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domingo, 28 de octubre de 2012

Don Camilo, otra vez contra el alcalde (hablando de elecciones municipales).

 
Hacía una semana que don Camilo andaba en permanente agitación, corriendo atareado a diestra y siniestra y olvidándose hasta de comer. Una tarde, regresando del pueblo vecino, apenas llegado al suyo, debió descender de la bicicleta porque algunos hombres estaban cavando una zanja nuevita que cruzaba la carretera.
- Ponemos una cañería para un nuevo desagüe - explicó un obrero-. Son órdenes del alcalde.
Don Camilo se encaminó derecho a la Municipalidad, donde, enojado, le espetó a Pepón esta andanada:
- ¡Aquí todos nos volvemos locos! ¿Precisamente ahora se ponen a cavar esa porquería de zanja? ¿No saben que hoy es viernes?
- ¿Y con eso? - contestó Pepón, haciéndose el sorprendido-. ¿Está prohibido cavar una zanja en viernes?
Don Camilo rugió:
- ¿Pero no comprendes que apenas faltan dos días para el domingo?
Pepón se mostró preocupado. Tocó un timbre y apareció el Brusco.
- Oye- lo interpeló Pepón. El reverendo dice que como hoy es viernes no faltan más que dos días para el domingo. ¿Qué te parece?
El Brusco tomó seriamente en consideración el asunto, sacó el lápiz y se puso a echar cuentas en un papel.
- Efectivamente, - dijo luego - teniendo presente que son las cuatro de la tarde y que de aquí a medianoche hay ocho horas, para llegar al domingo faltan solamente treinta y dos.
Don Camilo había seguido esta farsa echando espuma y finalmente perdió la paciencia.
- He comprendido - gritó. ¡Es una maniobra estudiada para boicotear la visita del obispo!
- Reverendo - preguntó Pepón, ¿qué tiene que ver el canal de la cloaca con la visita del obispo? Además, y discúlpeme, ¿quién es este obispo? ¿Y a qué viene?
- ¡A llevarse al infierno tu alma condenada! - gritó don Camilo-. Es preciso cerrar enseguida la zanja, que de otro modo el obispo el domingo no podrá pasar.
Pepón puso cara de zonzo.
- ¿No podrá pasar? ¿Y cómo pasó usted? Si no me equivoco, sobre la zanja hay una buena pasarela.
- ¡Pero el obispo viene en automóvil! - exclamó don Camilo. ¡No se puede hacer descender del coche al obispo!
- Disculpe, no sabía que los obispos no pudiesen caminar a pie - replicó Pepón-. Si eso es así, la cuestión cambia de aspecto. Brusco, telefonea a la ciudad y pide que manden sin demora una grúa. La tendremos junto a la zanja y cuando llegue el automóvil del obispo, lo levantamos con la grúa y lo transportamos del otro lado. ¿Entendido?
- Entendido, jefe. ¿De qué color desea la grúa?
- Que sea niquelada o cromada; lucirá mejor.
En circunstancias como ésta, aun quien no hubiese tenido los puños blindados de don Camilo hubiera empezado a repartir bofetadas. Pero precisamente en casos como éste don Camilo en cambio tenía la virtud de recobrar inmediatamente la calma. Porque entonces su razonamiento era de una sencillez formidable "Si éste me provoca tan desfachatadamente, tan sin disimulo, significa que espera mi reacción. Luego, si yo le doy un puñetazo en la cara le presto un servicio. En efecto, aquí pegaría, no a un Pepón sino a un alcalde en funciones y esto produciría un escándalo mayúsculo, creándome una atmósfera hostil a mí y por consiguiente al obispo".
- No importa - dijo. También los obispos pueden caminar a pie.
Esa misma tarde habló en la iglesia con acento casi plañidero, suplicando a todos que se mantuvieran tranquilos, limitándose a rogar a Dios que iluminara la mente del señor alcalde para que la ceremonia no sufriera desmedro con transbordos o se descompaginara la procesión al verse obligada la multitud de los fieles a cruzar, una persona por vez, la mal segura pasarela. Y era preciso también rogar a Dios para que impidiera que el puentecillo se rompiese durante el paso y evitar que un día de júbilo se convirtiese en una jornada de luto.
Este pérfido discurso tuvo el poder de enardecer a las mujeres, las cuales, al abandonar la iglesia, se agolparon ante la casa de Pepón y le dijeron tantos improperios que Pepón tuvo que asomarse para vociferar que fueran todas al infierno y que la zanja sería rellenada.
Las cosas parecieron arreglarse, pero la mañana del domingo todas las calles aparecieron empapeladas con el siguiente manifiesto impreso:
"Compañeros: Tomando como pretexto la iniciación de una obra de utilidad pública, la reacción ha organizado una indigna algarada que ofende nuestro sentido democrático. Mañana será huésped de nuestro pueblo el representante de un estado extranjero, el mismo representante que indirectamente ha dado origen a la indigna algarada. Teniendo en cuenta su resentimiento e indignación, debemos evitar mañana cualquier demostración que pueda complicar las relaciones con los extranjeros y en consecuencia, les invitamos categóricamente a limitarse de acoger al representante del estado extranjero con una decorosa indiferencia.
¡Viva la República democrática!
¡Viva el proletariado!
¡Viva Rusia!"

