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viernes, 29 de marzo de 2013

Cada año: misma fecha, lágrimas nuevas.


Después del Jueves Santo, tuve que animar con un colega la Adoración al Santísimo Sacramento. Estaba sereno, incluso tuve unos momentos para adorar a Cristo Sacramentado, no estaba triste sino que demasiado serio. Aunque al final de este momento, he bebido un poco de vino (era de misa, pero obviamente no estaba consagrado) y unos pancitos sin levadura. Espero que el otro año pueda participar de una cena judía, aún no he tenido la experiencia pero me han dicho que es muy hermosa y simbólica.
Llegué a casa y sin ganas de comer nada. No tenía hambre, tal vez por la tristeza o la seriedad, pero bebí té porque hizo mucho frío. Para dormir leí la Pasión según San Juan y me dormí.
Desperté bruscamente por el celular, que había programado la noche anterior. Esta mañana fue muy helada, y tenía retiro, pero me levanté 15 minutos después. Iba algo errante y pensante por la calle, y al llegar a la capilla Cristo Resucitado para el retiro espiritual, ví que una delgada figura femenina se acerca corriendo. Reconozco a esa persona, a mi amiga no la veía hace tiempo. Siento como el bolso se me cae de las manos y me tapo la boca, presa de la sensibilidad y ella salta a abrazarme y yo me derrumbo, lleno de emoción. Nunca me habían confortado tanto su manos mientras me abrazaba. Este par de amigos se extrañaban mucho y están unidos, en las buenas y en las malas.
Medité en el retiro un pasaje del Éxodo, que hacía mención de la vocación de Moisés. Es increíble como nosotros ponemos excusas ante cualquier cosa, tal vez por comodidad o paralizados por el miedo: Moisés preocupado por el "que dirán" los judíos, que señales pedirán, cual es nombre de Dios, que no tiene don de palabra (algunos estudios teológicos indican que él era tartamudo), incluso piden que mande a otro. Y precisamente Dios rompe con los esquemas de que todo es imposible para el hombre y las limitaciones de un exceso de racionalismo (soy muy joven para eso, no tengo experiencia, estoy muy viejo, no sé que decir, etc.) y es por eso que Dios solo se fija en los que menos pensamos, no en superhombres sino en hombres y mujeres con virtudes y defectos que estén dispuestos a hacer Su voluntad. Y así, Cristo escogió a sus Doce. He pensado mucho en la fe.
También he fabricado una cruz con palos de helado, en las pegué además un letrero sin nombre (pidieron que anotara la causa de la muerte de Jesús) y el madero en que se clavaba el pie. Marqué con una cruz los lugares en que los clavos se ubican en la cruz y dejé el letrero sin nombre, porque Cristo murió por todos los males del mundo y por cada uno de nosotros que lo negamos, lo vendemos, lo traicionamos, lo ofendemos, lo masacramos, lo condenamos y lo matamos, porque Él amó a cualquiera, a todo el mundo. Dejé el madero de apoyo no porque la crucifixión tuviera algo de piedad, sino que hacia que la muerte fuera más lenta, porque el peso del cuerpo sofocaba los pulmones y la pérdida de sangre provocaba además la pérdida de oxígeno.
Que nadie me diga pues, que Cristo murió en vano, porque ahora hay más indiferencia religiosa, porque ya no se cree en el clero, porque ya no hay programación suficiente de Semana Santa, etc. Sabemos que fue una muerte de lo más cruenta, destinada para aquellos "malditos que no merecen el perdón" pero ha muerto un justo entre los justos que ni siquiera se sienten seguros de su condición de tales. Dios mostró a través de Él su amor por los hombres, aunque sé que muchos criticarán que Dios pudo haber evitado las guerras, las cruzadas, el Holocausto, las hambrunas, las epidemias, los terremotos, las violaciones, los abusos a los niños, los femicidios, etc., diciendo que Él se queda indiferente o acusando incapacidad de intervención (argumento clásico de un escéptico). Es voluntad de Dios acabar con todos los males, pero no es Su voluntad intervenir con gran majestad (salvo en el momento del Gran Día) para que todos crean en Él, porque tanto fue su amor que nos dió y respeta infinitamente el libre albedrío, dando la opción de escoger el bien y el mal (con las ventajas y desventajas que cada opción conlleva). Algunos escogieron el mal, pero otros tenemos la capacidad de amar y Él está en cada uno de nosotros, por algo Él murió por la humanidad, creada por el mismo Padre Dios y lo llevaremos grabada su imagen en nuestros corazones, y los que le busquen encontrarán en Él la fuerza para amar incondicionalmente. Por eso no me cansaré de repetir y lo diré hasta el día que me muera: Su muerte no fue en vano.
Al acabar el retiro, almorcé rápido para emprender marcha a la Catedral y participar en la Hora Santa para la Adoración de la Cruz. Hace una hora que me desocupado. Empezar a ver borroso es inevitable, pero me da una sensación extraña: veía las huellas del templo tras el terremoto de hace casi 2 meses, y pensaba que en cada templo del mundo, enlutecido, sin mantel, sin velas, sin luces, sin flores, sin cantos, sin señal de la cruz, sin "Oremos", sin gloria, sin perdón, sin todo esto se sintiera un ambiente de sacralidad tan profundo que no veo en otros días, ni siquiera en las misas más solemnes y con mucho humo de incienso.
Y es que teniendo claro la causa de la muerte de Cristo, por eso es tan dificil para mí no sentirme triste, algunos han notado mis ojos llenos de lágrimas, y es que sé que Él murió por mí, por mis faltas de caridad, por mis ofensas, mis insolencias, mis irreverencias, mis pecados, y ya que por lo general lo hago no de malo sino de tonto ("hago el mal que no quiero, pero no hago el bien que quiero") y me averguenza tanto que a veces lloro, pero también estoy lleno de gratitud porque Otro ya pagó la cuenta por mí. Todos los años es el mismo día, pero mis tristezas anuales son diferentes (por eso el título del post). Podría acostumbrarme a esto, pero no quiero acosumbrarme al dolor, no quiero que la injusticia sea el pan de cada día, ni los atropellos a los derechos humanos, ni el odio a la Iglesia, ni la discriminación, ni ningún mal, jamás aceptaré que cada calamidad sea parte de la realidad, porque jamás me acostumbraré al dolor y a las injusticias y eso siempre se los digo a mis compañeros y amigos: jamás se acosumbren, reclamen cuando haya que hacerlo. Uno de mis autores predilectos, San Agustín, decía que "Vale más una lágrima en memoria de la Pasión de Cristo que peregrinar a Tierra Santa y estar a pan y agua"... y tiene razón, me hizo mucho sentido apenas leí esta frase.
En un rato después, debo acolitar en el Vía Crucis por las calles de Copiapó. Solo me queda decir: muchas gracias, Jesús, gracias por llevar una cruz que no era Tuya sino la mía. Gracias por tanto amor, que a veces siento que no lo merezco, por amarme y aceptar mis virtudes y mis defectos, por mirarme con amor y confiar en mí, por la familia que me diste, por los amigos que tengo, también por aquellas cosas que me han causado dolor porque me has ayudado a crecer, y por estar siempre conmigo.
DEO GRATIAS!

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