"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Palabras llenas de amor a los romanos, a sus verdugos, a los fariseos, a los saduceos, a los que lo odiaban, a los que deseaban verlo destruído. Deseaba no un rayo que los fulminara sino un rayo de Dios que los arrulle.
Amor absoluto por quienes nos aborrecen en un mundo "patas arriba", Cristo ha pedido perdón por los deicidas de todos los siglos... incluyendo a quienes blasfeman contra Dios, contra la Iglesia, contra sus ministros, contra el Vicario de Cristo, contra la Virgen María, contra algún santo... especialmente por quienes han profanado la imagen de Santa Teresa de los Andes en horas de la madrugada del día de hoy, arrancando y destruyendo su cabeza. La imagen estaba ubicada en el exterior del antiguo monasterio de las Carmelitas Descalzas.
Imagino y comprendo el dolor y la rabia de los habitantes de Los Andes por este ataque contra lo que ellos aman: la figura de la joven santa chilena. Ante ataques, ultrajes, insultos, escupitajos, matanzas y demás formas de persecusión, no responder con la misma moneda sino con amor, no faltando contra la caridad (en una publicación anterior, expliqué que jamás se debe atacar la integridad humana, solamente se combaten las ideas). Quizás sea ignorancia de parte de los ejecutores del ataque o sean "personas que no encuentran el sentido de su vida" (como aseguró Mons. Cristian Contreras, Obispo de San Felipe). En verdad que Cristo se compadece de esta humanidad doliente, que pide la "venganza" más dulce para quienes lo condenan: perdón, conversión y ojala llevarlos al Paraíso para enjugar sus lágrimas por la eternidad.
Conviene aclarar que esto es más que la destrucción de una imagen de yeso de 1.50 metros, es una ofensa contra lo que la imagen representa: un modelo de santidad por quien vivió e hizo suyos los valores del Evangelio en su vida, y por lo que representa no solamente para los habitantes de Los Andes sino también para todo Chile. La rabia es comprensible, puesto que tiene un gran significado para muchas personas de la localidad, pero espero que esto no pase a mayores. Al menos aprovecharon de ejecutar su acto delictual en madrugada y si lo hubieran hecho a plena luz del día, los habitantes ya los lincharían y no me imaginaría las consecuencias (también lo comprendería, pero por ningún motivo lo justificaría).
Podrán destruir templos, romper imagenes, garabatear los muros, profanar lugares santos, apuntar con armas de fuego contra la pared a sacerdotes y laicos (sea del gobierno que sea o de cualquier ideología), echarnos en cara las infidelidades de la Iglesia y nuestros pecados, golpearnos, blasfemar, insultarnos, burlarse de nosotros cuanto les plazca pero jamás acabarán con la fe y la libertad religiosa de muchas personas, nunca acabarán con la Iglesia en la que Cristo prometió acompañarnos en todo momento hasta el fin del mundo, y es más, jamás podrán acabar con Dios. Jamás podrán acabar con la Iglesia, ni por fuera (con las persecusiones a muerte y las ideas de sectores contestatarios) ni por dentro (infiltrados, clérigos corruptos, desenfreno y ambición de algunos, etc.). Si Napoleón Bonaparte no logró destruirla, menos lo harán los que vengan.
Amor absoluto por quienes nos aborrecen en un mundo "patas arriba", Cristo ha pedido perdón por los deicidas de todos los siglos... incluyendo a quienes blasfeman contra Dios, contra la Iglesia, contra sus ministros, contra el Vicario de Cristo, contra la Virgen María, contra algún santo... especialmente por quienes han profanado la imagen de Santa Teresa de los Andes en horas de la madrugada del día de hoy, arrancando y destruyendo su cabeza. La imagen estaba ubicada en el exterior del antiguo monasterio de las Carmelitas Descalzas.
Imagino y comprendo el dolor y la rabia de los habitantes de Los Andes por este ataque contra lo que ellos aman: la figura de la joven santa chilena. Ante ataques, ultrajes, insultos, escupitajos, matanzas y demás formas de persecusión, no responder con la misma moneda sino con amor, no faltando contra la caridad (en una publicación anterior, expliqué que jamás se debe atacar la integridad humana, solamente se combaten las ideas). Quizás sea ignorancia de parte de los ejecutores del ataque o sean "personas que no encuentran el sentido de su vida" (como aseguró Mons. Cristian Contreras, Obispo de San Felipe). En verdad que Cristo se compadece de esta humanidad doliente, que pide la "venganza" más dulce para quienes lo condenan: perdón, conversión y ojala llevarlos al Paraíso para enjugar sus lágrimas por la eternidad.
Conviene aclarar que esto es más que la destrucción de una imagen de yeso de 1.50 metros, es una ofensa contra lo que la imagen representa: un modelo de santidad por quien vivió e hizo suyos los valores del Evangelio en su vida, y por lo que representa no solamente para los habitantes de Los Andes sino también para todo Chile. La rabia es comprensible, puesto que tiene un gran significado para muchas personas de la localidad, pero espero que esto no pase a mayores. Al menos aprovecharon de ejecutar su acto delictual en madrugada y si lo hubieran hecho a plena luz del día, los habitantes ya los lincharían y no me imaginaría las consecuencias (también lo comprendería, pero por ningún motivo lo justificaría).
Podrán destruir templos, romper imagenes, garabatear los muros, profanar lugares santos, apuntar con armas de fuego contra la pared a sacerdotes y laicos (sea del gobierno que sea o de cualquier ideología), echarnos en cara las infidelidades de la Iglesia y nuestros pecados, golpearnos, blasfemar, insultarnos, burlarse de nosotros cuanto les plazca pero jamás acabarán con la fe y la libertad religiosa de muchas personas, nunca acabarán con la Iglesia en la que Cristo prometió acompañarnos en todo momento hasta el fin del mundo, y es más, jamás podrán acabar con Dios. Jamás podrán acabar con la Iglesia, ni por fuera (con las persecusiones a muerte y las ideas de sectores contestatarios) ni por dentro (infiltrados, clérigos corruptos, desenfreno y ambición de algunos, etc.). Si Napoleón Bonaparte no logró destruirla, menos lo harán los que vengan.
"¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!" (Tres veces).
(Oración enseñada por el ángel a los tres niños videntes en Fátima, Portugal).
(Oración enseñada por el ángel a los tres niños videntes en Fátima, Portugal).
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