Todo ello fue alegrado por una movilización general de los rojos, los cuales, según se vio enseguida, tenían la misión específica de caminar de arriba a abajo con decorosa indiferencia, ostentando corbatas y pañuelos colorados.
Don Camilo, palidísimo, atravesó la iglesia y se apresuró a salir.
- ¡Don Camilo! - lo llamó el Cristo. ¿Por qué tanta prisa?
- Debo ir a recibir al obispo en la carretera - explicó don Camilo- y es un poco lejos. Además, el camino está lleno de gente de pañuelo rojo y si el obispo no me ve creerá encontrarse en Stalingrado.
- ¿Y esos de pañuelo rojo son extranjeros o de otra religión? - se informó el Cristo.
- No, son los habituales canallas que de vez en cuando ves aquí ante Tí en la iglesia.
- Si eso es así, don Camilo, será mejor que dejes en el armario de la sacristía ese chisme que te has atado bajo la sotana.
Don Camilo sacó el ametrallador y volvió a guardarlo en la sacristía.
- Lo volverás a tomar cuando yo te diga - ordenó el Cristo.
Don Camilo se encogió de hombros.
- Si espero que me lo digas Tú, estamos frescos - exclamó-. No me lo dirás nunca. Te confieso: en muchísimos casos el Viejo Testamento...
- ¡Fuera, reaccionario! - dijo sonriendo el Cristo-. ¡Mientras pierdes el tiempo charlando, tu pobre anciano e indefenso obispo está a la merced de la endemoniada furia roja!
Efectivamente, el pobre anciano e indefenso obispo estaba ya a la merced de la furia roja. Desde la siete de la mañana los fieles se habían ubicado a ambos lados de la carretera, formando dos largas y formidables murallas de entusiasmo; pero Pepón, pocos minutos antes de que llegase el automóvil del obispo, apenas vio elevarse el humo del cohete con que el vigía le indicaba el paso del enemigo, dio la orden de avanzar y con una maniobra fulmínea todos los efectivos rojos hicieron una marcha frontal de medio kilómetro, de tal manera que cuando el obispo llegó, encontró la calle repleta de una turba de pañuelos rojos. De gente que se paseaba de un lado al otro o se detenía formando grupos, ostentando el más sublime desinterés por el automóvil que estaba llegando y que debió adelantar a paso de hombre y abrirse camino a toques de bocina.
Era realmente la demostración de decorosa indiferencia que quería el estado mayor. Pepón y sus secuaces, andando entre los grupos, no cabían en sí de gozo.
El obispo (aquel famoso, viejo como Matusalén, todo blanco y encorvado, que, cuando hablaba, no parecía que fuese él quien lo hacía sino una voz procedente de otros siglos), advirtió al punto esa decorosa indiferencia y ordenó al chofer que parase el automóvil. Y cuando el coche se detuvo (era un coche descubierto), y él intentó girar la manija de la portezuela, se vio que le faltaban las fuerzas, pero el Brusco que estaba allí cayó en la trampa, y cuando se dio cuenta, pues Pepón le propinó un puntapié en las canillas, era demasiado tarde y ya había abierto la portezuela.
- Gracias, hijo - dijo el obispo. Será mejor que llegue al pueblo a pie.
- Pero queda lejos - se le escapó al Pardo, recibiendo él también en las canillas el puntapié.
- No importa - contestó riendo el obispo-. No deseo perturbar de ningún modo sus reuniones políticas.
- No es una reunión política - explicó sombrío Pepón-. Son trabajadores que charlan tranquilamente de sus asuntos. Quédese nomás en su automóvil.
Pero el viejo obispo había descendido ya y el Brusco recibió el segundo puntapié porque viéndolo tan inseguro le había ofrecido el apoyo de su brazo.
- Gracias, gracias, hijo - dijo el obispo. Y se puso en marcha después de hacerle señas a su secretario que se apartase, que él quería andar solo. Así llegó a la zona ocupada por los partidarios de don Camilo, al frente de la horda roja que lo seguía hosca y silenciosa; y en primera fila y al flanco del obispo iban Pepón, el estado mayor y la escuadra de los más leales pues como había dicho Pepón, justamente habría bastado que un cretino hiciese alguna tontería contra "ese tal" para que la reacción la aprovechara e hiciera sobre ella la más puerca especulación del universo.
- La orden no cambia ni debe cambiar - concluyó. "Decorosa indiferencia".
Apenas lo vio llegar, don Camilo se abalanzó al obispo.
- Monseñor - exclamó agitadísimo, ¡perdóneme, pero la culpa no es mía! Yo lo esperaba aquí con todos los fieles y a último momento.
- No te preocupes - dijo el obispo sonriendo-. La culpa solamente es mía, que quise bajar para hacer un paseíto a pie. Los obispos cuando envejecen se vuelven todos un tanto locos.
Los fieles aplaudieron, sonaron las bandas y el obispo miró en torno complacido.
- Grande y hermoso pueblo - dijo, emprendiendo la marcha-. Realmente hermoso, alegre y muy bien cuidado. Debe tener una administración muy capaz.
- Se hace lo que se puede por el bien del pueblo - dijo el Brusco recibiendo el tercer puntapié de Pepón.
Llegado a la plaza, el obispo vio la fuente nueva y se detuvo.
- ¡Una fuente en un pueblo de la tierra baja! - exclamó. Ello quiere decir que hay agua.
