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jueves, 28 de febrero de 2013

Sentado bajo la sombrilla del camarlengo.


Con el tiempo de Sede Vacante, frase latina que no necesita traducción, se da inicio a los preparativos para la elección del nuevo pontífice, cuya responsabilidad recae en el cardenal camarlengo (Cardenal Tarcisio Bertone, sdb). Por esta razón, he cambiado la imagen del costado con el escudo que simboliza el tiempo en que no hay Papa.
Pude seguir la despedida del Papa vía online por la señal de EWTN mientras hacía el aseo. A ratos me emocionaba, pero al momento de las campanadas no pude reprimir las lágrimas. Quienes me conocen saben que soy muy sensible y algo sentimental, cosa que a veces trato de evitar. Y les confieso, con mucha emoción, que se me escapan las lágrimas mientras escribo estas líneas.
Pero les aseguro que no son lágrimas de tristeza ni de dolor. Lágrimas de nostalgia, si, por compartir tantas cosas en estos casi 8 años tantas batallas y aprendizajes; lágrimas de agradecimiento, si, por darnos el coraje cuando nos sentíamos abandonados por Dios ante tanta calamidad; lágrimas de cariño, si, por verlo tan viejito que hasta me daban ganas de abrazarlo cuando me enternecía y a la vez se me partía el alma verlo tan frágil ante los escándalos que hemos sufrido últimamente y él, haciendo honor a su lema papal (Cooperatores Veritatis: Cooperador de la verdad) jamás lo ocultó y prefirió darlos a conocer por el bien de la Iglesia de Cristo y por esta misma razón, mis lágrimas también son de cansancio y lucha. Lágrimas de conversión, también, porque siempre estoy necesitado de Su Gracia, porque siempre necesito volver mi mirada a Dios, porque siempre me equivoco aunque yo no lo deseo, porque pecador me concibió mi madre. Lágrimas de enamorado, si, un gran amor por el que mi corazón arde de celos (como Elías), celos que terminan por consumirme, ese gran amor que profeso a Dios y a la Iglesia, que solo deseo lo mejor y que obedezco, aunque me guste y aunque no me guste.
Jamás me importó que no tuviera el mismo carisma ni que fuera fotogénico como el amado predecesor Juan Pablo II, porque yo no depositaba mi confianza en el hombre sino en el servicio que presta el hombre, todo para la mayor honra y gloria de Dios. Al menos, él podrá mantener el bajo perfil que siempre le ha caracterizado y él, es igual de tímido como yo. Quizás sea eso por lo que le tomado gran cariño, porque comprendía su incomodidad ante tantas cámaras o no saber que hacer o decir ante tantas personas, solo sonreir. Esto me ha identificado mucho, porque recuerdo que antes me costaba mucho acercarme a una mujer por algo pequeño como preguntar la hora. Y comprendí que Dios se fija y escoge a los que el mundo no considera aptos pero aún así, Dios trabaja con herramientas imperfectas, a veces insignificantes y pequeñas, para hacer cosas grandes y para darnos una lección... o cometer alguna travesura que nos deje sorprendidos.
Nunca lo he conocido en persona ni he estado a escasos metros de él, pero ha sido como lo conociera, por pertenecer a esta misma familia de la que formamos parte. Ahora será raro estar sin Papa, tan acostumbrados a verlo en las audiencias del miércoles o dando la bendición después del ángelus del Domingo.
Podrán decir lo que se les antoje a los "vaticanistas" o los conspiradores, Falsate podrá hacer de las suyas inventando cualquier estupidez que se les ocurra, pero confesar la verdad, sea dolorosa o no, es lo que nos hace libres y nos ha liberado del "qué dirán" o del miedo de confesar que Cristo es el Señor, al ser Él la única verdad que creer porque uno solo es Dios.
Gracias por todo, Benedicto. Muchas gracias, Santo Padre. Gracias Su Santidad.
Auf wiedersehen!

domingo, 24 de febrero de 2013

Mi Cristo Roto: Dios tiene mano izquierda.


La semana pasada compartí la primera parte de las meditaciones cuaresmales de "Mi Cristo Roto", que a modo de introducción, habla del encuentro de esta imagen rota de Cristo y un sacerdote, que recibe un duro reproche de parte de Cristo, al olvidar de ver a Cristo en los otros, cosa que hemos notado en nuestras vidas, abusando de la devoción como vía de escape y/o un medio de encubrirnos ante los demás. Esperemos que no sea ejemplo nuestro.
La meditación de hoy gira en torno a la ausencia de la mano derecha de Cristo. Apenas tiene su mano izquierda, remendada. Cada uno de nosotros hemos tenido historias diferentes de como hemos llegado a este cara a cara con Cristo: unos de manera afortunada, otros ni tanto. El tema del dolor y el sufrimiento tampoco se hacen esperar, y el autor no les hace el quite, incluso reprochándonos y echándonos, hasta llegar al nudo en la garganta y algunas lágrimas porque nos da una devolución de nuestras actitudes, como un espejo. A veces me cuesta aceptarlo personalmente, pero entre el amor y el dolor siempre hay una relación. Y les prometo que cada vez que nos acerquemos a Semana Santa, las meditaciones de "Mi Cristo Roto" serán cada vez más duras, pero estos remezones y sacudidas las necesitamos en estas fechas, se los aseguro.
He sido testigo de las batallas que ha librado una persona que considero muy especial, ha luchado incansablemente, he visto sus lágrimas pero lejos de alejarse de Dios, más se ha acercado. Y esto, para mí ha sido un ejemplo. Esa persona que lea estas líneas sabrá de quien estoy hablando.
Mejor no continuo escribiendo esto, porque más edificante es la meditación. Y ya saben, tomen consciencia de "donde les aprieta el zapato".
 
 
 
El mismo día que compré mi Cristo, le pregunté al anticuario dónde estaría el brazo derecho.
-¡Oh, imposible encontrarlo! Y no crea usted que no revolvimos ya todo el almacén en donde se encontró tirada la imagen mutilada. Encontramos, eso sí, la pierna izquierda y se la pegamos pero de la mano derecha ¡Ni rastro!
El anticuario no sabía, Señor, por dónde andaba tu mano derecha pero Tú, Tú sí que lo sabes, la estás desclavando continuamente y se te escapa siempre. No, no me extraña que no la tengas. Anda por ahí, invisible pero eficaz.
¿Quién no siente de vez en cuando el suave roce de la mano llagada de Cristo? Esa mano invisible que, sin llamar a la puerta, se mete en todas partes: en la oficina, en la fábrica, en el trabajo, en el estudio de un artista, en el laboratorio de un investigador, en el nacimiento de un niño... Se cuela de puntillas como una ráfaga luminosa y musical. No podemos dar un paso por la vida sin tropezar con la mano de Dios. Pero tú, Cristo mío roto, sólo tienes mano izquierda.
Y casi podía oir a mi Cristo que me decía:
-Está muy bien eso que me has comentado, pero no es eso precisamente lo que yo quería enseñarte con la mutilación de mi mano derecha. Yo quería que sacaras otra conclusión.
-El primer día quise restaurarte y fuiste Tú quien se opuso. No me dejaste.
-No seas necio. ¿Para qué me sirve un brazo de madera? Necesito una mano y un brazo vivos, de carne. Me hacen falta brazos y manos. Tú debes ser mi mano para con tu hermano. Eres mi mano cuando evitas que alguien caiga; eres mi mano cuando no hieres ni pegas cuando confortas y animas; eres mi mano cuando ayudas a un ciego a cruzar una calle; cuando alivias, curas o descargas un poco la cruz de los demás cargándola sobre tus hombros. Todos vosotros, los bautizados, sois miembros de un mismo Cuerpo Místico, un cuerpo que es presentado en un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios ¿No te gustaría ser mi mano derecha?
Yo me extrañé ante tan inesperada distinción ¿Cómo yo la mano derecha de Cristo?
-Querías que me restaurara un tallista añadiéndome un pedazo de madera. ¿No quieres ser tú el restaurador, añadiendo tu misma mano a un hombre mutilado que no tiene brazo? ¿No te gustaría desempeñar el más nobilísimo cargo siendo en tu vida entre los que te rodean, la mano derecha de Cristo? Así, cada vez que veas a este Cristo manco, vas a escucharme decir “échame una mano” ¿Acaso no te dije “Id y haced discípulos a todas las naciones”?
Luego hubo una breve pausa entre nosotros. Y me imaginé que decía, después de sentir que mi Cristo sonreía silencioso:
-“Qué poco y que mal me conocéis, ¿Qué sería de vosotros los hombres si yo no tuviera mano izquierda? La tengo, pero no para defenderme ante Pilato o para evitar que me crucifiquen, sino para conseguir que mi padre no os condene, Yo no uso mi mano izquierda para salvarme de la cruz sino para salvaros a vosotros del infierno, ¿Lo comprendes ahora?”
Verán, toda la aventura trágica y divina de nuestra vida está en dejarnos guiar por las manos de Dios. Pero hay en nosotros un elemento difícil, peligroso: la libertad. Y Dios la respeta misteriosamente, infinitamente.
Para conquistarnos Dios dispone de dos manos, la derecha y la izquierda que representan dos técnicas y dos tácticas. La mano derecha es clara, abierta, transparente, luminosa. La mano izquierda por el contrario, busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no tiene prisa, si es necesario actúa a distancia y finge la voz pero aunque izquierda no es maquiavélica ni traidora, porque la mueve el amor.
Para cada alma Dios tiene dos manos, pero las emplea de modo distinto porque todas las almas son diferentes y se caída muy bien de cumplir con su propia lección: “Que no se entere tu mano derecha de lo que hace la izquierda”. Con la derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles, Dios guiaba a Juan Evangelista, a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas...
Para conquistar a Pedro, a Pablo, a Magdalena, a Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la mano izquierda. Si ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego la izquierda, busca un disfraz y se trueca en algo inesperado: una prueba, una tragedia, un dolor. La mano izquierda trata de ser un freno que nos detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos mete en el pecho para ver si logra hacernos entender.
Por ejemplo: Se rompe una presa que arrastra todos mis cultivos, tengo un descuido inexplicable en la casa y mi hijo se quemó con aceite, íbamos en coche a alta velocidad y nos salió inesperadamente un camión y murieron en el acto mi mujer y un hijo y quedé solo en la vida, o invierto todo mi dinero en un negocio y mi socio me defraudó y pierdo todo mi capital, mi hermana nunca tuvo una enfermedad pero los dicen los médicos que tiene algo incurable, nuestro hijo nació con un defecto congénito y jamás se abusó del alcohol o del tabaco y de pronto, tengo un no se qué en el corazón.
Ante la mano izquierda de Dios que cuando actúa irrumpe casi siempre inesperada e implacable en nuestra existencia, la primera reacción es un grito de rebeldía y desesperación. Olvidamos la presa, el coche, el traidor, el cáncer, la muerte, porque adivinamos que ellos no tienen en definitiva la culpa y presentimos a Dios como responsable de ese dolor, que por ser tan terriblemente profundo, no puede venir de las criaturas y lógicamente nos enfrentamos a Dios. ¡Le gritamos, le emplazamos, le protestamos, le exigimos, le desafiamos, le condenamos! “¡PADRE…! ¡SI FUERAS PADRE, NO ME TRATARÍAS ASÍ!” Gritamos, protestamos, nos rebelamos y luego… y luego nos quedamos solos.
Y vienen las primeras lágrimas nerviosas y quemantes, y sin darnos cuenta, la primera oración “Hágase tu voluntad” Y volvemos a protestar contra Dios, contra nuestra primera oración... Luego viene el cansancio, las lágrimas ya son más serenas y hasta oramos sin protestar, tenemos ganas de besar algo, ¿Qué? Ah, eso sí, ya lo encontramos. Un crucifijo. Y con un beso le decimos a Dios que está bien lo que Él disponga.
Terrible, dura, implacable, pero bendita mano izquierda de Dios. Y luego hasta decimos cosas que de momento suenan absurdas: Dios sabe por qué hace las cosas, no hay mal que por bien no venga, bendita sea la desgracia que me sucedió porque lo que me sucedió me acercó a Dios… porque yo andaba muy lejos de Él.
Cristo mío roto, te lo digo en nombre mío y de todos, porque no todos nos atreveremos a pedírtelo desde ahora: Señor, si no basta para salvarnos la ternura de tu mano derecha, echa tu izquierda como a veces lo haces y disfrázala de lo que quieras: fracaso, calumnia, ruina, accidente, enfermedad, terremoto, inundación, injusticia, parálisis, alcoholismo, desempleo, viudez… de muerte. Cristo, que sepamos ponernos en tus manos, que seamos hijos de tus manos, de tu derecha o de tu izquierda.
A la cabecera de tu cama, amig@ mi@, o en tu mesita de noche, haz de tener un Cristo clavado en la cruz, ¿Por qué no esta noche, antes de acostarte, no le dices “Señor, quiero estar seguro de que si fallara conmigo tu dulcísima mano derecha, emplearías con tal de salvarme tu decidida mano izquierda? Dios sabrá compensarte ese gesto de valor y de fe.

