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martes, 18 de septiembre de 2012

Fiestas Patrias 2012: Una mañana de nubes y sol, un Chile en la crisis de las instituciones y la esperanza.

 
18 de septiembre. Día de Fiestas Patrias en Chile, un aniversario más de la soberanía de Chile como país libre tras la conformación de la Primera Junta Nacional de Gobierno.
Esta mañana desperté con flojera, anoche estaba viendo una película muy buena, una comedia dramática que toca con mucha humanidad el tema de la tercera edad y la vida después de la jubilación: "El Regalo". Al llegar, hubo un pequeño desorden en cuanto a la puntualidad y compromiso de algunas personas, así que tuve que realizar una actividad en la que yo no tenía previsto realizar.De todos modos, era algo pequeño y al terminar, fuí a la sacristía, me revestí y acompañé a los ministros presentes en el Te Deum. No es mucho trabajo lo que hace un acólito en el Te Deum, pero ante cualquier eventualidad es necesario estar presente, especialmente cuando este fue el último Te Deum de Mons. Gaspar Quintana (tras cumplir 75 años).
 

La homilía de Don Gaspar, al igual que la del Arzobispo Ricardo Ezzati en la Catedral Metropolitana de Santiago, hizo hincapié en la crisis de las instituciones y la desconfianza de la ciudadanía hacia ellas... incluyendo a la Iglesia, tras los presuntos casos de abuso sexual de parte de sacerdotes y que han eclipsado la Iglesia chilena. También imploró la urgencia de que los pobres no pueden esperar, pues ellos son prioridad en los casos de mayor preocupación, pobres como los ancianos, los abandonados, los excluídos, y a quienes son marginados por pertenecer minoritariamente a los pueblos originarios.
En el tema medioambiental, Mons. Gaspar nos invitó a cuidar esta "casa común" y con respecto a los polémicos proyectos de energía en la zona, mencionó la posible impresión de que estos proyectos "parecen ser diseñados sin tener en cuenta todos los aspectos relacionados con un posible impacto negativo en la vida humana", además de la preocupación y seguimiento de la Iglesia en Castilla, Freirina y Pascua Lama.
Don Gaspar, además de recalcar que la Iglesia chilena está viviendo este año la Misión Joven, hizo alusión a la educación como "un vínculo de coherencia en valores para una vida que sea en verdad profundamente humana, abierta a la trascendencia, a la solidaridad y a una propuesta de desarrollo global bien entendido" con tal de que como jóvenes vivamos con un uso recto de la libertad y sin violencia, aceptando la diversidad en búsqueda del bien común. También envío condolencias a Carabineros de Chile por la muerte del cabo Cristián Martinez por su muerte en acto de servicio, convirtiéndose en un nuevo mártir de la institución.
También aprovechó de despedirse de las autoridades por el pronto nombramiento de un nuevo obispo para la Diócesis de Copiapó. Si o sí, este momento es inminente. No sé cuando será, pero sé que llegará pronto. Extrañaré sus narraciones de compromisos pastorales en otros países, sus anécdotas de párroco en el sur de Chile, las conversaciones de música, etc. De todos modos, existe el correo electrónico.
 

Después de este momento de acción de gracias, en la Plaza de Armas se realizó la Parada Militar. Me reencontré con una profesora que me hizo clases en mis años de liceano en la Escuela Industrial Salesiana Cristo Redentor, a la hermana de un amigo, una amiga que también estudia psicología y a un sacerdote que no veía en años (un franciscano muy afectuoso y bueno para hacer bromas). Estuve mucho rato esperando un taxi para irme a casa, mucha gente fue a la Parada Militar y yo no era el único, aunque tuviera mucha hambre.
Por el momento, ha sido una celebración tranquila. De momento, quisiera compartir la homilía de Mons. Gaspar Quintana (Gentileza del Obispado de Copiapó y de Iglesia.cl).