- Basta saberla buscar, Eminencia - advirtió el Pardo, que tenía el mérito principal de la obra-. Hemos colocado trescientos metros de caño y el agua ha surgido con la ayuda de Dios.
El Pardo recibió el puntapié reglamentario; luego, como la fuente estaba delante de la Casa del Pueblo, el obispo vio el edificio amplio y nuevo y se interesó por él.
- ¿Y ese hermoso palacio, qué es?
- ¡La Casa del Pueblo! - contestó Pepón orgulloso.
- ¡Magnífica de veras! - exclamó el obispo.
- ¿Quiere verla? - dijo Pepón impulsivamente al tiempo que un terrible puntapié en las canillas lo hacía brincar. Se lo había dado don Camilo.
El secretario del obispo, un mozo flaco, de gran nariz y de anteojos, se había apresurado a advertirle que no convenía, pero ya el obispo iba hacia el edificio, en el cual entró. Le hicieron ver todo: el gimnasio, la sala de lectura, la sala de escritura, y cuando llegó a la biblioteca se acercó a los estantes y empezó a leer los títulos en el lomo de los libros. Frente al estante "político", lleno de libros y opúsculos de propaganda, nada dijo, limitándose a suspirar; pero Pepón, que estaba junto a él, lo notó.
- Nadie los lee, monseñor - susurró.
Eludió enseñarle las oficinas, pero no pudo resistir a la tentación de mostrar al obispo el salón-teatro, que era su orgullo, y fue así como, al salir, el prelado topó con el enorme retrato del hombre de los ojos pequeños y los gruesos bigotes.
- Usted sabe cómo es la política, Eminencia - dijo en voz baja Pepón. Y además, créame, en el fondo no es malo.
- Que el buen Dios le ilumine la mente también a él - contestó en voz baja el obispo.
En toda esta historia la posición psicológica de don Camilo era especialísima. Porque, si bien le indignaba que se aprovechara la bondad de un obispo para hacerle visitar una Casa del Pueblo, cosa que clamaba por la venganza de Dios, por otra parte le complacía que el obispo viese qué clase de pueblo capaz y evolucionado era ése. Además, le importába que impresionado el obispo por la organización roja, aumentara a sus ojos la importancia y el significado del oratorio jardín de don Camilo.
Cuando la visita hubo acabado, don Camilo se acercó.
- Es lástima, monseñor - dijo en voz alta para que Pepón oyese bien-, es lástima que el señor Pepón no le haya hecho ver su depósito de armas. Parece ser el mejor provisto de la provincia.
Pepón iba a contestar, pero el obispo se lo impidió.
- No será mejor provisto que el tuyo - respondió riendo.
- ¡Muy bien dicho! - aprobó el Pardo.
- Tiene también un mortero de 81 sepultado no sé dónde - exclamó el Brusco.
El obispo se volvió al estado mayor.
- ¿Lo han querido de nuevo? - dijo-. Entonces tenganlo. ¿No les dije que es un sujeto peligroso?
- No nos asustamos por tan poco - dijo Pepón haciendo una mueca.
- No lo pierdan de vista - aconsejó el obispo.
Don Camilo meneó la cabeza.
- Usted siempre les da chance, monseñor - exclamó-, sin imaginar siquiera qué raza de gente son estos individuos.
Al salir, el obispo vio fijado en la cartelera el famoso manifiesto y se detuvo a leerlo.
- ¡Ah! - dijo. ¡Debe llegar aquí el representante de un Estado extranjero! ¿Quién es, don Camilo?
- No me ocupo de política - respondió éste. Hay que preguntárselo al señor que ha hecho el manifiesto. Señor Pepón, monseñor desearía saber quién es el representante del estado extranjero del que habla el manifiesto.
- ¡Bah! - rezongó Pepón tras un breve titubeo. La América de siempre.
- Comprendo - dijo el obispo. Son los americanos que vienen a buscar el petróleo por estos lados. ¿Digo bien?
- Sí - contestó Pepón. Es una porquería: ¡el petróleo es nuestro!
- Me doy cuenta - aprobó el obispo gravemente. Pero han hecho bien en predicar la calma y en ordenar a sus hombres que limiten la manifestación a una decorosa indiferencia. A mi juicio no tenemos ningún interés en indisponernos con América. ¿No les parece?
Pepón abrió los brazos.
- Monseñor - dijo, usted me entiende-. ¡Uno soporta hasta que puede y luego llega el momento en que se le escapa la paciencia!
Cuando el obispo llegó delante de la iglesia, encontró en fila, ordenados, todos los chicos del jardín-oratorio, quienes cantaron una canción de bienvenida. Luego, del grupo de los niños salió un gran ramo de flores que, caminando, avanzaba lentamente, y cuando estuvo ante el obispo las flores se levantaron y apareció debajo un niño tan chiquito, tan hermoso, tan rizadito y tan bien vestido que las mujeres parecían haberse enloquecido.
Se hizo un gran silencio y el niñito, de corrido y sin turbarse recitó con voz clara y fina como un hilo de agua una poesía dedicada al obispo. Al terminar, la concurrencia gritó entusiasmada y decía que había estado maravilloso.
Pepón se acercó a Don Camilo.
- ¡Miserable! - le dijo al oído-. Usted se ha aprovechado de la inocencia de un niño para ponerme en ridículo ante todo el mundo. Le romperé los huesos. En cuanto a ése, le haré ver quién soy yo. ¡Ustedes me lo han contaminado y voy a echarlo en el Po!