viernes, 22 de febrero de 2013

Fragmentos de "Eminencia" y humanidad de una Iglesia herida


Debo reconocer que el último tema tratado ha sido complejo de escribir, por lo que me tomé dos días sin escribir. Y sobre eso, quiero compartir un fragmento del libro “Eminencia” de Morris West (de los que tratará temas pero de manera indirecta y superficial, cada lector se formulará sus propias preguntas).
Esta novela escrita a fines del siglo XX, habla sobre un cardenal argentino, un miembro de la Curia Romana, una víctima de la dictadura de su país pero vivo gracias al amorío que tuvo con una mujer, la hija de un general y esposa de una de las autoridades de la dictadura. Él, bajo una máscara de hostilidad y de cumplimiento del deber, rara vez abre su corazón pero sin ocultar nada, ni siquiera el amor por ella, el último elemento de esperanza que guarda en su corazón pues ahora es un escéptico.
Las novelas de este autor, muestras situaciones que se podrían considerar reprochables desde nuestra moral o nuestros valores y sin relativizar, permite que nos encariñemos o sintamos empatía y comprensión hacia alguno o todos los personajes, siempre como escenario de fondo el mundo de la Iglesia Católica o la política frente a la complejidad del ser humano: sus defectos, sus afectos, sus miedos, sus heridas, sus alegrías. Por eso es mi libro preferido.
La finalidad por la que quiero compartir el texto es exponer lo complejo de la situación del cónclave que se viene: hay papables buenos, aunque no con el peso como los del cónclave anterior (al menos, así aseguran medios de prensa católicos y fiables). No es para buscar “quien pesa más” sino para insistir en orar para que el próximo Papa que sea elegido, tenga en consideración cada corazón humano (como tan bien lo hizo Benedicto XVI en sus cortos pero fructíferos 7 años de pontificado) y sea amable con el Pueblo de Dios, más allá de las problemáticas internas (todos sabemos de qué hablo ) y situaciones políticas que afecten al mundo entero como son la guerra del Medio Oriente, las pruebas nucleares de Corea del Norte, la ofensiva de Bolivia frente a Chile por el problema del mar, etc.
El fragmento del texto es una entrevista entre una periodista "ácida" y el protagonista, dicho cardenal, asesorado por un monseñor que trabaja en los medios de comunicación de la Santa Sede, tocando temas algo complejos, más la trama de la historia.
 
 
 