 
“La semilla es el mensaje de Dios” (Lc 8, 4-15)
 
Cuando el Dios anunciado por Jesucristo se manifiesta hablando a la humanidad ilumina a quienes buscan el verdadero sentido de la vida. En la celebración de estas Fiestas Patrias queremos dejarle un espacio al Dios Padre de Jesús y Padre nuestro para que nos hable de su proyecto sobre nuestra vida y sobre la historia humana.
Es esto lo que hacemos esta mañana al escuchar el relato del evangelista Lucas que nos puede iluminar el sentido y el modo de vivir nuestra identidad nacional, enriqueciendo nuestra cultura tan marcada por los valores del Evangelio, aún en tiempos difíciles y confusos.
Como todo pueblo, nosotros vivimos y viviremos “entre los gozos y esperanzas, en medio de las tristezas y angustias de nuestro tiempo” como expresaba el Concilio Vaticano II,(GS 1) hace 50 años.
Con todo, los momentos de alegría o de dolor, de éxitos o de fracasos, nos van ayudando a descubrir nuestra fragilidad pero a la vez que no estamos solos, sino que contamos con el apoyo del Dios de la vida que se manifiesta a través de su Hijo Jesús el Señor.
El mensaje que ofrece Jesús en el Evangelio que acabamos de escuchar es muy significativo y a la vez estimulante como para tenerlo en cuenta.
 
Mirar la historia
Lucas presenta a Jesús hablando, como los maestros judíos de su tiempo, a través de una parábola o comparación tomada de la vida de la agricultura, y con su pedagogía propone a sus discípulos una tarea de gran importancia para un tipo de vida nueva. Los discípulos de este maestro que aceptan lo que se les propone avanzan a través de un camino que transforma la vida personal y social. Los que prefieren quedar fuera no entienden nada y prefieren seguir su rumbo que termina mal, sin un plan que dé sentido a sus vidas.
En el fondo ¿qué quiere decir Jesús con este lenguaje? Significa que la semilla lanzada a la tierra es la palabra o mensaje de Dios que, aceptado por el ser humano, se convierte en un proyecto de vida trascendente, sólido y transformador de la persona y de la sociedad. Para esto hay que tener un corazón abierto, dispuesto a acoger la semilla de lo que Dios para que produzca un buen fruto de vida nueva.
Pero existe el riesgo de que por falta de cuidado, o por los problemas de la vida humana o social no resueltos o desordenados, la semilla muera aplastada y no llegue a producir los resultados que se esperaban de ella.
La historia de nuestra Patria y su proceso de vida como cultura como manera de ser, pensar, sentir y decidir la vida, ha sido marcada por el Evangelio de Jesucristo, y nos invita a contemplar el futuro con sano realismo por un lado, y por otro lado con una esperanza responsable. A pesar de nuestros errores y caídas es consolador saber que “la fe que actúa por el amor se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre.” (PF 6).
Los grandes cambios de la vida nacional que buscamos exigen actitudes nuevas, nacidas de “un corazón nuevo” que debe ser preparado, cultivado y atendido, como un campo, para que nazca un nuevo Chile.
Mirar hoy la situación del país nos permite ver que en la dinámica de los cambios sociales, políticos o económicos, preocupa seriamente el descrédito o desconfianza en que han caído diversas instituciones, entre ellas la misma Iglesia. Somos todos testigos de un notorio descontento frente a los actores sociales, que de un modo u otro, nos van mostrando un tipo de ciudadanos “indignados” que se movilizan frente a situaciones al parecer injustas que, de algún modo, atentan contra los derechos básicos de la gente. No hay duda de que estas movilizaciones sociales tendrían que hacer pensar, a las autoridades y a la ciudadanía en general, dónde está la raíz de nuestros problemas.
Como Iglesia vemos necesario pedir de nuevo perdón por las fallas cometidas y a la vez expresar nuestra voluntad de cambio mediante medidas que nos hagan superar los errores cometidos y mantenernos en nuestra tarea de ser fieles al Señor de la vida y a su pueblo. Esto parece especialmente necesario en el campo de la vida política, en la que se echa de menos aceptar con inteligencia las diferencias y tentar un proyecto que siendo común favorezca al país, en especial a los más débiles y desfavorecidos.
Pero, por otro lado, hay que ver con serena alegría cómo va madurando en el alma nacional, entre aciertos y errores, el respeto irrestricto por la dignidad de cada persona humana. Hemos fallado en varias cosas, por ej., por injustas discriminaciones en nada relacionadas con los valores del Evangelio, y esto nos exige estar atentos a nuestras formas de tratar a los demás. Sabemos que “nada de lo que está relacionado con la dignidad humana nos es ajeno” para los que tratamos de ser discípulos de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Su principal mandato es que nos amemos y nos respetemos desde dentro de nuestras personales opciones.
No puedo dejar de hacer una pregunta: ¿qué significa que hayamos levantado un Memorial junto a la Mina San José por el éxito de la operación rescate de los 33 mineros? Bendecido este Memorial hace poco más de un mes en el nombre del Dios Uno y Trino, quisimos expresarle nuestro agradecimiento al Señor de la vida y de la historia, por todo lo que significó este rescate. Recordamos la intervención positiva de las autoridades, el aporte eficiente de los profesionales, el apoyo generoso del voluntariado, la oración paciente y fervorosa de las familias y de tanta gente de Chile y del mundo. No hay que olvidar esta epopeya que revela el alma de Chile para afrontar unidos, bajo la amorosa Providencia de Dios, los avatares que va presentando el paso del tiempo y de la vida del país.
Por último es necesario advertir que la avidez de poder y de ganancia que despierta “el dios mercado” no favorece para nada el sentido del respeto a la dignidad de los demás, los valores de la solidaridad, el derecho a una remuneración justa por el trabajo cotidiano, a veces humanamente muy duro y asfixiante.
 