- Buen viaje - le contestó don Camilo. Es tu hijo y puedes hacer con él lo que quieras.
Y aquello fue realmente un episodio repugnante de brutalidad, porque Pepón, habiéndose llevado al pobre niño como un paquete a la orilla del río, lo obligó con amenazas de una violencia brutal a recitarle tres veces la poesía del obispo, el pobre viejo, débil e ingenuo, representante de un Estado extranjero, recibido, según los planes preestablecidos con decorosa indiferencia.

sábado, 27 de octubre de 2012

Ausencias y presencia: amor y dignidad. Reflexiones durante un retiro.


Estuve ausente del blog por varios días (la universidad y los compromisos me arrebatan tiempo, además que muchas publicaciones están pendientes), pero por un día estuve ausente porque necesitaba una jornada de retiro espiritual desde hace mucho tiempo, y volví a notar la presencia de Dios que lamentablemente me he "casi acostumbrado" y afortundamente, me contaron de este retiro. Y bien, tuve un retiro en una capilla a casi 10 minutos de la casa yendo a pie, y junto a ella hay una gruta con la imagen de Nuestra Señora de Lourdes. La capilla pertenecía a las hermanas del Buen Pastor, quienes hace unos años dejaron la ciudad y quedó como vestigio de su presencia unas pocas imágenes de Santa María de Sta. Eufrasia Pelletier, y al lado las ruinas de la casa en la que vivían.
El retiro fue organizado por un seminarista, quien hace su trabajo pastoral entre los que trabajan como temporeros en los parronales, en un centro para rehabilitación de las drogas y en la cárcel. Empezó en la mañana y acabó en la tarde.
Hemos hablado del amor, visto desde varios puntos de vista (biológico, psicológico, filosófico, etc.), pero que generalmente entre las definiciones es referido como un sentimiento, una emoción prolongada que se ve mediada por los valores, ideas y creencias, como una construcción cultural ("friamente" hablando), pero es algo que trasciende lo físico, un proceso que va consolidándose entre la unión de esas personas, y que se manifiesta el estado de la mente o el alma. Así, al enamorarse, suceden los efectos somáticos físicos (las "mariposas del estómago", sudor en la frente y manos, aumento del ritmo cardíaco, etc.) y los efectos psíquicos (ansiedad, verguenza, duda, miedo, alegría, bienestar, etc.). Una fuerza poderosa, irresistible, que hace más expedita las relaciones interpersonales, y ha sido un tema frecuente en varias expresiones del arte (en la música, la poesía, el cine, el teatro, etc.) en el que se manifiesta principalmente a través del Eros (amor erótico, amor de pareja), el Philia (amor fraterno, amor casi de familia, la amistad) y el ágape (un amor universal y sin exclusividad).
Y de ese amor que todos hemos recibido, la fuente directa es Dios, el Primer Motor como explicaría Santo Tomás de Aquino a través de la filosofía, la fuerza que mantiene unido el universo y que es "capaz de mover el Sol y las otras estrellas" (como expresaría Dante en la Divina Comedia), origen y motivo de la Creación y existencia nuestra.
El texto más excelso del amor que he leído se encuentra en el capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios, de San Pablo: 1 Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. 2 Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios y la ciencia entera, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy. 3 Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero gloriarme, si no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. 5 No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. 6 No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. 7 Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo. 8 El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. 9 Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías también son algo muy limitado; 10 y cuando llegue lo perfecto, lo que es limitado desaparecerá. 11 Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño. Pero cuando me hice hombre, dejé de lado las cosas de niño. 12 Así también en el momento presente vemos las cosas como en un espejo, confusamente, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido. 13 Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.
En el libro del Profeta Isaías también he encontrado varios versículos en los que se hace mención del amor a Dios a nosotros, incluso desde mucho antes, y que son estas mismas palabras que nuestros hermanos provida las hacen su emblema y escudo en su lucha a favor de la vida: "No temas, porque yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre, tú eres mío" (Isaías 43, 1); o también: "Mi Dios guardaba mi salario, pues soy importante para Yavé, y mi Dios se hizo mi fuerza" (Isaías 49, 4).
Otro texto sobre el amor se encuentra en la Primera Carta de Juan en el capítulo 4: 7 Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8 El que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor. 9 Miren cómo se manifestó el amor de Dios entre nosotros: Dios envió a su Hijo único a este mundo para que tengamos vida por medio de él. 10 En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. 11 Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos mutuamente. 12 A Dios no lo ha visto nadie jamás; pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros y su amor ha llegado a su plenitud en nosotros. 13 Y ¿cómo sabemos que permanecemos en Dios y él en nosotros? Porque nos ha comunicado su Espíritu. 14 Pero también hemos visto nosotros y declaramos que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. 15 Quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 16 Por nuestra parte, hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor: el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. 17 Cuando el amor alcanza en nosotros su perfección, miramos con confianza al día del juicio, porque ya somos en este mundo como es El. 18 En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor, pues hay temor donde hay castigo. Quien teme no conoce el amor perfecto. 19 Amemos, pues, ya que él nos amó primero. 20 Si uno dice «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. 21 Pues éste es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano.O el salmo 103: "No nos trata según nuestros pecados ni nos paga según nuestras ofensas".