Con miras a prepararse para su entrevista con Steffi Guillermin, el Cardenal Luca Rossini había convenido en tener una sesión preparatoria de media hora, en la Sala Stampa, con Monseñor Ángel Novalis. Como mentor, era ideal: breve, lúcido, desapasionado. Primero le hizo un retrato.
-Es una mujer con mucho estilo y una mente despierta. Vendrá preparada en el tema y su vocabulario. No le interesan los hombres como compañeros sexuales, pero exige que reconozcan su inteligencia y su estilo. Puede confiar en que las citas de lo que diga serán exactas, que no se privará de algunas descripciones ácidas acerca de sus actitudes frente a las preguntas y alguna perspicacia que tal vez lo sorprenda. No aceptará nada “off the record”. Su actitud es que usted ha aceptado las reglas del juego. ¿Temas? Desde luego, se referirá a la relación personal del Pontífice con usted. Y por supuesto querrá hablar de su drama personal: cómo fue rescatado de los militares y cómo fue su posterior salida de Argentina. Mi hipótesis es que tendrá más información de la que usted puede suponer. A estas alturas, todo el mundo sabe que el marido de la señora de Ortega ha sido propuesto para ser el próximo embajador argentino ante el Vaticano...
-Lo que nos lleva directamente a las Madres de la Plaza de Mayo.
-Sí.
-Y, puesto que usted estará presente en la entrevista, eso suscitará sin duda la pregunta sobre la participación o compromiso de miembros del Opus Dei en la guerra sucia que hubo en Argentina. ¿Tiene alguna información para mí sobre eso?
-Guillermin es demasiado profesional para hacerme preguntas a mí esta vez. Ésta es su entrevista, eminencia. Yo no seré más que un cero a la izquierda. Mi consejo es que dé sus propias respuestas y que no trate de adivinar cuál será su comentario ni instruirla en la fe. Algunos de sus eminentes colegas ya han caído en esa trampa. Tendrá que responder, inevitablemente, dos preguntas generales: ¿Cuál es el estado actual de la Iglesia y qué tipo de Papa necesitamos? Cada una de ellas viene con su propia trampa incorporada. Si la Iglesia no funciona bien, ¿a quién se ha de culpar? Si la Iglesia necesita reparaciones, ¿quién es el hombre indicado para arreglarla? Y su respuesta a esta última pregunta podría traerle problemas con el Colegio Electoral entero. ¿Alguna otra pregunta, eminencia?
-Volvamos a la que no me respondió -dijo Rossini-. ¿Cuál es su respuesta personal a las acciones de ciertos miembros del Opus Dei en mi país durante la guerra sucia?
La pregunta lo pilló completamente por sorpresa. Se puso rojo como un tomate. Abrió la boca y volvió a cerrarla. Luego se sentó y se quedó en silencio con la vista fija en el dorso de las manos. Finalmente alzó la cabeza para mirar a Rossini. Habló con voz firme, y su respuesta fue estudiadamente formal.
-Usted no es mi confesor, eminencia. Así que no estoy obligado a responder esa pregunta.
-Lo entiendo.
-Entonces, eminencia, ¿para qué pregunta?
-Porque primero en mi vida personal y ahora en mi vida colegiada como cardenal, la cuestión reviste una importancia especial. Hace un momento, cuando planteé la pregunta, usted prefirió no darme orientaciones ni siquiera sobre cómo podría serle respondida a la prensa. Por eso se la hice otra vez en confianza. Hay pruebas, pruebas inequívocas, de que hubo miembros del Opus Dei involucrados directa o indirectamente en las actividades represivas de los militares en Argentina. Hay pruebas de que ellos han ayudado a ocultar pruebas de crímenes cometidos en la guerra sucia. Lo tengo a usted considerado como un hombre recto y honorable. Y me gustaría saber cómo explica estas anomalías. Yo también tengo cuestiones de conciencia que resolver y me gustaría tener la cabeza bien despejada cuando tenga que enfrentarme a mi inquisidora.
-Entonces la respuesta tendrá que ser taquigráfica, eminencia.
-Acepto.
-Empecemos con esta proposición: como grupo, el Opus Dei no es ni popular ni populista. Es elitista. Está basado en la reserva. Se relaciona con grupos de poder en la justicia, las finanzas, la política. Se esfuerza, no siempre con éxito, por aplicar los principios cristianos a la mecánica del orden social. Sus orígenes, como los de los jesuitas, son hispánicos. Su ascetismo, si usted quiere, también es hispánico. Por mi parte, debo reconocer que la formación que me dio me permitió sobrevivir a un período sumamente difícil de mi vida. Pero, como usted y yo sabemos, el poder es un juego peligroso y corruptor, especialmente cuando uno tiene de su lado a Dios y al Vicario de Cristo... Nuestra sociedad constituye un grupo de presión muy fuerte en las iglesias españolas y latinoamericanas... Zonas en las que, permítame decirlo, el juego del poder se ha ejercido de la manera más brutal. Si me pide pruebas de cómo estuvimos involucrados, no puedo darlas. Están enterradas a demasiada profundidad. Yo he preferido no investigar a más profundidad que a la que estoy obligado. Igual que usted, eminencia, he vivido y trabajado bajo el más estrecho patrocinio personal del difunto Pontífice, quien le otorgó a nuestra sociedad un lugar especial en sus planes. Su Santidad ejerció una poderosa influencia en la caída de los regímenes comunistas de Europa oriental. En política y en la Iglesia, se inclinó más hacia la derecha que hacia la izquierda... De modo que, viviendo tan cerca de la sede del poder, me ha sido fácil disociarme de sus abusos, cubrirme la cabeza con la capucha como un monje de la antigüedad y decirme a mí mismo que Dios y el Santo Padre saben qué es lo mejor para el mundo. ¡Ahora no estoy tan seguro! ¿Qué hacer al respecto entonces? Tampoco estoy seguro, especialmente con todos los cambios que traerá un hombre nuevo. Así que me limito a esperar. ¡Lucho con mi conciencia, y en mis oraciones pido la luz y las fuerzas que un día necesitaré para limpiar mi propio rincón en la casa de Dios! -Se interrumpió. Sus delgadas facciones se distendieron en una sonrisa y su voz recobró su habitual tono irónico-. Ya ve lo fácil que es olvidar la disciplina y dejarse llevar por una emoción excesiva.
-Su exceso ha sido un regalo para mí -dijo Luca Rossini-. La luz del día aparece lentamente, ¿no es cierto?
-Demasiado lentamente a veces. Pero permítame que le repita mi advertencia, eminencia. Steffi Guillermin es una entrevistadora seductora. Tiene una enorme inteligencia y le gusta exhibirla. Recuérdelo: tiene agua helada en las venas y ácido en su pluma.
La entrevista se realizó en una sala de la Oficina de Prensa. Guillermin y Rossini se sentaron frente a frente, separados por una pequeña mesa. Ángel Novalis se sentó a un lado, fuera de la línea de visión de ambos. Su grabadora estaba junto a la de Guillermin, sobre la mesa. La entrevistadora comenzó sin rodeos.
-Usted es un hombre ocupado, eminencia. Le agradezco que haya aceptado esta entrevista. Empecemos con las grandes preguntas. ¿Qué es lo que le está pasando a la Iglesia?
-Lo mismo que le ha estado pasando a lo largo de dos mil años: ¡la gente! Los hombres y las mujeres, y también los niños, que forman la familia de los creyentes. Ésta no es la comunidad de los puros y los perfectos. Son malos, buenos e indiferentes. Son ambiciosos, avariciosos, temerosos, lujuriosos, y constituyen una muchedumbre de peregrinos unidos por la fe y la esperanza, y por la difícil experiencia del amor.
-Seamos más específicos entonces. Usted, en su carácter de funcionario clave de la institución, ¿cómo describiría su situación actual?
-Alguna vez se la ha llamado la «barca de Pedro». Es una buena metáfora. Es un barco, un barco muy viejo, que navega por aguas turbulentas. Ha sido bien construido, sus estructuras fundamentales son sólidas, pero su madera cruje: parte de él está comido por los gusanos y debe ser reemplazado. Las redes están raídas, las velas han sido remendadas una y otra vez. Se agita en las depresiones de las olas y se tambalea en sus crestas, en todos los océanos, pero todavía sigue a flote y la tripulación todavía la gobierna, aun cuando, a veces, sus miembros parecen también un ramillete de lo más variopinto.
-Y ahora, por supuesto, ha muerto el capitán. Usted es una de las personas, de las muy pocas personas, que tienen que elegir un nuevo capitán. ¿Qué cualidades especiales aporta usted a esa tarea electoral?
-Muchas menos de las que usted podría suponer. Sé cómo trabaja la burocracia, aunque tengo poca afición y menos talento para ella. Como quiera que sea, el proceso electoral es un juego de fuerzas e intereses dentro de un pequeño cuerpo formado por sujetos sumamente diferentes, y a veces un bicho raro como yo puede inclinar la votación en un sentido o en otro; al menos eso me han contado aquellos que han asistido a un cónclave. Para mí, éste será el primero.
-El pontificado de Su Santidad fue muy largo. ¿Eso es bueno o malo?
-Bueno o malo, es un hecho que produce ciertas consecuencias.
-¿Podría ser más específico, eminencia?
-No hay ningún misterio en ello. El proceso de envejecimiento produce ciertas consecuencias inevitables. El catálogo es bien conocido. Las arterias se obstruyen. Las articulaciones pierden elasticidad. Las funciones cerebrales pueden sufrir cambios radicales. También hay cambios psicológicos. El anciano puede tornarse temeroso, paranoico, incluso tiránico. En las sociedades humanas que viven bajo un régimen que se prolonga en el tiempo, se verifican cambios análogos.
-¿Esto no hace pensar que podría ser necesario realizar cambios en el sistema tradicional? ¿Una edad de retiro obligatoria para un Pontífice, o una revisión de las normas acerca del retiro o la destitución fundados en un estado de incapacidad?
-Ésas son cuestiones de legítima preocupación para toda la Iglesia. Sí.
-Pero, en última instancia, tal como están las cosas, ¿esas cuestiones pueden ser resueltas por un hombre, el Pontífice reinante?
-Es verdad.
-Y si los acontecimientos siguen su curso normal, ¿qué Pontífice habría de ordenar su propia ejecución?
Rossini echó la cabeza hacia atrás, riendo.
-¡Un punto para usted!
-El diario secreto del difunto Pontífice enfatiza ese punto. Se ha planteado una acusación según la cual fue robado por el ayuda de cámara del Papa, y nosotros, junto con otros medios, lo estaríamos publicando ilegalmente. ¿Está enterado de eso?
-Estoy enterado, sí.
-¿El diario es auténtico?
-Hasta donde yo sé, lo es.
-¿Fue robado?
-Hay una fuerte presunción en ese sentido.
