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viernes, 5 de octubre de 2012

Mi amigo el obispo (situaciones en la vida de un joven monaguillo).


La clásica imágen de un obispo es la de un hombre con sotana con sus bordes púrpura acorde a su dignidad y un erudito en teología, sin hacer otra cosa más que rezar; o bien, el clásico estereotipo: soberbio, altivo, frío, falto de empatía, rígido y que prohibe lo que no puede comprender. Pero, en el caso de mi amigo, no ha sido así.
Lo conocí es mis años de liceano, a mis 15 años estaba dando mis primeros pasos como acólito. Un día sábado, mientras me preparaba para acolitar en una misa de Confirmación, el "cabeza" de grupo no podía acolitar ya que era uno de los confirmandos y mientras me acercaba a saludarlo, lo conocía por primera vez. Nunca había saludado a un obispo, ni siquiera cuando era apenas un niño conocí a Don Fernando Ariztía. Don Gaspar apenas llevaba 2 años como Obispo y faltaba muy poco para la partida de Don Fernando, ya que era el Obispo emérito de Copiapó. Habían muchos momentos en esa misa, pasarle la mitra, alcanzarle el báculo, habían muchas cosas y no estaba preparado intelectualmente para ello y necesitaba ayuda pues estaba solo. Aún así, Don Gaspar me felicitó. Al día siguiente, lo volví a ver en otra misa de Confirmación en una capilla cercana a la casa, y mamá iba a recibir la Confirmación.
No pensaba en ser obispo, sino en ejercer su ministerio en alguna parroquia, leyendo el breviario o conversando con la gente. Fue párroco en el sur, en Andacollo, ostentó un importante cargo en la Congregación Claretiana a nivel mundial (creo que secretario de la orden, en Roma), volvió a Chile como Provincial de los Claretianos a nivel nacional hasta que una llamada de la Nunciatura le notificó el aviso directamente desde Roma que será Obispo y tras saberlo, no comunicarlo a nadie bajo pena de excomunión. Jamás pensó en aquello, pues para él, las llamadas de la Nunciatura Apostólica era algo tan cotidiano que no se esperaba tal noticia.
Al cambiarme de la capilla en la que participaba hasta la Catedral, por tener algunos problemas, acolitaba si la misa era presidida por el Obispo o por el párroco. En un inicio, no sabía como acercarme a Don Gaspar. Solo sabía que le gustaba el fútbol (es director técnico, créanme) y la música (estudió música, y toca piano y órgano); así que como no soy buen amigo del deporte, conversábamos de música. A veces, cuando deseaba subir al balcón del campanario a tocar el órgano, me invitaba a subir para conversar de música. Tocar el piano o el órgano es su vía de escape cuando tiene mucho trabajo, y no se preocupa si hay gente presente o no que lo está escuchando. También suele pedirme alguna película o algún álbum musical cuando se interesa en alguna obra. A veces como acólito lo acompañaba en algunas celebraciones (no en todas, pues tengo mi vida), pero de esta manera fuí conociéndolo pero no al Obispo, sino al sacerdote, a la persona.
Lo he visto llorar dos veces, y esas dos veces, como cristiano comprometido, se me partía cuando lo veía así. Esas dos veces han sido en circunstancias diferentes pero aludiendo a lo mismo: a la despedida de Don Fernando de este mundo, durante una conferencia sobre la historia de la Iglesia en Copaipó y durante una misa en su regreso a Copiapó tras un largo período de ausencia tras sus accidentes vasculares encefálicos. Como muestra de cariño, en la primera circunstancia nadie sabía que hacer así que lo animamos dando aplausos, y en aquella misa al derramar lágrimas de pastor, nadie se animaba a alcanzarle un vaso de agua... ni siquiera yo sabía si hacerlo o no, hasta que el párroco se dirige a la sacristía y al momento que me levanto a hacerlo, me pide que le alcance el vaso con agua. Al desplazarme por el presbiterio a vista y paciencia de los ministros presentes en la eucaristía, le dejé el vaso en el costado en el ambón en el que predicaba y volví a mi asiento no sin antes darle unas palmadas en el hombro. Admira mucho a los cristianos valientes que sufren persecusiones, va a visitar enfermos y realiza responsos como un sacerdote más, le encanta el fútbol inglés, ha viajado por varios países cumpliendo sus obligaciones pastorales (incluso en lugares donde el cristianismo es un delito bajo pena de muerte), se ha salvado de una protesta entre bombas lacrimógenas e incluso, habla latín al revés y al derecho.
Hay gente que no se atreve a hablar con un sacerdote porque los encuentra muy distantes, pero eso es solo falacia. Incluso he conversado con él cuando estaba internado en la clínica cuando tuvo sus accidentes vasculares encefálicos, yo lo iba a visitar y las enfermeras no decían nada. En sus primeras conplicaciones sobre dichos ataques, solo podía estar poco tiempo ya que las visitas estaban prohibidas pero ya que en el recinto sabían que había personas que venían de Catedral y algunos sacerdotes para recibir instrucciones y avisos, comprendían. Ya cuando estaba un poco mejor, yo podía conversar un poco más. Una vez que lo fuí a visitar, estaba durmiendo así que no me atreví a despertarlo, la enfermera me preguntó que había pasado, le conté que prefería dejarlo dormir (después de estar varios días sin relajo alguno) y lo despertó. Me sentí un poco mal, pero él estaba contento de recibir visitas y al hablarme de su estado de salud, prefería cambiarle el tema para que no se preocupara tanto así que pasábamos conversando de música (como siempre), libros y situación actual de la Iglesia.
Ahora estuvo de cumpleaños, y ya que el Papa Benedicto XVI aceptó su carta de renuncia tras cumplir 75 años de edad (es un "trámite" que todo obispo de alguna diócesis debe realizar, y a lo que el Papa acepta o rechaza según la situación de dicho obispo) debido a su estado de salud, ahora no se sabe cuando llegará el nuevo obispo. Nadie quiere que se vaya, pues él ha sido uno más de la parroquia, uno más del Pueblo de Dios, tan cercano que se podía conversar con él... hasta las personas de las poblaciones se acuerdan de saludarlo respetuosamente.
Sea como sea, existe el correo electrónico para mantener el contacto. Además, no me acompleja ni me averguenza tener amigos sacerdotes, sobretodo cuando uno de esos amigos es un obispo (y que además, le encanta la canción "New York, New York" de Frank Sinatra y que lo demuestra cada vez que toca el piano).

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