Dios nos ama y nos quiere felices, pero no siempre queremos pensar como Dios y tomamos otros rumbo, pero misteriosamente respeta nuestra decisión (escojas lo que escojas, tendrá consecuencias) y solo hay 2 opciones: El "Fiat" (en latín se entiende como la respuesta de María al ángel Gabriel al ser preguntada si quería ser la Madre de Dios) o "Non serviam" ("No serviré", que sería la respuesta del ángel Luzbel antes de ser conocido como Satanás). Por eso, la propuesta de Cristo no siempre es atrayente para muchos y nosotros somos motivo de burla y escándalo para muchos, por lo que nosotros estamos siempre en situación de juicio por causa de Cristo, a lo que Él había dicho previamente: "No he venido a traer paz, sino espada. Pues he venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Cada cual verá a sus familiares volverse enemigos". Motivo de caída para unos y motivo de elevación para otros, pertencer a Cristo y anunciar su amor es locura, una señal de contradicción.
Una de las preguntas que me hice es que si soy capaz de aceptar esta verdad y esta realidad en mi corazón y en mi vida. Me contesté que para mí es fácil de aceptarlo, porque he vivido el amor de Dios en mi vida y sin cuestionarme ese amor. Amor que he recibido gratuitamente y sin hacer méritos por ello, y por ello me esfuerzo en demostrar mi amor sin mezquindad (entre mis amigos, familiares, compañeros de universidad, cualquier persona que se acerque a buscarme). Otra pregunta que me hice es que si hay algo que me impide aceptar este amor de Dios a toda la humanidad. Y me he respondido que esta verdad única está integrada en mi mente y en mi corazón, por lo que no puedo decir exactamente cual es ese algo que me impide aceptar y comprender que el amor de Dios es universal, personal e infinito. A final de cuentas, esta lección la he aprendido de Cristo al confesar su infinito amor por la humanidad a través de Su Pasión.
Otro texto que he revisado es el de la párabola del Hijo Pródigo, de la "oveja negra" de la familia. Este hijo descarriado que pide a su padre la herencia (en el contexto de la época, pedir la herencia correspondiente al padre es señal clara de rechazar a su padre y renegarlo), el hijo recibe la herencia y se va a un país lejano y derrochando el dinero en una mala vida hasta quedarse solo y sin dinero, pero es contratado para cuidar cerdos en un tiempo donde la sequía se vuelve inmisericorde con la tierra, y él, deseando alimentarse con la comida de los cerdos pero nadie le daba comida. Hasta aquí por el momento, el hijo busca la felicidad en donde no la hay y con los "amigotes" hasta dejarlo solo (están en las buenas, pero te abandonan en las malas) hasta perder la dignidad y más aún, por necesidad desea rebajarse todavía (esto nos recuerda a alguien ¿Verdad?). Cuando el hijo (o uno mismo) recapacita de haberse alejado del padre (Dios), piensa en volver... pero que el padre no lo trate como su hijo porque ha hecho un gran daño y pide ser tratado como a uno de sus trabajadores. Pero el padre marca la diferencia que el hijo no se esperaba: en vez de que el hijo abrace a su padre, es el padre quien al ver a su hijo sale corriendo a su encuentro y llenándolo de besos. El padre no le cuestiona por el derroche del dinero o que le pasó o algo así, sino que llama a un criado para que a su hijo le vistan con ropas nuevas, le pongan un anillo en el dedo y sandalias en los pies (al hijo que se extravía y luego regresa, Dios le restaura la dignidad perdida). Y no bastando con ello, manda matar al ternero más gordo para hacer una fiesta por su regreso, porque "estaba muerto y ha vuelto a vivir, estaba perdido y ha sido encontrado". Al regresar su hijo mayor, se enfada y no desea ser parte de la fiesta y reprochándole a su padre de que él jamás ha desobedecido una sola orden y que "jamás le ha dado un cabrito siquiera para compartir con sus amigos" (recordemos que al hijo mayor también le entregó la parte de la herencia) y acusando a "ese hijo tuyo" que derrochó el dinero con "prostitutas" (según sus palabras" y que más encima, mata el ternero más gordo para él. El padre no lo regaña y le dice que todo de él es también suyo, pero había que festejar su regreso "porque estaba muerto y ha vuelto a vivir, estaba perdido y ha sido hallado". Este hijo mayor, también se refleja en ocasiones a nosotros, y que siente envidia de su hermano menor, pero ambos necesitan de su padre, todos necesitamos de Dios su perdón. El padre jamás compara a sus hijos, Dios nunca nos compara y entonces ¿Por qué entre nosotros nos comparamos?