-Uno de los pasajes del diario dice lo siguiente: «En la curia hay quienes piensan que mi decisión de promover a Luca Rossini es un error. Aseguran que es dado al secreto, arrogante, y que desecha demasiado rápidamente las opiniones contrarias a las suyas. Yo sé lo que significan estas críticas. A menudo he tenido que reprenderlo por su tendencia a poner demasiado énfasis en sus argumentos. Pero sé por lo que ha pasado. Sé con cuánta tenacidad ha 1uchado por mantener la integridad de su espíritu atormentado. Me ha confesado el afecto profundo y perdurable que siente por la mujer que le salvó la vida. Creo que esa experiencia ha dado un carácter y un valor muy especiales a su servicio a la Iglesia. No puedo protegerlo del escándalo, la calumnia ni el rumor hostil. Él consideraría muy por debajo de su dignidad el buscar esa protección. Su razonamiento es muy simple. Una vez me dijo: "Santidad, he sido desnudado frente a mi propia iglesia y azotado hasta que mi carne se convirtió en una pulpa sanguinolenta. Estuve a punto de ser violado. Mi agresor fue muerto de un balazo un instante antes de penetrarme... ¿Qué pueden hacerme los rumores?". Cuando lo nombré cardenal tuve ese pensamiento en mente. Mi fantasía me llevó a pensar en cómo actuaría él si estuviera sentado en el trono de Pedro. Pero luego pensé en otros que sobrevivieron a la tortura y fueron considerados papables... Beran, Slipyj, Mindszenty. Todos ellos de alguna manera fueron mutilados...». ¿Tiene algún comentario sobre eso, eminencia?
-Ninguno.
-¿Es usted un espíritu profundamente atormentado?
-Digamos que estoy cojo, como Jacob después de su lucha con el ángel.
-¿Cómo ve su futuro?
-Para mí, cada día es un nuevo día. Lo tomo como viene.
-¿Los comentarios del Pontífice le molestan?
-Me molesta que su intimidad haya sido invadida con la publicación del diario.
-Esta mujer por la que usted siente un afecto profundo y perdurable, ¿qué puede decirme sobre ella?
-Le debo la vida. Eso lo dice todo, creo.
-Según mi información, su nombre es Isabel Ortega, Menéndez su apellido de soltera. Está casada con un diplomático argentino, Raúl Ortega, cuya familia la protegió durante la guerra sucia. Tiene una hija de veinticinco años.
-Está usted muy bien informada, señorita. Le diré una cosa: no tengo intención de seguir hablando de este tema con usted.
-¿El episodio está cerrado entonces?
-Por favor, señorita, no juegue conmigo. No estamos hablando de episodios o incidentes, sino de mi perdurable gratitud. Cuando fui por primera vez a Japón, cumpliendo una misión personal para el Santo Padre, se me instruyó acerca de los hábitos y costumbres de aquel país. Se me advirtió, entre otras cosas, que no interviniera de ninguna manera en un accidente callejero, y que dejara más bien que la víctima fuera auxiliada por otros. Si intervenía, me arriesgaba a contraer una relación de obligación con la víctima de por vida, relación de la que bajo ningún concepto yo podría hacerme cargo.
-¿Cuál es la moraleja de esa historia, eminencia?
-Agobiar a la mujer que me salvó la vida con la carga de una relación permanente era algo que yo no podía ni debía hacer, y no lo hice. Ahora veamos qué otras preguntas tiene preparadas.
-Antes de eso, eminencia, permítame decirle algo, por favor. No puedo evitar tratar este tema, en el contexto del diario del Pontífice, y de la elección en sí misma. En realidad, me ha sido planteado por algunos de sus colegas.
-No le preguntaré quiénes son esos colegas.
-Mejor que no. Tengo entendido, por una entrevista que tuve con el cardenal Matteo Aquino, el Nuncio Apostólico de Argentina en ese tiempo, que usted ha accedido a actuar como mediador en un conflicto entre él y las Madres de la Plaza de Mayo.
-¡Un momento! ¿Dice usted que ha entrevistado al cardenal Aquino?
-Entre otros, sí.
-¿Y él le ofreció esta información?
-Sí.
-¿Cuándo fue esa entrevista?
-Ayer, aproximadamente a esta misma hora. ¿Por qué? ¿Pasa algo malo?
-No. No pasa nada. Es cierto que discutí esa posibilidad con él. Me parece raro que haya revelado una cuestión tan delicada en una entrevista periodística.
-¿Tan delicada es la cuestión, eminencia?
-Muy delicada.
-Me pregunto por qué usted ha accedido a defender a Aquino.
-Una vez más, señorita, su lenguaje es inexacto e impreciso. Lo que he aceptado no es defender a Aquino, sino actuar como mediador en una discusión acerca de las acusaciones que las mujeres están levantando contra él.
-Eso podría ser interpretado como un muy eficaz alegato en su defensa, o en defensa de las políticas de Roma y de la Iglesia argentina.
-Sería una interpretación falsa.
-Entonces ¿cómo describe usted lo que ocurrió en su país, eminencia?
-Demasiados de los nuestros vendieron su alma al diablo.
-¿Para qué, eminencia?
-Una ilusión de orden, estabilidad, prosperidad. La ilusión, vieja como el mundo, de que se puede erradicar las ideas con las armas y los instrumentos de tortura.
-¿Por qué está dispuesto entonces a confortar a Aquino, quien según su propia confesión le procuró como mínimo cierto consuelo al régimen?
-Porque tiene derecho a una presunción de inocencia por mi parte, y porque como cristiano estoy obligado a encontrar en mi corazón el perdón para aquellos que me han hecho daño.
-¿Lo ha logrado, eminencia?
-Trabajo en ello. -Rossini hizo una mueca de disgusto-. No lo he logrado aún.
-¿Puede explicar por qué?
-Sí. Como bien dice el difunto Pontífice, todavía soy un hombre con muchos defectos, y consciente de mi propia capacidad para el mal.
-¿Esa capacidad lo asusta?
-Oh, sí, desde luego. La prevalencia del mal es el misterio más oscuro y espantoso del universo.
-Entonces ¿cómo ve usted el papel de la Iglesia en la lucha contra el mal?
-Como una comunidad de creyentes, formada en la fe y la esperanza, apoyada y enriquecida por la caridad, que lleva a todas partes la buena nueva de la Redención. Pero la comunidad tiene que renovarse día tras día.
-Hablemos del papel de los dirigentes en esa renovación.
Rossini meneó la cabeza, sonriente.
-Ésa es una enorme lata de legumbres. Ni usted ni yo podríamos digerirla en una entrevista tan corta.
-Se lo diré con otras palabras entonces. Dentro de unos pocos días usted ingresará en el cónclave con otros cien o más miembros del Colegio Cardenalicio para elegir un nuevo Pontífice. ¿Qué clase de hombre estarán buscando?
-Puedo hablar sólo por mí mismo, como elector individual.
-Sin embargo, todos ustedes comparten un interés común: el bien del pueblo de Dios.
-Pero como somos humanos, estamos divididos en lo que respecta a cómo debería ser servido ese interés.
-Se afirma que el Espíritu Santo está presente en el cónclave ¿No es verdad?
-Invocamos al Espíritu. -El tono de Rossini era tranquilo-. No hay ninguna garantía de que todos, o algunos de nosotros, estemos abiertos a sus mensajes.
-¿Y el hombre que usted elija estará habitado por el Espíritu?
-Rezamos para que lo esté, pero él también estará sometido a las tentaciones cotidianas del poder, que como alguna vez escribió un gran inglés, tiende siempre a corromper.
Y Satanás lo llevó hasta la cima de una alta montaña -Steffi Guillermin citó de memoria el conocido texto-, y le mostró los reinos del mundo y la gloria desde allí.» Así que, verdaderamente, eminencia, usted y sus colegas están embarcados en una empresa de alto riesgo. Y el riesgo resulta doble, ¿verdad?, por el dogma de la infalibilidad papal, que en los últimos tiempos ha sido interpretado de maneras muy diversas.
-Yo lo expresaría de otro modo -dijo Luca Rossini-. Creo que se sirve mejor a la Iglesia, no cuando se invoca la infalibilidad sino cuando se dispensa la caridad con la máxima abundancia posible.
-Hablemos de la caridad entonces: el amor divino y el amor humano.
-Dos caras de la misma moneda.
-Y el acto sexual es una expresión de ese amor.
-Debería serlo. No siempre lo es. A veces es una invasión, a veces es una degradación. Como, por ejemplo, el abuso sexual cometido por clérigos o docentes religiosos.
-Y usted, más que nadie, debe considerar inaceptable ese tipo de abuso.
-Así es, y considero que su ocultamiento por autoridades de la Iglesia agrava el delito.
-¿Qué me dice de los que lo cometen?
-Tenemos que admitir que algunos de nuestros sistemas de formación han contribuido a convertirlos en delincuentes. No podemos mantenerlos circulando furtivamente por los sistemas pastorales o educacionales.
-¿Se les debe perdonar?
-Ellos, como todos nosotros, deben tener la oportunidad de cambiar y buscar el perdón.
-La ordenación de mujeres: ¿cuál es su posición al respecto?
-Mi posición es la que el difunto Pontífice nos ordenó sustentar: estoy contra la idea. Hasta que una sapiencia posterior cambie la orden, y mientras siga ocupando un cargo oficial en la Iglesia, no hablaré contra ella.
-¿Qué posibilidad hay de que alguna de esas posiciones cambie? ¿Una decisión papal, su propia posición dentro de la Iglesia?
-A pesar de los rumores y de las presiones en contra, creo que la posición papal podría cambiar. ¿Mi propia posición? Como todos los que estamos en la curia, renuncio automáticamente y me pongo a disposición del nuevo hombre.
-¿Qué opina acerca de la convivencia de las parejas gays o lesbianas? ¿Se les debería conceder el estado marital?
-Pienso que no, aunque se les debería dar un reconocimiento civil como convivientes con derechos y obligaciones mutuas.
-¿Y con respecto al lado físico y emocional de sus vidas?
-La Iglesia proclama un ideal cristiano de castidad. No puede, y no debe, intervenir en el comercio de la cama matrimonial.
-Eso suena bastante cínico.
-No es la intención. Hombres y mujeres son criaturas muy complejas. Repito: más que prescripciones legales necesitan amor.
-¿Y las prescripciones morales?
-La Iglesia señala el camino. Somos libres de aceptarlo o rechazarlo. Si elegimos el camino equivocado, la Iglesia nos tiende la mano para ayudarnos a regresar al camino correcto. Es para lo que sirve una familia, ¿no es cierto?
-¿Ha pensado acerca de dónde le gustaría estar, o qué le gustaría hacer en esta etapa de su vida?
-No estoy seguro de poder responder a esa pregunta. Las palabras que rondan mi mente en estos días son las que Goethe pronunció en su lecho de muerte: “Mehr Licht”, más luz.
-Se nos acabó el tiempo, señorita -dijo Ángel Novalis desde su puesto de observación.
-Hemos terminado. -Steffi Guillermin apagó su grabadora. Se puso de pie y tendió la mano para despedirse-. Gracias por el tiempo y la molestia, eminencia. Espero hacerle justicia.
-¿Tiene idea de cuándo se publicará?
-Dos días antes de que comience el cónclave.
-Así que me arroja, como a Daniel, a la guarida de los leones. -Lo dijo riendo, y Guillermin rió con él.
-Si yo fuera un león, eminencia, me esforzaría por trabar amistad con usted.
Mientras la acompañaba hasta la salida, Ángel Novalis agregó su propia conclusión:
-Se lo advertí. Es un hueso duro de roer.
-Me hizo sudar cada maldita línea. Es un tipo realmente formidable. Me gustaría hacer una pequeña apuesta por él en la quiniela electoral del Club de la Prensa.

