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jueves, 28 de febrero de 2013

Sentado bajo la sombrilla del camarlengo.


Con el tiempo de Sede Vacante, frase latina que no necesita traducción, se da inicio a los preparativos para la elección del nuevo pontífice, cuya responsabilidad recae en el cardenal camarlengo (Cardenal Tarcisio Bertone, sdb). Por esta razón, he cambiado la imagen del costado con el escudo que simboliza el tiempo en que no hay Papa.
Pude seguir la despedida del Papa vía online por la señal de EWTN mientras hacía el aseo. A ratos me emocionaba, pero al momento de las campanadas no pude reprimir las lágrimas. Quienes me conocen saben que soy muy sensible y algo sentimental, cosa que a veces trato de evitar. Y les confieso, con mucha emoción, que se me escapan las lágrimas mientras escribo estas líneas.
Pero les aseguro que no son lágrimas de tristeza ni de dolor. Lágrimas de nostalgia, si, por compartir tantas cosas en estos casi 8 años tantas batallas y aprendizajes; lágrimas de agradecimiento, si, por darnos el coraje cuando nos sentíamos abandonados por Dios ante tanta calamidad; lágrimas de cariño, si, por verlo tan viejito que hasta me daban ganas de abrazarlo cuando me enternecía y a la vez se me partía el alma verlo tan frágil ante los escándalos que hemos sufrido últimamente y él, haciendo honor a su lema papal (Cooperatores Veritatis: Cooperador de la verdad) jamás lo ocultó y prefirió darlos a conocer por el bien de la Iglesia de Cristo y por esta misma razón, mis lágrimas también son de cansancio y lucha. Lágrimas de conversión, también, porque siempre estoy necesitado de Su Gracia, porque siempre necesito volver mi mirada a Dios, porque siempre me equivoco aunque yo no lo deseo, porque pecador me concibió mi madre. Lágrimas de enamorado, si, un gran amor por el que mi corazón arde de celos (como Elías), celos que terminan por consumirme, ese gran amor que profeso a Dios y a la Iglesia, que solo deseo lo mejor y que obedezco, aunque me guste y aunque no me guste.
Jamás me importó que no tuviera el mismo carisma ni que fuera fotogénico como el amado predecesor Juan Pablo II, porque yo no depositaba mi confianza en el hombre sino en el servicio que presta el hombre, todo para la mayor honra y gloria de Dios. Al menos, él podrá mantener el bajo perfil que siempre le ha caracterizado y él, es igual de tímido como yo. Quizás sea eso por lo que le tomado gran cariño, porque comprendía su incomodidad ante tantas cámaras o no saber que hacer o decir ante tantas personas, solo sonreir. Esto me ha identificado mucho, porque recuerdo que antes me costaba mucho acercarme a una mujer por algo pequeño como preguntar la hora. Y comprendí que Dios se fija y escoge a los que el mundo no considera aptos pero aún así, Dios trabaja con herramientas imperfectas, a veces insignificantes y pequeñas, para hacer cosas grandes y para darnos una lección... o cometer alguna travesura que nos deje sorprendidos.
Nunca lo he conocido en persona ni he estado a escasos metros de él, pero ha sido como lo conociera, por pertenecer a esta misma familia de la que formamos parte. Ahora será raro estar sin Papa, tan acostumbrados a verlo en las audiencias del miércoles o dando la bendición después del ángelus del Domingo.
Podrán decir lo que se les antoje a los "vaticanistas" o los conspiradores, Falsate podrá hacer de las suyas inventando cualquier estupidez que se les ocurra, pero confesar la verdad, sea dolorosa o no, es lo que nos hace libres y nos ha liberado del "qué dirán" o del miedo de confesar que Cristo es el Señor, al ser Él la única verdad que creer porque uno solo es Dios.
Gracias por todo, Benedicto. Muchas gracias, Santo Padre. Gracias Su Santidad.
Auf wiedersehen!

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