Sobre esto, recuerdo un versículo que dice: "Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte que por cien justos que no necesitan convertirse". El amor de Dios nos dignifica. Y en base al texto, trabajé en otra pregunta que me hice: siendo cualquiera de los hijos de Dios, El me ama y me invita a participar con alegría del banquete que me ha preparado ¿Cómo respondería? Mi respuesta es que acepto formar parte del banquete, reflejo de la plenitud del amor, donde no hay espacio para las mezquindades y las comparaciones pero hay espacio para todo el mundo y conservando la dignidad propia con todos nuestras características que nos definen y nos diferencian sin hacernos desiguales, porque ante todo somos sus bienamados. Por eso, Dios ama a todas las personas porque todos somos sus hijos y obra de sus manos. Amando a buenos y malos, santos y criminales, hombre y mujeres, heteros y homos, progres y conservadores, comunistas y capitalistas, católicos y protestantes, occidentales y orientales, ateos y perseguidores de la Iglesia, a sacerdotes, a laicos, a políticos, a líderes sindicales, a los que tienen un trabajo remunerado, a las prostitutas... sí, también, aunque nos cueste aceptarlo, a todos nos ama porque somos sus hijos. Y no lo hace por lo que hacemos, sino por lo que somos: sus hijos. No lo hace porque somos buenos sino porque Él es Bueno. Y tampoco lo hace porque nosotros lo amamos, sino porque Él es amor.
Él nos dice a todos este mensaje: "Vales mucho para mí, me importas mucho. Tu, personalmente, con tu historia y tu situación actual. Con tu rostro, nombre propio, historia, vocación, tu estado de vida y la situación concreta en la que vives. No temas, rechaza todo el temor y la inseguridad que tengas, arráncate toda falta de autoestima, olvídate eso de que no vales nada o de que no importas o de que eres inservible".
Si solo dejáramos penetrar todas estas verdades ahora en nuestro corazón... bastaría para tocarnos profundamente y transformarnos. "Mi amor de tu lado no se apartará" (Isaías 54, 10). Pedro cayó, Judas cayó, nosotros también con nuestro rechazo y separación, pero Él nos sigue amando y no nos abandona a pesar de todo.
Para terminar mis reflexiones personales del retiro que he vivido, termino con el ejemplo de vida de Nick Vujicic. Tal vez su nombre no nos suena, pero sí hems visto a un hombre joven que da charlas por todo el mundo y en más de 24 países del mundo en una década, un hombre al que le faltan sus brazos y piernas. Sufrió e intentó matarse, pero no lo hizo por sus padres y con los desafíos al transcurrir los años, descubrió que aún así, Dios le ama y que al nacer sin extremidades es porque tiene alguna razón: y anda por la calle, maneja un vehículo, sabe nadar, practica surf, escribe, cocina, se ha casado, etc. Así, al volvernos gusanos, Dios nos convierte en mariposas. Si quieren un resumen sobre el amor y la dignidad del que me demoré en escribir todas estas líneas, comparto este cortometraje llamado "El Circo de las Mariposas".
 
 

jueves, 11 de octubre de 2012

Antes del Concilio Vaticano II


Por los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II, me dí el tiempo de transcribir momentos de una película basada en la vida del Papa Juan XXIII, un Papa que no prometía mucho pero dejó boquiabierta a toda la Iglesia tras convocar a este acontecimiento cuya finalidad es hacer que la Iglesia y el mundo caminen juntos. Estos momentos son previos al Concilio, a modo de antecedentes.
Aún queda trabajo por hacer, pero es un gran desafio por delante.
 
 
En un momento de trabajo al aire libre en los jardines de Ciudad del Vaticano, se encontraban Juan XXIII y Mons. Loris Capovilla, su secretario particular y prelado de honor, redactando un carta en la que una mujer manifestaba su deseo de casarse, pero el sacerdote no podía hacerlo ya que el novio es comunista.
Juan XXIII, dirigiéndose a su secretario que estaba presto para escribir:
Juan: Por favor, escriba esto: "Al sacerdote de la Parroquia de Sotto il Monte. Queridísimo P. Atilio: una de sus parroquianas ha venido hasta mí, y ahora yo voy a usted, de colega a colega. Usted es el párroco de mi pueblo y yo, soy humildemente, el párroco del mundo..."
Mons. Loris seguía escribiendo al dictado, hasta que fue interrumpido por Mons. Domenico Tardini, el Secretario de Estado. El obispo, inclinando su cabeza en respeto al Pontífice, se sentó a su lado. El Papa Juan le alcanzó una carpeta roja.
Juan: Aquí están los nombramientos de los nuevos cardenales.
Tardini: Mejor hablemos arriba, en la oficina. ¿Le gustaría ir arriba, Su Santidad?
Juan: No, no no no no. El aire fresco se siente muy bien.
Mons. Loris se disculpó y haciendo ademán de retirarse para que Papa y Obispo discutieran los nuevos nombramientos para el primer Consistorio de su pontificado, Mons. Tardini agradeció y pidió los nombramientos al Pontífice.
Juan: Ah, si. Mi primer nombramiento para cardenal es... Montini, Arzobispo de Milán.
Le señaló el texto a Tardini, llevándose un asombro y repitiendo el apellido del Arzobispo.
Tardini: ¿Montini? ¿Cardenal?
Juan: Si.
Tardini: ¿Es el primer cardenal que quiere nombrar, Su Santidad?
Juan: Si, al Arzobispo de Milán. Es un hombre de fe, de doctrina. ¿Qué es lo que sucede?
Tardini: Algunos creen que las ideas de Montini son muy... muy avanzadas. Desequilibraría la balanza.
Juan: Montini mira lejos y por tanto, llegará lejos.
Mons. Tardini asintió entonces, y siguieron repasando los nombramientos.
Juan: Y aquí están estos... y este.
Tardini: ¿Rugambwa?
Juan: Él ha hecho un gran trabajo en Tanzania.
Tardini: Pero es la primera vez que un africano...
Juan: Si, y también el primer filipino, el primer mexicano...