martes, 19 de febrero de 2013

¿Abrir la ventana otra vez?

 
"Son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor".
(Corintios 13)
 
Por la publicación de un tema anterior, me llevó a pensar a otro tema por el que a algunos nos ha dejado con dudas, mientras otros ya no la esperan, y me refiero a la renovación de la Iglesia.
Sin duda, no es tema fácil de tratar, especialmente cuando se trata de nuestras acciones y las repercusiones en la vida de los demás y más aún si se trata de millones y millones de almas. Reconozco que tratar el tema aquí es difícil, no porque sea tabú (no lo es) sino que abarca muchas cosas y elementos nuestros, por lo que he pedido ayuda a una amiga a quien quiero bastante. Aun así, me atreví a hacerlo por los aires de cónclave que se acercan apenas se declare Sede Vacante el 28 de febrero, porque sé que muchas personas se proyectan en los candidatos y quién será el nuevo Papa y que acciones tomará.
Hablar de renovación para muchos es coger una manzana del árbol de la discordia. Algunos hablan de modernidad, de abolir lo que está "pasado de moda", de "hacer limpieza", eliminar alzacuellos y distancias entre los asientos y el altar; otros lo relacionan con cambios esenciales y necesarios para caminar al mismo tiempo con el mundo; o la necesidad de dar respuestas a temas candentes y complicados; pero considero que los cambios son inútiles si no los hacemos por amor y lo hacemos por regla. Ahí está (o debería estar) la clave para una verdadera renovación. Más que la definición del concepto, es necesario tener claro la finalidad de ésta.
¿Son necesarios los cambios? Y si piden cambios ¿Qué cosas se deberían cambiar? ¿Qué cambios debería procurar el nuevo Papa? Para los que no desean cambios ¿Qué cosas se deberían mantener y qué otras tanto mejorar? ¿Por qué dejar las cosas tal como están y en qué se basan? ¿Es necesario un Papa reformador, con un verdadero sentido del progreso? ¿O ante la creciente agresión y persecución a la Iglesia se necesita un Papa con mano de hierro que logre acallar todos los conflictos internos? ¿O un Papa con un corazón dócil, que nos ayude a comprender voces diversas, dentro y fuera de la Iglesia, para ser verdaderos testigos de la paz de Cristo? ¿Un Papa compasivo, con corazón de pastor, que sane las heridas de una Iglesia profundamente herida con los escándalos que nos ha sumido en una crisis y sepa lo que necesitan las ovejas? ¿Es necesario el lenguaje del corazón o el de la autoridad (considerando que hablar ambos idiomas es imposible)?
Yo tengo mis dudas, no sé qué dicen ustedes, pero tengo muy presente las palabras del Papa Benedicto XVI en su penúltimo ángelus del domingo antes de su retiro espiritual: "La Iglesia, que es madre y maestra, llama a todos sus miembros a renovarse en el espíritu, a reorientarse decididamente hacia Dios renegando del orgullo y del egoísmo para vivir en el amor". Esto me lleva a pensar en lo siguiente: El servicio que prestan varias personas en sus respectivas comunidades ¿Lo hacen de corazón o por obligación? ¿Lo hacen por seguridad propia, sin dar oportunidad a otras personas para que también puedan servir pastoralmente? ¿Se han permitido las voces jóvenes? ¿O se han afincado en la gerontocracia (gobierno de los ancianos), relegando a los jóvenes y a los niños a un segundo plano? En este último tiempo, el Papa nos ha dado la lección de que el ministerio petrino no es ser “jefe” del magisterio del pensamiento, sino un ministerio de unidad y de comunión. Las palabras de Cristo encierran la clave a través del evangelio de San Marcos cuando nos dice que "Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de género nuevo, porque la tela nueva encoge, tira de la tela vieja, y se hace más vieja la rotura. Y nadie echa vino nuevo en envases de cuero viejos, porque el vino haría reventar los envases y se echarían a perder el vino y los envases. ¡A vino nuevo, envases nuevos!".
Y esto, a su vez, también nos lleva a pensar en otro punto: ¿Por qué participar en la vida de la Iglesia? ¿Solamente porque va la persona que le agrada? ¿O quizás va forzado/a? ¿O porque el curita es de su afinidad? ¿O porque hay un deseo de parecerse a Cristo, reconociendo además que se está necesitado/a del perdón? ¿Se agradece o solo se pide cosas? ¿O existe una participación activa pero sin interés en los demás? ¿Realmente se sienten parte de una comunidad, una familia o se sienten desconocidos entre desconocidos, en vez de sentirse hermanos y hermanas en la fe, todos hijos de un mismo Padre? ¿Hay amor? ¿Existe empoderamiento en los laicos, cuando el sacerdote necesita colaboración, o no hay diálogo?
Y también nos conduce a otro punto: el testimonio. Una fe sin obras es una fe muerta. ¿Hay un verdadero testimonio en la vida de los cristianos? ¿O solo es apariencia, cayendo en un "fariseísmo cristiano"? ¿Esto ha sido la razón por la que los templos no se llenan? ¿O acaso será porque hay poco amor y ellos, al no recibir el amor que esperan, se van alejando? ¿Hay verdadero amor en las comunidades? ¿O solo hay interés, competencia, envidia y conflictos? ¿Podría ser también el “aburguesamiento” de la fe (buscar posición social y/o económica a través de la pertenencia a algún credo)? Lo que he visto en algunos iglesias de Asia es anotar una lista los nombres de quienes van a misa, y a los que rara vez participan o están de paso (de otra ciudad o país) son recibidos con gran acogida al finalizar la misa, ya que los mencionan como parte de los avisos parroquiales. Conozco el caso de un mexicano en Japón, que jamás había visto tal cosa, confesando que casi nunca iba a misa pero quedó agradecido por ese gesto tan significativo.
Muchas personas, aunque muchos se esfuerzan hasta las últimas consecuencias, no ven a un seguidor de Cristo con buenos ojos. Un judío le escupiría al paso, un ateo se burlaría, o un musulmán amenaza con la muerte a alguien que se convierte en cristiano. Entre diferencias de credo, surgen problemas incluso entre familias. ¿Hay presencia de posiciones teológicas peligrosamente estrechas o peligrosamente amplias? ¿O depende de cómo se debería enseñarla? ¿Será necesario volver a abrir las ventanas para que entre aire fresco? ¿Realmente hay un verdadero cumplimiento del mandamiento de Cristo cuando dijo “Ámense los unos a los otros” o somos inquisidores en nuestras acciones? ¿Realmente hay un interés de unificación o de división, considerando que en cada Eucaristía siempre se implora “Un solo Señor, una sola Iglesia, una sola fe”; “llenos del Espíritu Santo formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”; o las palabras literales de Cristo “Que todos sean uno”? ¿Somos así, incluso con quienes están en búsqueda de Dios o quienes no tienen interés en buscarle? ¿Se ha olvidado retomar la caridad?
Volviendo al seno de nuestra Iglesia, en cuanto a lo “administrativo”. ¿Realmente es eurocéntrica, por mucha colegialidad y diversidad de rostros y culturas que se perciben en cada ministro y prelado de la Iglesia? ¿La pasión por legislar y organizar ha terminado por perder de vista los propósitos divinos? Si se acabara el eurocentrismo y se diera paso a una mayor diversidad cultural en nuestra Iglesia jerárquica ¿El choque cultural y de idioma supondría interferencias en la transmisión de la Buena Nueva, considerando que el lenguaje es imperfecto, construido por el hombre, cambiante por cada cierto tiempo? ¿Existe disponibilidad para un pentecostés en la globalización del siglo XXI? ¿Algunos clérigos realmente son ejemplo del Buen Pastor (escuchar y saber lo que necesita el Pueblo de Dios)? ¿Realmente se les alimenta con el Pan de la Vida, o se les alimenta con piedras? ¿Se les alimenta con amor o con legislaciones? ¿Conocen de verdad el lenguaje y la práctica de su pueblo, o son ajenos a ello? Y si es que lo son ¿Hay interés en ello por ser mejores pastores? ¿O el propio pueblo les ayuda a ser mejores pastores, habiendo una relación interactiva entre ellos? ¿O será que hemos olvidado que los pastores también son ovejas? ¿Hay necesidad de otro nuevo Concilio? En el aspecto vocacional ¿Realmente los que sienten llamados a la vida consagrada tienen deseos de ser pastores o de ser burócratas de la fe? Además de orar por las vocaciones ¿Hay otras acciones que se hacen por ellos? ¿En los jóvenes buscan diversidad o uniformidad para “reclutar” seminarios? ¿Cantidad o calidad? ¿Propician oportunidad para ello, dando espacio a la acción de Dios? La llamada crea la vocación, y la vocación crea al pastor.
En cuanto a Pueblo de Dios. ¿Son activos o pasivos en cuanto a participación externa e interna? ¿Hay conciencia de libertad religiosa, o creen porque sus padres creyeron? ¿Hay un análisis de por qué abrazan la fe? ¿Será eso un gatillante de la ignorancia religiosa? Si esto es así, es notoria la necesidad de aferrarse al extremo de imágenes religiosas, atribuyendo casi algo mágico, llegando a ser supersticioso, observando muchas medallas y estampas pero poca devoción. ¿Cómo enfrentar este dilema, si ellos se resisten a aceptar otras posiciones, venga de quién venga? ¿Hacerles entender en nombre de la autoridad o del amor (vuelve la pregunta)? El aferrarse al algo físico ¿Es una gran limitante a llevar una vida de fe? ¿Será posible dar un salto de fe en plena oscuridad en medio de un abismo? ¿Se tiene suficiente fe para ello? Rene Descartes había dicho que “el hombre está en el medio, entre Dios y la nada, y debe elegir”. Es necesaria una búsqueda de ese Dios que comparte nuestras derrotas y caídas: el Dios que nos revela Cristo, el Dios de la impotencia, del despojamiento, de la frustración, de las lágrimas amargas, que no resuelve la cuestión del mal, la cuestión de la muerte pero que la afronta, solo, desnudo, llorando y en medio de la angustia, abandonado incluso por su Padre. Y así la atraviesa y triunfa sobre ella. Este encuentro radical y profundo solo puede ser encontrado y servido en el corazón de nuestra propia pobreza, despojarnos hasta el extremo. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Jesucristo, en su Ascensión, prometió que estaría junto a nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. Pero ¿De verdad hay fe o se deposita la confianza únicamente en los medios? ¿Realmente la gente es dócil a la sabiduría de Dios, aun cuando para otros es locura? ¿Hay apertura a lo improbable, a lo inesperado, a aguardar sin esperar nada, sin cuestionamientos, como arcilla que se deja moldear por Dios para ser un vaso nuevo? ¿Realmente se ama sin medida, o hay mezquindad? ¿Se perdona de una vez, o de a poco? ¿O no hay perdón?
No pido que estas preguntas sean contestadas enseguida, ni siquiera que las escriban, sino que las tengan presente. Según nuestras realidades y nuestra forma de buscar a Dios, las respuestas cambiarán. Quizás haya olvidado algunas preguntas, o ustedes tienen otras preguntas que a mí no se me ocurrió hacerlas. Son para nuestra autocrítica como miembros de la Iglesia, visto desde dentro y desde afuera. También son preguntas que nos deben iluminar para orar por el cónclave que se viene para que el Espíritu Santo ilumine al Colegio Cardenalicio y así elijan al prójimo hombre que le toque calzar las Sandalias del Pescador. Sabemos que no la tenemos nada de fácil, pero Dios siempre ha estado con nosotros en estos casi 2000 años. Cada uno/a de nosotros/as somos hijos de la Iglesia, somos la Iglesia, somos Iglesia. Sal de la Tierra y luz del mundo, nosotros mismos somos los que debemos comenzar por los cambios. Ser luz para alumbrar las oscuridades de otros, incluso entre nosotros mismos. Dar sabor a un mundo desabrido y a los amargos. Servir y no ser servidos, anunciar y denunciar. No olvidar que Cristo es el protagonista y no nosotros, por mucho que nos necesite.
Con nuestras dudas y limitaciones, marcaremos la diferencia en el mundo.
 
