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martes, 4 de septiembre de 2012

Yo mismo respondí a la pregunta que me hice ayer.


Al parecer, he confirmado que el ser persona no se nace, se hace. Se acostumbra señalar como persona a otro ser humano, sin importar si este actúa al menos como un ser humano o no. En este caso, es importante comprender su lógica y sus valores, aunque no sea el "santo de nuestra devoción" (en el fondo, tiene su propia historia, sus alegrías y sufrimientos).
Pero no siempre se les puede entender, algunos no pueden ser empáticos o no logran hacer un esfuerzo por serlo. Muchos son incapaces de comprender que algunas personas no tienen las mismas capacidades, tienen dificultades, son de ritmo lento, etc. Pero, he aprendido que "a la gente hay que enseñarle a ser gente": modales, comprensión, reacciones, decisiones, formas de ser y actuar, etc.
"Si debo resumir mis anhelos más profundos puedo decir que deseo vivir en armonía.
Quiero vivir en paz conmigo mismo, en paz con quienes me rodean y en paz con mi Dios en quien confío.
Vivir en armonía es para mí vivir seguro de mis decisiones y principios.
Es ser fiel, absolutamente fiel, al santuario de mi conciencia, allí donde Dios habita respetuoso.
Es no dejarme llevar por arrebatos del momento, por impulsos descontrolados, por presiones excesivas.
Hay cosas que me molestan profundamente. Hay actitudes que me cuesta soportar. Hay personas con quienes no logro establecer vínculos o lazos de simpatía.
No tolero la prepotencia, el abuso, la injusticia, el atropello. Me es dificil soportar a la gente insensible, altanera, doble, mal pensada y violenta.
Sin embargo, yo no quiero vivir en guerra. Por eso me propongo con firmeza "ponerme en sus zapatos" para no perder la calma.
Quiero entender que otros tienen otros criterios, otra formación, otros maestros, otros valores y otra historia.
Entenderé que son diferentes, nada más.
Procuraré descubrir al Dios que vive y que ama en ellos. Buscaré conectarme con ese amor con que viven y no me detendré en sus limitaciones.
Seré capaz de comprender y valorar lo mucho de positivo que poseen. No los descalificaré según mis preferencias o mis gustos.
Seré agudo para mirar la luz allí donde a mí todo me parece oscuro.
No viviré de prejuicios. No cerraré mi corazón.
Quiero tener la armonía interior de Jesucristo.
Lo admiro profundamente por su paz interior y por la gran seguridad que demuestra en sus opciones.
Al recibir una bofetada en el tribunal, Jesús no grita, no responde con otro golpe, ni se defiende ni ataca. Simplemente apela a la conciencia: "Si yo no te he hecho nada malo ¿Por qué me hieres?".
Respondiendo ante el interrogatorio de Pilato, Jesús no se deja chantajear. No se doblega, no transa, no se humilla. Y calmadamente responde al gobernador: "No tendrías poder si mi Padre no te lo hubiera dado...". Es como afirmar: "El poder que tienes no es tuyo. No lo ejerces por tu cuenta y según tus caprichos. Tienes que responder a Dios de lo que digas y de lo que hagas".
Jesús sabe vivir en armonía sus conflictos, con su conciencia tranquila, con seguridad en lo que dice y en lo que hace.
Con semejante armonía quisiera vivir yo.
No deseo vivir de defensas o de ataques, ni de agresiones tácticas, ni de rechazos estratégicos.
No me dejaré llevar por mis caprichos personales, ni por mis ánimos de venganza, ni por mis ganas, mis "latas" o mis "tincas".
Tendré cuidado de no enganchar con las iras ajenas.
En toda circunstancia buscaré permanecer en mi centro.
Al violento que se acerca no le responderé con violencia.
Al que me agrede y al que me ofede no contestaré con más ofensas.
No cortaré los puentes hacia nadie. Buscaré construirlos sólidamente con todos. Aunque sean mis verdugos, voy a mirarlos con misericordia.
Buscaré afanosamente al Dios que los habita.
Si puedo hacerlo, les hablaré a la conciencia, allí donde cada hombre es sagrado, noble, valioso y bueno. Allí donde todo hombre es poderoso. Y sobre todo: vulnerable. Buscaré vivir con armonía. Como vive Dios".
 
 

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