo amoral que la vida y lo inmoral que es juzgar y/o destruir una vida. El concepto que tenemos de lo que consideramos sano y que no, es miserable, reducido a duras penas a factores biológicos. Las enfermedades contemporáneas son cansancio, angustia, penas de amor, destrado (deseo de la autodestrucción), rabia, todo ello que nos agobia y nos roba la esperanza.
¿Hemos pensado que tal vez esta generación de niños, con categoría de "enfermos", son los portadores de la inocencia, la esperanza y la ternura que necesita este mundo al borde del caos y la histeria colectiva? Porque ellos jamás ofenderán a Dios como nosotros, con nuestras maquinaciones e intereses ambiciosos, ni siquiera llegarán a destruir la obra de Dios, llegándonos a recordar aquellos que hasta el último de nuestros cabellos está contado por Dios mismo.
Está muy bien decir no al aborto, pero también hay que decir que no a la discriminación, porque también mata.
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