P.D.: Muchas gracias Jocelyn por tu apoyo, por las inquietudes planteadas y por las respuestas. Te quiero mucho, mi querida amiga.

lunes, 18 de febrero de 2013

El día que prohibieron la entrada a un obispo.

 
Ayer, momentos antes de llegar a Catedral para la misa dominical de la tarde, sucedió que un hombre de cara redonda, de gafas, afable y que bordeaba por la cincuentena, subió al presbiterio.
En ese momento, uno de los agentes pastorales de la Catedral (al que llamaremos "S"), le salió al paso.
-Disculpe caballero, no se puede transitar por el presbiterio.
El aludido contesto.
-Ah, perdone usted, estoy buscando a Mons. Gaspar.
-En este momento no está disponible. Pero si gusta, puede esperarlo hasta que termine la misa.
-Es que no puedo quedarme.
-Lo siento mucho, pero no puedo hacer nada.
-Qué lástima. Andaba buscando al P. Gaspar porque soy el P. Jorge, el Obispo de Illapel.
"S" se quedó helado con una sensación incómoda y violenta de que cruzaran hielo y fuego por la columna vertebral al escuchar "Obispo de Illapel". No sabía que durante todo este tiempo estaba hablando con un obispo y que más encima, no lo dejaba pasar a la sacristía. No lo supo, porque no vestía como un sacerdote (usaba una camisa manga corta), ni siquiera usaba la cruz pectoral, pero notó en su mano derecha su anillo episcopal. S, algo nervioso, se disculpó.
-Perdóneme, Monseñor, pero es que no podemos dejar pasar a la gente, por el presbiterio, usted sabe...
-Sí, yo entiendo. No se preocupe. Está bien.
-Incluso no está vestido como sacerdote.
-Es que estoy de paso por acá, estoy de vacaciones. Ando "mochileando" nomás. Yo duermo donde la noche me pille. ¿Podría decirle al P. Gaspar que lo estoy buscando?
"S" fue enseguida corriendo a la sacristía a buscar al P. Gaspar, por lo que un diácono que estaba presente le preguntó el porqué de tanta prisa, y S le explicó que el Obispo de Illapel lo andaba buscando. Ambos fueron casi corriendo a la casa a buscarlo (y eso que entre la casa y la sacristía hay una distancia de unos pocos pasos), por lo que el P. Gaspar apareció al poco tiempo.
Como era de esperar, ambos obispos se quedaron conversando, por lo que al final de la misa, "S" les invitó a comer en su casa.
Un suceso tan pequeñito casi hizo que todo se pusiera "patas arriba". Una de esas anécdotas inocentes que nos pillan volando bajo. Más de alguno de nosotros las hemos tenido.
Solo procuremos no estar preparados, pero sí estar disponibles a estos chascarrillos que nos confrontan.

domingo, 17 de febrero de 2013

Latín: lengua muerta no tan muerta.

 
He tenido una discusión con alguien que al parecer, le importa poco la Tradición (camino hecho por la Iglesia), cosa que yo interpreté como un menoscabo a la lengua oficial de la Iglesia y a la Misa Tridentina (que también se puede celebrar en la actualidad, puesto que el Concilio Vaticano II no ha ordenado su abolición, aunque sí ha creado el Novus Ordo Missae (misa que conocemos en la actualidad, en lenguas vernáculas). Lo que sí he compartido con esa persona es la necesidad constante de la renovación de la Iglesia, pero ýo insistía mucho en la renovación pero no en lo externo sino en lo interno. Me exponía su crítica al clero de sotana y todo eso, pero es que no sacamos nada con vestir a un sacerdote con jeans, polera y zapatillas si no hay cambios en el corazón y si no actúa como tal. A mí no me importa si un sacerdote viste de sotana, de clergyman, de deportivo o de civil, porque siempre será sacerdote. A mí no me importa en lo más mínimo dar apariencia de que somos modernos, porque prefiero decir la verdad de Cristo, duela a quien le duela. Prefiero que me miren de reojo antes que quedar bien con todos. Pero bueno, quizás toque el complejo tema de la renovación de la Iglesia en estos días, ya que el tema da para mucho y siempre he tenido la misma discusión con varias personas, de las que he sacado diferentes conclusiones. No les pido que estén de acuerdo conmigo, pero me gustaría exponer este tema en el blog, ya que es improbable que esto quede fuera del cónclave (estamos más que seguros que esto es necesario, y que será un elemento a tocar en el Colegio Cardenalicio al declararse la Sede Vacante). De esta cesta que llevo, creo que todas estas manzanas son de un árbol llamado discordia.
Y bueno, una de estas manzanas de la discordia es el latín. Una amiga muy querida, a quien quiero bastante, me ha mostrado su interés por el latín y aunque no sé mucho del idioma (una que otra frase y palabras sueltas), el latín me ha ayudado a comprender el español, a comprender el significado de las palabras sin recurrir a un diccionario por su etimología, etc. Y quienes dicen que el latín es un idioma obsoleto, están errados (total, el título ya lo dice). Y el que no me crea, que siga los links para salir de su condición de demonio (me refiero al "Errare humanum est, perseverare autem diabolicum" de San Agustín, y que significa "Errar es humano, seguir en el error es diabólico") XD
Un periódico en latín:
http://ephemeris.alcuinus.net/index.php
Google en latín: http://www.google.com/?intl/la/
O bien, algunos términos contemporáneos adaptados al latín según el “Lexicorum Vocabolarum quae difficilius latine redditur” (“Diccionario para la traducción de los términos actuales al latín”) escrito por S.E. el Cardenal Bacci.
Alcoholismo: vinolentiam propensio.
Chicle: gummis salivaria.
Cremallera o cierre del pantalón: fulminea verticularum occlusio.
Error tipográfico: littera adulterina.
Fotofobia: lucis horror.
Futbol: follius pedunque ludus.
Gastroenteritis: stomachi ac tenuis crassisque intestini inflammatio.
Hemorroides: inflatio venarum ani.
Jazz: absurda symphonia.
Oftalmólogo: medicus ocularis.
Otorrinolaringólogo: arium, narium gutturisque medicus.
OVNI: res inexplicata volans.
Periodista de periódico: diurnarius scrptor.
Prohibido fumar: non nicotianum fumun sugere.
Quimioterapia: curatio per chimica medicamenta.
Retrete: latrina defluente aquae profluvio instructa.
Robot o autómata: homo machina.
Twist: barbara saltatio.
Volante de automóvil: rotula moderatrix.
Quizás el latín es considerado como lengua muerta, pero esta cosa no está tan muerta que digamos. Por el origen de muchas palabras que usamos, ayuda a razonar y a descomponer el significado de algunas palabras sin recurrir a un diccionario, y sentido de universalidad y unidad. No tiene ni de muerto ni de anticuario. Espero que no me lluevan piedrazos progres XD
Magnas gratias!
 
P.D. 1: Pax vobiscum!
P.D. 2: Quod nomen mihi est? (¿fácil, no?) XD

sábado, 16 de febrero de 2013

Mi Cristo Roto: Compraventa de cristos


Ahora, al iniciar el tiempo de Cuaresma, compartiré cada cierto tiempo las reflexiones cuaresmales de "Mi Cristo Roto" escritas por el P. Ramón Cue Romano. Esta vez, me dí el tiempo de transcribir el monólogo en video que fue interpretado por el actor mexicano Alberto Mayagoitia.
A modo de introducción, son historias entre el sacerdote y la imagen de un Cristo crucificado al que su rostro ha sido arrancado de un tajo, le falta media pierna, le falta un brazo y está sin cruz. Él quiere restaurar la imagen, pero Cristo se lo impide. Esta reflexión cuaresmal puede ser muy dura para nosotros (incluso para mí todavía lo es, y eso que conozco la obra al revés y al derecho), hasta puede que nos saque algunas lágrimas o bajemos la mirada por estos reproches que recibimos (nunca puedo quedarme indiferente cada vez que estoy ante la obra, porque hay cosas que las olvidamos por rutina, cansancio o comodidad), pero siempre edificante y llena de esperanza. Después de todo, Dios no quiere la muerte del pecador, no quiere nuestra muerte.
Pensaba tratar un tema el día de hoy, pero no lo haré, pero agradeceré las palabras de Amalia, una amiga y lectora del blog, que me ha dado su parecer sobre el post anterior, destacando la humildad que Mons. Gaspar notó en el Papa Benedicto XVI durante la Vista Ad Limina en el año 2008.
Compartiré el texto transcrito, pero también compartiré el enlace de cada meditación. Si quieren leerlo o ver el video, da lo mismo, es cosa que ustedes no se queden indiferentes y se preparen en esta Cuaresma para los días de Semana Santa. Por mi parte, ya sé donde "me aprieta el zapato".
 
