No pensaba volver a escribir después de casi 2 meses sin publicar nada. Disculpen de nuevo, pero las vacaciones tras un año dificil han hecho que me desligara de escribir por un buen tiempo. Tuve unos altos y bajos, un viaje a Freirina, una festividad religiosa a la que asistí, momentos con mis amigos, momentos de ocio, etc.
Bueno, desperté con un balde de agua fría y con un desayuno que jamás pensé tuviera un gusto tan amargo. A todos nos tomó por sorpresa el anuncio de dimisión del Papa Benedicto XVI. Sus últimas acciones daban algunas dudas, pero que jamás pensábamos que ocurriera en estos momentos. De estas acciones he notado su último cumpleaños como Papa en el que dice estar en el último tiempo de su vida, los últimos consistorios en este último tiempo (febrero y noviembre de 2012), esto de reforzar el Colegio Cardenalicio con estos consistorios me han llamado poderosamente la atención.
No prentenderé poner al Papa a juicio (todavía lo es, hasta el 28 de febrero, fecha en que abandonará los aposentos papales) por mucho que me duela, pues será Dios el que juzgue, pero tengo la certeza que Él, como yo, no lo juzgaremos. Yo comprendo su avanzada edad y su cansancio en estos tiempos tan turbulentos para la humanidad y con situaciones que a más de alguno nos cansan, nos ponen de mal genio y hasta nos dan ganas de tirar la toalla. Considero que su accionar fue coherente y humilde al reconocer que le faltan fuerzas para continuar (además de su edad y estado físico).
Por ello, seguiré orando por él hasta que llegue el momento del cónclave. Para ese entonces, él estará en la residencia papal de Castelgandolfo y luego se retirará a un claustro, donde llevará una vida de oración y seguirá escribiendo.
En varias ocasiones, su cansancio ha sido notorio y aunque los medios televisivos no dan cuenta de ello (porque siempre editan transmisiones en vivo), una fotografía lo delata durmiendo durante una ceremonio mientras Mons. Guido Marini, Maestro de Ceremonias Pontificias (el "flaquito de lentes que siempre está a su lado en ceremonias solemnes), trataba de despertarlo sacudiendo suavemente el brazo del Pontífice. Han sido momentos y otros más en que, humanamente hablando, he deseado abrazarlo para confortarlo al verlo tan viejito con una sotana blanca, casi como un abuelito. Nunca parecía ser el "Panzer Kardinal" o el "Inquisidor" implacable (como lo describen nuestros amigos contestatarios) aún cuando es conservador, sino que siempre había un cariño de fondo en sus palabras, a pesar de su timidez, por lo que siempre mantenía un bajo perfil (incluso cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Él tiene su propio carisma, por lo que es ridículo compararlo con Juan Pablo II, al ser ambos totalmente diferentes.
Algunos están desconcertados, otros tristes, otros están molestos (como el Card. Dsiwisz, que dijo que Juan Pablo II jamás se bajó de la cruz), y los desubicados de siempre que se burlan de la situación (como he visto a uno o dos por facebook, del que no daré nombres por si leen esto). De todos modos, oremos no por nuestro consuelo, sino por la fortaleza de Benedicto XVI, que todos sabemos ha sufrido mucho en este último tiempo con tantas situaciones dolorosas que hemos vivido como Iglesia y también, agradecer a Dios por estos casi 8 años de pontificado. No he pretendido hacer un recorrido por su pontificado pero destacaré su insistencia sobre el diálogo entre fe y razón, la búsqueda de la reconciliación y el diálogo (con personas de otras religiones, con víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos, etc.).
Humildad, es lo que necesitamos, según él es "reconocer nuestras capacidades y limites", cosa que no siempre es fácil.
Bueno, desperté con un balde de agua fría y con un desayuno que jamás pensé tuviera un gusto tan amargo. A todos nos tomó por sorpresa el anuncio de dimisión del Papa Benedicto XVI. Sus últimas acciones daban algunas dudas, pero que jamás pensábamos que ocurriera en estos momentos. De estas acciones he notado su último cumpleaños como Papa en el que dice estar en el último tiempo de su vida, los últimos consistorios en este último tiempo (febrero y noviembre de 2012), esto de reforzar el Colegio Cardenalicio con estos consistorios me han llamado poderosamente la atención.
No prentenderé poner al Papa a juicio (todavía lo es, hasta el 28 de febrero, fecha en que abandonará los aposentos papales) por mucho que me duela, pues será Dios el que juzgue, pero tengo la certeza que Él, como yo, no lo juzgaremos. Yo comprendo su avanzada edad y su cansancio en estos tiempos tan turbulentos para la humanidad y con situaciones que a más de alguno nos cansan, nos ponen de mal genio y hasta nos dan ganas de tirar la toalla. Considero que su accionar fue coherente y humilde al reconocer que le faltan fuerzas para continuar (además de su edad y estado físico).
Por ello, seguiré orando por él hasta que llegue el momento del cónclave. Para ese entonces, él estará en la residencia papal de Castelgandolfo y luego se retirará a un claustro, donde llevará una vida de oración y seguirá escribiendo.
En varias ocasiones, su cansancio ha sido notorio y aunque los medios televisivos no dan cuenta de ello (porque siempre editan transmisiones en vivo), una fotografía lo delata durmiendo durante una ceremonio mientras Mons. Guido Marini, Maestro de Ceremonias Pontificias (el "flaquito de lentes que siempre está a su lado en ceremonias solemnes), trataba de despertarlo sacudiendo suavemente el brazo del Pontífice. Han sido momentos y otros más en que, humanamente hablando, he deseado abrazarlo para confortarlo al verlo tan viejito con una sotana blanca, casi como un abuelito. Nunca parecía ser el "Panzer Kardinal" o el "Inquisidor" implacable (como lo describen nuestros amigos contestatarios) aún cuando es conservador, sino que siempre había un cariño de fondo en sus palabras, a pesar de su timidez, por lo que siempre mantenía un bajo perfil (incluso cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Él tiene su propio carisma, por lo que es ridículo compararlo con Juan Pablo II, al ser ambos totalmente diferentes.
Algunos están desconcertados, otros tristes, otros están molestos (como el Card. Dsiwisz, que dijo que Juan Pablo II jamás se bajó de la cruz), y los desubicados de siempre que se burlan de la situación (como he visto a uno o dos por facebook, del que no daré nombres por si leen esto). De todos modos, oremos no por nuestro consuelo, sino por la fortaleza de Benedicto XVI, que todos sabemos ha sufrido mucho en este último tiempo con tantas situaciones dolorosas que hemos vivido como Iglesia y también, agradecer a Dios por estos casi 8 años de pontificado. No he pretendido hacer un recorrido por su pontificado pero destacaré su insistencia sobre el diálogo entre fe y razón, la búsqueda de la reconciliación y el diálogo (con personas de otras religiones, con víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos, etc.).
Humildad, es lo que necesitamos, según él es "reconocer nuestras capacidades y limites", cosa que no siempre es fácil.
Queridísimos hermanos:
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013
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