La siembra cotidiana
No está de más revisar la concepción del desarrollo que pueden tener los gobernantes, los empresarios, los políticos o dirigentes sociales, sea en tiempos de elecciones o después de ellas. El Papa Paulo VI decía que el verdadero desarrollo consiste en “pasar de condiciones de vida menos humanas a una vida humana realmente digna en todos los aspectos”.
Hoy han aparecido nuevos tipos de pobreza que hay que atender y combatir con un sentido realista y un compromiso inteligente y solidario. No pensar que basta con tener una casa, comida y educación para sentirse dignificado. No, hace falta atender, con el corazón del buen samaritano del que habla Jesús, a los ancianos, a los que están solos, a los abandonados, a los excluíos, a los que son minorías pasadas a llevar o pertenecen a pueblos originarios mirados en menos. Para San Alberto Hurtado este tipo de preocupación solidaria debe existir “mientras haya un dolor que mitigar”, y no sólo en tiempos de grandes campañas sociales o publicitarias. No debemos permitir que la polémica surgida a propósito de la encuesta Casen nos haga olvidar lo más importante: que los pobres no pueden esperar. Ellos deben ser la preocupación principal.
Cuando uno ora y asume el Evangelio con sentido realista se da cuenta de que conocer y seguir a Jesús que vive con un estilo de vida sobrio, modesto y fraterno, nos hace valorar la austeridad y la sencillez en la vida personal, familiar, laboral, en el buen uso del tiempo libre.
La crisis por la que está pasando la vieja Europa nos tiene que hacer pensar en los grandes riesgos que traen el desenfrenado afán de lucro, el consumismo irresponsable, la acumulación de bienes no necesarios, y la desmedida preocupación por el bienestar fácil. Esto es más lamentable aún cuando al lado nuestro hay gente que está viviendo todavía en condiciones de marginalidad en aspectos básicos de la vida.
Va siendo una tarea urgente el recordar lo grave que es para los gobernantes, empresarios, trabajadores y dueñas de casa, cuidar “la casa común,” que es el planeta Tierra. Para la Doctrina Social de la Iglesia “la tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad, ya que se trata del deber común y universal de respetar un bien colectivo.” (DSI 466) No hay más que mirar el paisaje y el tipo de supervivencia de los que vivimos en Atacama, para darnos cuenta de que nos hace falta una conciencia social en este campo.
El Papa Benedicto XVI con su lúcido enfoque de los problemas de nuestro tiempo hace una aguda afirmación sobre las políticas públicas en cuanto al problema energético cuando dice que “es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma” (Caritas in veritate, n. 48).
Nuestras autoridades, empresarios, trabajadores y las familias en general, cada uno en su nivel , deben estar atentos a que el agua limpia y suficiente, el aire puro y no contaminado, y el ambiente tranquilo y acogedor, son derechos humanos a los que cada uno de los chilenos y chilenas debemos tener acceso para disfrutarlos como parte de la dignidad integral que nos corresponde.
Los hechos recientes sobre problemas energéticos en nuestra Región y en otras partes del país, nos señalan que, aunque parezcan intocables, pueden causar perjuicios en la salud o el bien vivir de la población. Por esto deben ser siempre planificados y controlados por la autoridad pertinente. Me parece que en sectores importantes de la opinión pública existe la impresión de que muchos macroproyectos económicos que se ven de gran utilidad para el país, parecen haber sido diseñados sin tener en cuenta todos los aspectos relacionados con un posible impacto negativo en la vida humana.
No es ningún secreto que seguimos con gran interés y preocupación el desenlace de los acontecimientos que han sucedido en nuestra Región, como Freirina, Punta Alcalde, Castilla y Pascua Lama.
 