 

A mi Cristo roto lo encontré en Sevilla. Dentro del arte me subyuga el tema de Cristo en la cruz. Se llevan mi preferencia los cristos barrocos españoles. La última vez, fui en compañía de un buen amigo mío que andaba en su vida detrás de un cristo, o mejor dicho, detrás de Cristo. Al Cristo ¡Vaya elección! Se le puede encontrar entre libros y revistas, ropa usada, zapatos y artesanías. La cosa es saber buscarlo. Porque Cristo anda y está entre todas las cosas de este revuelto e inverosímil mercado que es la Vida.
Pero aquella mañana nos aventuramos por un barrio bohemio que se llama “La casa del artista”. Es más fácil encontrar ahí al Cristo, pero mucho más caro. Es zona ya de anticuarios. Es el Cristo con impuesto de lujo, el Cristo que han encarecido los turistas porque desde que se intensificó el turismo, también Cristo es más caro.
Yo lo compré en jueves, y Judas lo vendió en jueves ¡Qué curioso!
Visitamos únicamente dos o tres tiendas, todas ellas llenas de santos. Santos de todos los tamaños, estilos y procedencias. Parecía una liquidación de santos. La santidad puesta en venta. Nunca se había negociado tanto con ellos pero no por lo que tienen de santos, sino por lo que tienen de bellos y exóticos. Los santos son muy decorativos. ¿Y qué me dicen de los ángeles? Se han puesto de modas los ángeles renacentistas: gorditos y con cara de traviesos. De la altura gloriosa de un retablo han caído hasta el servilismo humillante de adornar una toalla o sirven para colgar las llaves.
Cuando de repente:
-¿Quiere algo padre?
¿Cómo supo que soy sacerdote?
-Es usted muy amable. Dar una vuelta nada más por la tienda, mirar, ver.
De pronto… frente a mí, abandonado entre otras antigüedades, acostado sobre una mesa, vi un Cristo sin cruz. Despreciado y desechado de los hombres, Varón de Dolores, como que escondemos de Él el rostro. Iba a lanzarme sobre él, pero frené mis ímpetus. Miré al Cristo de reojo, me conquistó desde el primer instante. Claro que no era precisamente lo que yo buscaba, era un Cristo roto. Pero esta misma circunstancia me encadenó a Él no sé por qué. Fingí interés primero por los objetos que me rodeaban hasta que mis manos se apoderaron del Cristo. Dominé mis dedos para no acariciarlo. No me habían engañado los ojos… no. Debió ser un Cristo muy bello, era un impresionante despojo mutilado. Por supuesto, no tenía cruz, le faltaba media pierna, un brazo entero y aunque conservaba la cabeza, había perdido la cara. Pero en lo que restaba del cuerpo había tales proporciones, tan serena y perfecta anatomía, tal esbeltez de torso y piernas, tan sobriamente tratado el paño de su cintura que desde ese momento, había decidido quedarme con Él.
Busqué con la mirada al vendedor, el cual estaba pendiente de encontrar su mirada con la mía y adoptando una absoluta indiferencia, le dije:
-¿Y esto?
Y esto. Bueno, tal vez preguntando así lograría un precio más económico pero me equivoqué. Se acercó el anticuario, tomó el Cristo roto en sus manos y…
-Oh, es una magnífica pieza, se ve que tiene usted gusto padre, fíjese que espléndida talla, qué buena factura…
-¡Pero… está tan roto, tan mutilado!
-No tiene importancia padre, aquí al lado hay un magnífico restaurador amigo mío y se lo va a dejar a usted, ¡Nuevo!
Volvió a ponderarlo, a alabarlo, lo acariciaba entre sus manos, pero… no acariciaba al Cristo, acariciaba la mercancía que se le iba a convertir en dinero.
Insistí, él dudó, hizo una pausa, miró por última vez al Cristo fingiendo que le costaba separarse de Él y me lo alargó en un arranque de generosidad ficticia, diciéndome resignado y dolorido:
-Tenga, padre, lléveselo, por ser para usted y conste que no gano nada, 300 euros nada más, ¡Se lleva usted una joya!
El vendedor exaltaba las cualidades para mantener el precio. Yo, sacerdote, le mermaba méritos para rebajarlo… Me estremecí de pronto. ¡Disputábamos el precio de Cristo, como si fuera una simple mercancía! Me di la media vuelta y fingí que me retiraba de la tienda, eso nunca falla cuando se trata de regatear… pero me acordé de Judas… ¿No fue aquella también una compraventa de Cristo? Indudablemente que Judas quería más y los sacerdotes judíos le ofrecían menos, igual que yo. En la vida todos hemos participado en la compraventa de un Cristo… y no de madera, de carne. En Él y en nuestro prójimo.
Bien… la cosa es que cedimos los dos, lo rebajó a 30 euros y como siempre, el que perdió fue Cristo. Resultó despreciado y Él, angustiado y afligido, no abrió su boca. Como cordero fue llevado al matadero.
Antes de despedirme, le pregunté al anticuario si sabía la procedencia del Cristo y la razón de aquellas terribles mutilaciones. En información vaga e incompleta me dijo que creía que procedía de la Sierra de Aracena, y que las mutilaciones se debían a una profanación en tiempo de la Guerra Civil Española. Apreté a mi Cristo con cariño y salí con Él a la calle.
El artista restaurador que me recomendó el anticuario estaba cerca. Entramos. Le enseñé al Cristo y volvimos a hablar de dinero.
-¿Cuánto me cobraría por restaurar este Cristo?
El restaurador tomó la talla rota entre sus manos, lo examinó en silencio, le dio mil vueltas.
-Está estropeadísimo. Serán solamente 125 euros.
-Muy caro.
-Es mucha obra. Está destrozado, mírelo. Me voy a tardar tres días.
Sonreí. ¡Qué ironía! ¡Reconstruirlo en tres días! Me suena.
Al fin, cuando regresé de mi viaje, ya de noche, cerré la puerta de mi habitación y con el tacto de un enfermero que descubre una llaga, liberé a mi Cristo de su arrugada envoltura y me encontré solo, cara a cara con Cristo. ¡Qué ensangrentado despojo mutilado! Ecce homo! De tal manera fue desfigurado de los hombres y de su hermosura, que me decidí a preguntarle:
-Cristo ¿Quién fue el que se atrevió contigo? ¡¿No le temblaron las manos cuando astilló las tuyas arrancándote de la cruz?! ¿Vive todavía? ¿Dónde? ¿Qué haría hoy si te viera en mis manos? …¿Se arrepintió?
-¡CÁLLATE!- me cortó una voz tajante-. ¡Cállate, preguntas demasiado! ¡Qué buenos sois ustedes los hombres para juzgar los pecados ajenos! ¡¿Crees que tengo un corazón tan pequeño y mezquino como el tuyo?! ¡Cállate! No me preguntes ni pienses más en el que me mutiló, déjalo, ¿Qué sabes tú? ¡Respétalo! Yo ya lo perdoné. Yo me olvidé instantáneamente y para siempre de sus pecados. Cuando un hombre se arrepiente, Yo perdono de una vez, no poco a poco como vosotros. Yo soy tardo para la ira y grande para la misericordia. ¿Por qué ante mis miembros rotos, no se te ocurre recordar a seres que ofenden, hieren y explotan a sus hermanos los hombres? ¿Qué es mayor pecado? ¿Mutilar una imagen de madera o mutilar una imagen mía viva, de carne, creada a mi imagen y semejanza? ¡Oh hipócritas! Os rasgáis las vestiduras ante el recuerdo del que mutiló mi imagen de madera, mientras le estrecháis la mano o le rendís honores al que mutila física o moralmente a los cristos vivos que son sus hermanos.
Yo contesté:
-Sí Señor, enséñame a olvidar y perdonar, pero es que no puedo verte así, destrozado. Aunque un restaurador me cobre lo que quiera, todo te lo mereces. Me duele verte así. Mañana mismo te llevaré a un taller. ¿Verdad que apruebas mi plan? ¿Verdad que te gusta?
-¡NO, NO ME GUSTA! ¡ERES IGUAL QUE TODOS Y HABLAS DEMASIADO!
Hubo una pausa de silencio. Una orden, tajante como un rayo, vino a decapitar el silencio angustioso:
-¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?!
-¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes, Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado? ¿No comprendes que me duele?
-Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados, rechazados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así te acuerdas de ellos y te duele! ¡A ver si así, roto y mutilado, te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, rotos y sufrientes. Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello, obra de arte, mientras ofenden, hieren y explotan al pequeño Cristo de carne, que es su hermano. Hay otros que se conforman con no hacer cosas malas, olvidándose de que si no hacen buenas obras a sus hermanos, tampoco a Mí me las están haciendo. ¡Esos besos me repugnan, me dan asco! Los tolero forzado en mis pies de imagen tallada en madera, pero me hieren el corazón. ¡Tenéis demasiados cristos bellos! Demasiadas obras de arte de mi imagen crucificada. Y estáis en peligro de quedaros en la obra de arte. Un Cristo bello puede ser un peligroso refugio donde esconderse en la huida del dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo la conciencia, en un falso cristianismo. Por eso deberían tener más cristos rotos, uno a la entrada de cada iglesia, que gritara siempre con sus miembros partidos y su cara sin forma, el dolor y la angustia de mi segunda pasión en mis hermanos los hombres. Por eso te lo suplico, no me restaures, déjame roto junto a ti, aunque amargue un poco tu vida.
-Sí Señor, te lo prometo.
Y un beso sobre su único pie astillado, fue la firma de mi promesa.
Desde hoy… viviré con un Cristo roto.

viernes, 15 de febrero de 2013

La humildad del Papa frente a un Obispo.