Tardini: Y un japonés.
Juan: Si, y de esta forma representaremos a todas las razas del mundo ¿No es maravilloso?
Tardini: Su Santidad, yo pienso que la lista es muy larga, hemos subrepasado la cifra máxima para el Sacro Colegio Cardenalicio.
Juan: ¿Y cuál es el máximo?
Tardini: 70 cardenales. Ha sido la costumbre por casi 500 años. Hay un decreto de Sixto V que dice...
Juan: En esa época la Iglesia solo trataba con Europa. Ahora son 5 continentes. Pienso que nos podemos exceder, Cardenal Tardini.
Tardini: (con asombro y emoción) ¿Yo? ¿Cardenal?
Juan: Por supuesto, pienso que su nombre se vería muy bien.
Para Tardini fue una sorpresa el enterarse que el Papa Juan XXIII, deseaba contar con su ayuda y consejo, a través de su nombramiento como cardenal. No entendía porque él deseaba tenerlo a su lado, sabiendo que el Pontífice tenía una posición de apertura y él, conservadora, y por lo general, no siempre eran de su agrado las iniciativas del Papa Juan. Ahora que su salud no era buena, no se sentía seguro de aceptar o no lo que el Señor le confiaba por boca del Vicario de Cristo. Había rechazado el nombramiento como cardenal cuando Pío XII se lo propuso. Intentó rechazar el nombramiento para el puesto vacante de Secretario de Estado de parte del Papa Juan, pero él le pidió obediencia y aceptó. Lo único que deseaba era retirarse y continuar con su labor de asistencia y adopción a los niños huérfanos de la Villa Nazaret, recaudando dinero para ellos. Conmovido, nunca había buscado el nombramiento, de modo que le presentó al Pontífice su parecer, con voz temblorosa.
Juan: ¿Qué le pasa, no está de acuerdo?
Tardini: Por el contrario, me siento muy honrado... pero no creo que mi salud vaya a ayudarme, yo preferiría que Su Santidad...
Juan: Si usted se rehúsa, yo me veré obligado a forzarme a imponerle obediencia.
El Secretario de Estado, viendo que no podía rechazar el capelo cardenalicio, besó el Anillo de Pescador, prometiendo obediencia.
 
Juan XXIII citó a los cardenales Montini, Tardini y Ottaviani, Secretario del Santo Oficio y principal guardián de la ortodoxia en materia doctrinal. Alfredo Ottaviani presentó al Pontífice un texto que acababa de llegar el mismo día al Vaticano y que pertenecía al Arzobispo Josyf Slipyj, detenido con otros obispos por los soviéticos por lamentar la victoria del comunismo en Ucrania, y condenado a trabajos forzados en un gulag.
Ottaviani: Este es el breviario de Mons. Slipyj. Llegó con un mensaje de los soviéticos.
Montini: En el mensaje, ellos piden un apoyo de la Santa Sede. Podríamos poner como condición la liberación de Mons. Slipyj.
Ottaviani: Es un momento equivocado para negociar.
Juan: ¿Me puede decir la razón?
Ottaviani: Los estadounidenses nos han informado que Fidel Castro está a punto de tomar el poder en Cuba con el apoyo soviético.
Tardini: Deberíamos hacer que nuestro Nuncio Apostólico en la Habana, regrese a Roma.
Juan: ¿Por qué deberíamos hacerlo?
Ottaviani: Castro es un revolucionario. Los católicos en Cuba compartirán el mismo destino de los católicos en Rusia.
Juan: La Iglesia, yo creo, debe permanecer con su gente. Es mejor que el Nuncio permanezca en su cargo hasta que sea expulsado.
Ottaviani: Hasta que sea expulsado... o arrestado.
Juan: Nuestra tarea es testificar por Cristo.
Ottaviani: Siberia, Berlín, Cuba, el mundo libre está sitiado, Santo Padre. La Iglesia no debe mostrar ninguna debilidad.
Juan: Exacto, de eso se trata.
 
"Benditos sean los que hacen la paz", palabras tomadas del Evangelio que el Papa Juan XXIII tradujo del breviario en ruso de Mons. Slipyj, cita que el Arzobispo subrayó estando en cautiverio. Parecía ser escrita en respuesta a las preguntas que el Vicario de Cristo tenía sobre su deseo de propagar la paz.
De noche, en el despacho de su habitación, se tomó una pausa y miró la Plaza de San Pedro por la ventana, y en una de las fuentes de 8 metros discutía una joven pareja de novios. Él tomaba de la mano de la chica, pero ella lo rechazó con brusquedad y caminando por separado, él deja de caminar la detiene sujetandola suavemente del brazo, se miran, se hablan, se abrazan, se besan, y se van abrazados. El Papa sonríe paternalmente.
Al día siguiente, durante la hora del desayuno al mismo tiempo que suenan las campanas, Guido el mayordomo conversa con el Pontífice. Lo acompaña Mons. Angelo Dell'acqua, miembro del personal de la Secretaría de Estado y Arzobispo de Calcedonia.
Guido: Este cafe es más ligero, Su Santidad. De Santa Clara, como lo pidió.
Juan: Espero que solo el café que me produce esta sensación de ardor en el estómago, Guido.
Dell'acqua: Su Santidad, el Papa es un bastión de salud.
Guido se retira.