Mirando hacia un mejor futuro
Cuando este año la Iglesia está realizando la Misión Joven, como instancia de encuentro de nuestros muchachos y muchachas con la persona de Jesús y su Iglesia, es bueno recordar que el camino de los jóvenes es el de crecer cada día en dignidad y en calidad humana de vida integral. Sabemos todos que el tema de la educación es un banco de prueba para ver que no sólo interesa el financiamiento económico sino además el proyecto de una educación integral que está en juego. La educación exige un vínculo de coherencia en valores para una vida que sea en verdad profundamente humana, abierta a la trascendencia, a la solidaridad y a una propuesta de desarrollo global bien entendido.
En este sentido la tarea del padre y la madre, de cada familia, de las autoridades de gobierno, de las escuelas y universidades, de los lugares de trabajo o de sana diversión, es colaborar con la comunidad educativa para que nuestra juventud aprenda a vivir con un recto uso de la libertad, sin ningún tipo de violencia, aceptando la diversidad de personas y opciones, en la búsqueda del bien común.
De este modo la semilla sembrada por el Dios de la vida en el corazón mediante las mediaciones sociales como la Iglesia, la familia, el gobierno, la empresa, los compañeros del colegio, del trabajo o del barrio, etc. producirá sabrosos frutos que hagan palpable el reino de Dios en la calidad de la vida personal, familiar y social.
En este contexto de un país que queremos integrado, dialogante, respetuoso de la vida humana, desde su inicio hasta el final, quiero expresar mis sentidas condolencias a Carabineros de Chile por el nuevo mártir de la institución, el cabo Cristián Martínez Badilla, a quien el Dios de la vida acoja en la gloria de su reino en el cielo.
En esta perspectiva de valorar la vida, desechando toda violencia y agresividad social en nuestros jóvenes, deseamos que este tiempo de la Misión Joven, nos ayude a todos, niños, jóvenes y adultos, a trabajar mancomunadamente en construí un estilo de vida personal y social que esté marcado por el respeto mutuo, por el amor que acepta las diferencias y la opción que rechaza toda violencia.
 
Conclusión
Al terminar este mensaje permìtanme aprovechar esta ocasión para despedirme de Uds., y de todo el pueblo de nuestra Región, ya que dentro de poco será nombrado por el Santo Padre Benedicto XVI el nuevo Obispo de esta querida Diócesis de Copiapó.
Doy gracias a todos Uds. por los servicios ofrecidos generosamente a la Iglesia Católica que peregrina en Atacama. Ella, enviada por Jesús el Señor, en medio de sus debilidades y aciertos, a través de sus pastores y fieles, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano Segundo, va tratando de ser una comunidad de discípulos misioneros del Señor.
De modo especial quiero animarlos a Uds., autoridades y demás responsables de los servicios públicos, a que sigan prestando su generoso y cualificado aporte a los hombres y mujeres de esta Región, especialmente a aquellos que están con mayores necesidades de vivir dignamente.
A los sacerdotes, diáconos permanentes, religiosos y religiosas y agentes pastorales les agradezco su colaboración en la tarea de conducir, enseñar y santificar a los que son pueblo de Dios a través de su palabra y testimonio de vida.
A la ciudadanía de Atacama, familias, niños, jóvenes, adultos y ancianos, a los profesionales y trabajadores, a los pobres y enfermos, a los que están privados de libertad, agradezco de corazón su acogida. Pido de corazón su comprensión frente a mis errores o fallos durante los once años que el Señor me regaló en estos hermosos valles y desiertos.
Que María de la Candelaria, Madre del Señor y de este pueblo de Atacama, les bendiga y acompañe siempre, para que todos unidos hagamos de Chile “una mesa para todos” en el amor solidario, en el respeto dialogante y en la solidaridad generosa.
A Cristo el Señor de la historia, todo el honor, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos.
Amén.

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