Don Gaspar suele contar una anécdota que tuvo con el Papa Benedicto XVI, y que justamente esta hace mención a la humildad, actitud últimamente controvertida frente a la renuncia del Pontífice, criticada pero también alabada, como cualquier actitud o gesto humilde.
En noviembre del año 2008, los obispos de Chile hicieron su visita "ad limina apostolorum", que consiste en la visita que hacen los obispos del mundo al Santo Padre para dar cuenta de la situación en sus respectivas diócesis, dando un reconocimiento hacia su jurisdicción universal del Vicario de Cristo, además de recibir consejos y alguna advertencia para una relación estrecha entre los pastores de la Iglesia de Cristo con el Sucesor de San Pedro. Estas visitas se realizan cada 5 años.
Y bueno, para la audiencia con el Papa llamaban por diócesis (algunas tienen 2 obispos, uno de ellos auxiliar, por lo que entran ambos), siendo ingresados a su despacho para mantener una conversación de 15 minutos de duración. Y al tocar el turno del P. Gaspar, ingresa al despacho del Santo Padre y luego de los saludos formales, él "rompe el protocolo" diciéndole que lo admira mucho. Y el Papa Benedicto, con cara de asombro le pregunta.
-¿Por qué dices que me admiras tanto?
-Bueno, porque ud. toca piano, y yo también sé tocar piano.
El Papa solo sonríe tímidamente, y conversan sobre la diócesis. El P. Gaspar, como obispo, da cuenta de su trabajo pastoral y recibe consejos del Papa, además de recibir una bendición especial de él para toda la diócesis. También conversaron sobre otros temas de contingencia nacional, asuntos eclesiásticos, y porque no, también de música.
Antes de finalizar la breve audiencia, Mons. Gaspar pregunta inocentemente si en alguna disquería musical de Roma tendrán a la venta algún disco musical o DVD del Papa Benedicto tocando el piano, o alguna grabación furtiva por ahí. El Papa, en un gesto sencillo, le muestra sus manos al P. Gaspar y solamente le dice:
-Mira mis manos. Están viejas, así que no esperes mucho de ellas. Y será mejor que te conformes con comprar otro disco musical, otro que no sea yo.
Esta respuesta, más que desilusionar a Don Gaspar, no hizo más que corroborar una vez más la sencillez de esa persona. Él ya lo conocía cuando vivió 6 años como Secretario General de la congregación de los claretianos (orden religiosa a la que pertenece), cuando en ese entonces era Cardenal y Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se han topado unas cuantas veces a conversar por unos momentos.
Y ahora, la humildad del Papa se ha hecho notar en estos días, y pronto se notará más, al mencionar en su encuentro con los sacerdotes de Roma que él estaría oculto al mundo y desaparecido de la vida pública pero que siempre estará cerca de todos nosotros.
Seguro deber haber más anécdotas de él, pero solo Dios sabe de todas las florecillas de este santo en vida, y de nuestro tiempo.

jueves, 14 de febrero de 2013

Variaciones sobre un canto japonés

 
Este texto lo he escrito, más o menos, hace unos 3 años. Soy algo reacio al día de los enamorados pero no por resentimiento, sino por la comercialización y banalización de un sentimiento universal, a través de la manipulación y superficialidad. En todo caso, con mi opinión, ya he recibido piedrazos con forma de corazón pero no importa, no me preocupa buscar aprobación por cada opinión o escrito que comparto con los demás. Y por esa razón, quisiera compartirlo el día de hoy en el blog. Creo en el amor, y que es la fuerza que mueve al mundo, que nace de Dios, ese Amor "capaz de mover el sol y las otras estrellas" como describe Dante en La Divina Comedia.
Este mi texto, lo he escrito casi narrativamente, rozando por la escatología pero rayando en el absurdo, algo así como un texto casi "surrealista". El título se debe a una parodia de la obra "Variaciones sobre un canto montañés" del francés Vincent D'Indy, y porque me basé en el texto de la canción de una película de anime que es música de fondo de una situación onírica... mejor dicho, tomé toda la letra pero he agregado más elementos de mi cosecha, lo que veo de este mundo turbulento y light (de ahí el término "variaciones" para el título de la obra).
Por eso aviso de antemano que quien jamás pensó que yo escribiría tales cosas, es porque lo he hecho con la mayor neutralidad posible, buscando solamente la crítica de lo superficial y materialista. En realidad, tiene un mensaje de fondo. Es el único texto surrealista que he escrito porque me he dedicado solamente a los ensayos, pensamientos, cuentos cortos (en este momento, estoy escribiendo una novela corta basándome en una pesadilla que tuve hace años) y alguno que otro soneto.
No les pido que le guste el texto o no, pero sí les pido que el texto no sea malinterpretado, que logren descubrir lo que realmente trato de decir con tanta "estupidez" en tan solo unas líneas. Ojala tengan "suficiente estómago".
 
"La energía en mi corazón es química. Los taxis que han pasado, neumáticos olvidados, carne y sangre escurridos en la vereda y en el asfalto. Con todo, me doy cuenta que la libertad es una parodia de la utopía. La ciudad, el gran teatro del mundo, una espectacular mega producción, que no se compara con un vulgar reality show, es solo otro lugar de compradores y consumidores. No existe el derecho a deprimirse porque es considerado estúpido y me canso de escuchar la típica y repetida invitación: "Cómprate una vida color de rosa" y te dicen que debes ser feliz como una cuenta bancaria. De ahí el motivo de las deudas, adquisición de basura y demás baratijas, flores que luego ser marchitan, felpudos de caras tiernas pero rellenos de la hipocresía del que los regala, amenazando con coger armas para asesinar ardillas alcohólicas, objetos que se transforman en olvidados trapos íntimos de "doncellas" en los rincones, y camisas que lloran lágrimas negras, en el que luego hacen aparición los primeros cuchillos en la sombra, el veneno en las comidas, las peleas sin soluciones como cuento de nunca acabar.
Recuerdo que Pablo Neruda me ha aconsejado cierta vez que si me aburro, debería asustar a un notario con un lirio cortado o incluso ir por las calles con un cuchillo verde. Tal vez tenga razón, muchos son asesinados en nombre de la alfabetización, los productos de los compradores dan a parar a la calles desfilando mientras los observantes cables que cuelgan de los postes en estado de descomposición y podredumbre se derriten, lo seco es humectado con endulzante artificial y llueve dinero de la altura de los mega templos (las oficinas, los malls, departamentos y lugares de taxidermia que me deprimen como la mona). También llueven oficinistas, cintas rojas sudadas, artículos de oficina, pétalos holográficos y hojas de error de impresora, a la vez que el confeti danza a las puertas del sepulcro porque la presión alta sostiene la bolsa del mercado y se parece a la leche para ser otro distrito de compra. Considerando que Neruda es ateo y yo un creyente, ambos estaríamos de acuerdo en tomar cursos de cirugía plástica en menos de un año para intervenir quirúrgicamente a Eros (pero a la fuerza): extirparle los ojos e injertarlos en cada nalga, para que vea las cagadas que deja terminando por arruinar los sentimientos de la gente y que así él sepa lo que haga. Conozco mucha gente que necesita aquella intervención quirúrgica, pero como soy desinteresado, no cobraría por la operación... total, entre tocayos nos entendemos.
El futuro se venderá al alcance de todos, la palabra "ignorancia" no lo conocerán y los que la conocen la olvidarán y ni siquiera sabrán escribirla. Arroja lo que quieras al que está a tu lado y ríete del misterio de la salvación porque es superstición y es algo ajeno e irracional en el mundo de los anatemas. Hoy muchos beben miel, solo digo "no, gracias, no bebo", porque ya me enveneno con Coca-Cola, despellejando sin tapujos a Madonna (por hablar mal de mi hermano mayor), a Kim Jong-il (por sembrar esporas de futuros hongos radioactivos), a Fernando Vallejo (por insultar y odiar sin razón a mi madre), a Sinéad O'Connor (por insultar a un gran amigo que también tiene una amistad con casi todo el mundo), a León Ferrari (por querer mandar al infierno a mis amigos en la cocina), a José Saramago (que niega aquello en común con mi hermano mayor) y a tantos otros. Ni el Gran Wyoming se salva de mi blanca lista negra. La televisión ya me saturó porque me dan náuseas (además de diarrea) y solo hay mucha mierda de patos, y parábolas clichés de como 2 personas quieren escribir una historia juntos, sin espinas, y llenos de adornos metafóricos con influencia platónica-hollywoodense y que ya parecen árboles navideños. Todo eso me da sueño y alergia porque siempre tienen finales predecibles y la verdad es que sucede todo lo contrario, ni las pausas comerciales ayudan a mantener el suspenso sino que empeora más la "comedia". Y si es tragedia griega con escenas cotidianas, prefiero levantarme e irme a arrendar una película de comedia (surrealista o negra) pero que sea comedia al fin, cualquier cosa para no irme a África a freír monos.
Me obligaron bajo pena de lavado de cerebro e imagen a ser Maestro de Ceremonia, diciéndome que debo rugir a las personas porque no es dañino y enseñar que un espíritu no necesita ponerse a dieta y repetir hasta cabrearme un mantra postmoderno "Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas". Todos me hablan al mismo tiempo mientras veo cojos, patenas y diamantes maltratados. La libertad como parodia de la utopía es más latente que nunca. Algo que no me importa y que muchos lamentablemente lo hacen es confiar en potentes antidepresivos, en María Juana y en farmacias negras como el Averno y gritar lo que se te pegue la gana en la cafetería y preguntando siempre la diferencia entre un principio moral y ético, firmando un contrato de aceptación desde el 14 de febrero hasta el 1 de mayo ¿Y para qué? Para presumir y hacer creer a los incautos que los libros de Santo Tomás de Aquino son invenciones de la fantasía metafísica reemplazando por el manual de cómo inventar y arrancar la cáscara de la naranja mecánica. Aun así, me dan ataques de risas hasta quedarme sin aire de cómo el hedonismo también está a la venta ya que los ilusos no saben es que no se aceptan devoluciones porque esto es un punto sin retorno. Ni preguntando por ayuda a ellos por teléfono celular me ha sido útil, solo escucho la monótona voz femenina del contestador: "El número que ha marcado está fuera de servicio temporalmente debido a una congestión arterial de gusanos guerrilleros informáticos terroristas a las once con noventa de la madrugada dentro de los 10 años de pago de renta". Sacre bleu! Estoy más que frito.
Y sentado en los bancos de la plaza al terminar este suceso con final feliz (después de todo, estas cosas se acaban pronto), muy tranquilo y con sonrisa irónica viendo como Romeo y Julieta después de su raudo matrimonio insultan en esperanto a Gregorio Samsa, mientras Alex DeLarge se encuentra haciendo obras de caridad a Bob Cratchit, y el cerdito que enfermó a casi todo el mundo hace un tiempo atrás ya ni sabe de su enfermedad porque ahora sufre de Alzheimer y ni siquiera sabrá de la matanza de sus parientes en cierta planta, hasta que diviso una mezcla de polvo y penicilina. Apenas la diviso, yo me alejo porque soy alérgico con el pretexto de "ir a ver si ya puso la marrana". Pronto reparo en ese extraño hedor devora sombras y se expande. El desfile de la locura viene, no te dejará ir, el terror y el vértigo vienen en tu nombre y pondrán tejas a las sombra del techo dando un clima de ensueño autómata".