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domingo, 30 de septiembre de 2012

La noche de un melómano.


El día viernes es un día que muchos aman porque está ad portas del fin de semana. Yo amaba el viernes. Digo "amaba", porque ahora siento algo ambivalente por ese día: lo amo, pero lo odio. ¿Por qué? Porque es el último día de clases de la semana, y porque es el día más pesado y tedioso de la semana. Pero me dí animos para hoy, porque en la noche asistiría a un concierto con la ejecución de la magna Novena Sinfonía de Beethoven.
Al menos, fue una mañana relajada. Mientras en la radio del colectivero sonaba la canción "Loca" de Chico Trujillo, me reía y me acordaba de algunas amigas. En clase anotaba y me reía de las bromas de mis compañeros. Nunca me había reído tanto pero no me permití una distracción. En la próxima clase, el docente notó que tenía otras zapatillas y que me "había refrescado de look". Es que no me gusta usar zapatillas porque me molestan los pies y no puedo mover los dedos, cosa que puedo hacer con zapatos café, pero afortunadamente tengo otras zapatillas que sí permiten la libertad de movimiento de los dedos (algunos se han percatado durante la semana, pero callé porque no me gusta destacar, prefiero mantener un bajo perfil, pasar desapercibido).
El almuerzo de ese día fue el mejor: arroz con pescado frito (a mi me gusta comer pescado). Luego siguieron las clases hasta las 18:30 horas, continuando con la continuación de la cátedra anterior y la exposición de videos que a modo de ejemplo describan los axiomas de la comunicación de Watzlawick. Luego fuí con prisa a Catedral para ir a misa. Suelo ir a misa al terminar una semana de clases a modo de "acción de gracias" por la semana, por lo bueno y por lo malo, así aprovecho de orar por mis compañeros y profesores (aunque algunos son más creyentes que otros, y otros "never"... pero no importa, por ellos también pido).
Al terminar la misa, pasé al Obispado a buscar a Don Gaspar, quien se encontraba muy absorto en el notebook trabajando y enviando corresponencia, lo esperé para que se desocupara y así lo acompañaría al teatro para ir a ver, finalmente, la Novena Sinfonía de Beethoven. ¡Por fin había llegado el momento! ¡Se me hizo eterno el día! Fue una interpretación muy buena, increíble, los solistas cantaron de maravillas, la orquesta tampoco se quedó atrás y el coro, por supuesto, nunca defrauda.
Se me hizo breve el concierto, disfruté cada movimiento. Estuve saboreando el "Allegro ma non troppo, un poco maestoso", vibré con el "Allegro" conocido con "El infierno en llamas", tuve un relajo con el "Adagio molto e cantabile" y me emocioné con el último movimiento coral, pasando de la Naranja Mecánica hasta una batalla de tintes apocalípticos contra el último de los ángeles en el anime Neon Genesis Evangelion.
Al terminar el concierto, un diácono con su esposa dejaron a Don Gaspar a Catedral y a mí a la casa, porque era noche muy helada. Fue una noche musical de la más hermosa, no siempre puedes escuchar en vivo la Novena Sinfonía de Beethoven, una obra muy significativa y muy conocida del romanticismo.
La música es un elemento casi omnipresente en mi vida, aunque muchos antes no me interesaba para nada porque aún no la encontraba a pesar de buscarla. Ahora no puedo despegarme de ella, adonde vaya. Desde que leo, escribo, voy por la calle, hago alguna tarea, rezo, siempre escucho música. Me considero melómano, aunque hay estilos musicales que no me gustan. Por lo general, escucho música clásica, soundtracks (en ella existe diversidad de estilos musicales: rock, pop, electrónica, metal, etc.) y enka (un estilo de música japonesa que consiste en una mezcla de elementos de música folk con algo rock progresivo, de preferencia escucho a Meiko Kaji).
Lamentablemente no sé leer partituras ni tocar algún instrumento, pero no me es ajeno el mundo de los músicos. No sabría dar alguna definición exacta sobre lo que es música, pero me permito la licencia de robar la explicación que dice que es un arte de carácter humano que luego adquiere carácter divino. Repito que no tengo estudios musicales pero sé que en las partituras con sus notas y llaves escritas con detalle y que el menor cambio significa un cambio total de la obra, es música "en blanco y negro" y al ejecutarse y escucharla cobra vida y se llena de colores, dando rienda suelta a toda clase de emociones y sentimientos posibles.
Por eso, me emociono al escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven porque al escribirla en su estado de sordera total, había escrito una obra bella, pero lamentablemente no escuchó ni su obra ni los aplausos del público asistente (sino que alguien le indicó)... y esa noche también me emocioné un poco, pero ya me había preparado: en el bolsillo portaba pañuelos desechables por si alguna "lágrima furtiva" se escapa de mis ojos... y así fue.
Ya que me he topado con la música, ya no la puedo abandonar. Es una historia de amor bastante especial.
 
"Movimiento final de la Novena Sinfonía de L.V. Beethoven" (Orquesta Sinfónica Municipal de Copiapó, Coro Sinfónico de Copiapó y Paulo Macías, director).

1 comentario:

  1. Preparate para el concierto que habra este Sábado 20 del presente en la Catedral a las 20 horas.

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