Durante la mañana, en los pasillos de la residencia Santa Marta, un solitario joven de la Guardia Suiza estaba custodiando fuera de la habitación del Papa Francisco. Al poco rato, el Pontífice salió de su habitación y mientras él presentaba sus respetos al Vicario de Cristo, Francisco le invitó a la posición de "descanso" para entrar a su habitación, ofrecerle una silla para tomar desayuno juntos, además de recordarle que lo llame si él necesita de algo. El guardia, asombrado, aceptó gustoso.
Estos momentos que se van contando y recopilando como florecillas, dan cuenta de la humanidad que somos, de la humanidad que no debemos perder sino conservar. El trato amable, cercano, cariñoso, derrochar amor, sonreir a un transeúnte por la calle (yo lo hago, y casi siempre me sonríen), o regalonear con un bebé en el transporte público (eso también lo hago, pero no puedo bajarme luego porque los bebés nunca quieren soltarme el dedo).
El fallecido sacerdote Pablo Dominguez Prieto, teólogo y montañista inmortalizado en "La Última Cima", decía que Dios habla claro, que Dios es para todos, que Dios no pone barreras, que Dios está a nuestro alcance, pero el problema es que nosotros siempre complicamos a Dios, lo hacemos lejano y complejo en vez de describirlo como Alguien muy cercano de mi vida.
Lo malo es que siempre las cosas malas son las que se esparcen luego: los chismes, las guerras, las explosiones, las ondas expansivas de las armas nucleares, las epidemias, el veneno de los maliciosos, los dolores, etc. ¿Por qué no pasa lo mismo con las cosas buenas? Si sonriera a una persona como para que todos se contagien y todos se enfermen de amor y estén sanados completamente del odio. Así, los besos, los abrazos, las risas, las sonrisas, los gestos de cortesía serían pan de cada día y no veríamos malas noticias en los noticieros.
Ser manirrotos con las caricias, derrochar amor, no prestar sino regalar abrazos (cuanto más afusivos, mejor, porque vendrán más a abrazarte o quizás alguien se "repita el plato"), jugar un ratito cuando un niño se te acerque, etc.
La pregunta es: ¿Dios puede estar en un mundo tan lleno de problemas, de los que incluso nosotros no nos podemos librar aunque sea por unos momentos, incluso fuera de un ambiente solemne y rayando casi por lo "barroco" y casi sacro? Pues sí. Basta con que estando en una oficina cerrada y poco iluminada, abra todas las ventanas y dejar que se vuelen todos los papeles y entre el viento y los ruidos de conversaciones y campanadas y trinos de las aves para decir que el mundo de Dios está lleno de bondad, tanto así que las acciones que hacemos son para gloria de Él, actos pequeños y sencillos pero que sean habituales a conocidos (familiares, pareja, amigos) y a desconocidos, cada acto de amor embellecería aún más la Creación. En la casa, a la vuelta de la esquina, en la parroquia, en el laburo, en la universidad, en la calle, en Vallenar, en Santiago, en Argentina, en Londres, en Valencia, en Nueva York, en Taipei, en Tokio, llevarla en todos lados.
Si te cuesta, comienza por saludar a alguien o por llenar tus bolsillos con caramelos. Eso sería el principio de muchas cosas que este blog no abarcaría en una sola publicación.
El fallecido sacerdote Pablo Dominguez Prieto, teólogo y montañista inmortalizado en "La Última Cima", decía que Dios habla claro, que Dios es para todos, que Dios no pone barreras, que Dios está a nuestro alcance, pero el problema es que nosotros siempre complicamos a Dios, lo hacemos lejano y complejo en vez de describirlo como Alguien muy cercano de mi vida.
Lo malo es que siempre las cosas malas son las que se esparcen luego: los chismes, las guerras, las explosiones, las ondas expansivas de las armas nucleares, las epidemias, el veneno de los maliciosos, los dolores, etc. ¿Por qué no pasa lo mismo con las cosas buenas? Si sonriera a una persona como para que todos se contagien y todos se enfermen de amor y estén sanados completamente del odio. Así, los besos, los abrazos, las risas, las sonrisas, los gestos de cortesía serían pan de cada día y no veríamos malas noticias en los noticieros.
Ser manirrotos con las caricias, derrochar amor, no prestar sino regalar abrazos (cuanto más afusivos, mejor, porque vendrán más a abrazarte o quizás alguien se "repita el plato"), jugar un ratito cuando un niño se te acerque, etc.
La pregunta es: ¿Dios puede estar en un mundo tan lleno de problemas, de los que incluso nosotros no nos podemos librar aunque sea por unos momentos, incluso fuera de un ambiente solemne y rayando casi por lo "barroco" y casi sacro? Pues sí. Basta con que estando en una oficina cerrada y poco iluminada, abra todas las ventanas y dejar que se vuelen todos los papeles y entre el viento y los ruidos de conversaciones y campanadas y trinos de las aves para decir que el mundo de Dios está lleno de bondad, tanto así que las acciones que hacemos son para gloria de Él, actos pequeños y sencillos pero que sean habituales a conocidos (familiares, pareja, amigos) y a desconocidos, cada acto de amor embellecería aún más la Creación. En la casa, a la vuelta de la esquina, en la parroquia, en el laburo, en la universidad, en la calle, en Vallenar, en Santiago, en Argentina, en Londres, en Valencia, en Nueva York, en Taipei, en Tokio, llevarla en todos lados.
Si te cuesta, comienza por saludar a alguien o por llenar tus bolsillos con caramelos. Eso sería el principio de muchas cosas que este blog no abarcaría en una sola publicación.
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