Juan: P. Angelo, siéntese. Quiero hablar con usted.
Dell'acqua, tomó asiento y escucha atento. A medida que lo escucha, sonríe.
Juan: Me dí cuenta de algo importante anoche. Yo ví a dos jóvenes que estaban abajo en la Plaza en medio de la noche. Estaban peleándose, y después se van juntos abrazándose. Y al observarlos, me pareció ver a toda la gente joven del mundo y pensé "¿Qué estamos haciendo para preparar el futuro para esos dos que están abajo? ¿Qué estoy haciendo por ellos?". Para estas familias que se están formando.
Dell'acqua: Usted es el Papa.
Juan: No es suficiente. Debemos hacer más, mucho más.
Dell'acqua: ¿Más?
Ese mismo día, durante un acto en la inauguración de un Cristo crucificado en el que asistieron varias personas, incluyendo a buena parte de la Curia Romana (sobretodo Cardenales), el artista de dicha obra presentó sus respetos al Papa mientras los fotógrafos inmortalizaban el momento. Lo acompañaban el Cardenal Tardini, Secretario de Estado, y Mons. Capovilla, su secretario particular.
Tardini: ¿Qué piensa de esto, Su Santidad?
Juan: Nuestro Señor ha estado arriba durante 2000 años con sus brazos abiertos ¿Qué le parece? ¿Y nosotros dónde estamos? Estamos llevando el Mensaje de Cristo.
Tardini: Bueno, la Divina Providencia nos ha iluminado el camino.
Juan: Tal vez, pero me dí cuenta de algo anoche: ¿Cómo puede la Iglesia pedir por la paz mundial, cuando aún no puede encontrar paz dentro de ella misma?
Tardini: Su Santidad, con todo el respeto, no le entiendo.
Juan: La Iglesia debe hallar una nueva forma de hablar a los corazones de los hombres.
Tardini: ¿Nueva manera?
Juan: Si, porque las verdades de la Iglesia son inmutables, pero ahora podemos cambiar las formas de comunicarlas. En otras palabras, una renovación.
Tardini: ¿Y cómo sería esa renovación?
Juan: Anoché yo tomé una decisión. ¿Cuántos cardenales hay en Roma actualmente?
Tardini: 37.
Juan: Bien. Por favor, dígales que quiero tener una charla con ellos esta tarde, Como viejos amigos.
Papa, secretario y cardenal, prosiguieron su camino conversando.
 
Esa misma tarde en la Basílica de San Pablo de Extramuros, cada clérigo de la Curia usaba sus vestiduras litúrgicas, rojo y púrpura acorde a cada rango. Los cardenales y obispos, con sus sotanas, roquetes, manteletas y birretas; mientras que algunos obispos y prelados de honor, con sus sotanas negras y farriolos (capas), los portadores y los guardias suizos. Acompañaban a Juan XXIII, revestido con una muceta de terciopelo rojo y la cruz pectoral sobre su sotana, era acompañado por dos prelados de honor (entre ellos, su secretario personal) y Mons. Angelo Dell'acqua.
Entre los cardenales se encontraba el "Carabinieri della Chiesa", el Cardenal Alfredo Ottaviani, a quién en su calidad de Secretario del Santo Oficio, esta iniciativa del Papa no le hacía mucha gracia. Recordaba el cónclave de 1958 tras la muerte de Pío XII, después de diversas estrategias fallidas para evitar un posible papa francés o progresista y sin conseguir los 35 votos necesarios para la elección de aquel entonces, al pasar 3 días de cónclave él sugirió mantener el conservadurismo en la Iglesia eligiendo a alguien "manipulable, de edad avanzada, sin ideas fijas, inofensivo, sin ambiciones, alguien que se deje guiar y preservar". Ottaviani ocupaba un lugar entre los considerados favoritos para calzar las sandalias del Pescador, junto a Siri, Valeri, Rufini y Agagianian; pero prefería ser elegido en casos de "extrema necesidad", Siri era conservador pero era de corta edad (querían un Santo Padre y no un "Eterno Padre") y Agagianian, era parte de la Curia pero no era italiano. Angelo Roncalli, el Patriarca de Venecia, no era considerado dentro de los favoritos y ni siquiera buscaba ser elegido, pero las características que dictó Ottaviani para mover los hilos del Cónclave, terminaron por elegirlo, pensando que así continuaría la ortodoxia manteniendo un rol pasivo, pero jamás pensó que la esponteidad y sencillez serían testigos de la gran iniciativa que Angelo Roncalli, Juan XXIII, tomaría enseguida.
Ottaviani, sin ocultar su disgusto, con otros cardenales y algún obispo, manifestaban su preocupación.
Ottaviani: ¿Reevaluación? ¿Qué quiere decir con eso?
Tardini: Nuevas palabras, dijo él.
Ottaviani: ¿Qué cree que significa reevaluación?
Obispo: No lo sé. La fuerza de la Iglesia se basa en sus tradiciones. Quítelas y la Iglesia desaparecerá.
Ottaviani: Este no es el momento para ser excéntricos. Habrá que bloquear lo que se proponga. Pase la voz (dirigiéndose a un cardenal que estaba a su derecha). Hasta ahora... le hemos dado libertad pero debemos puntualizar que nuestra misión ha tenido continuidad por tanto tiempo es porque hemos respetado las tradiciones de la Iglesia.
Y haciendo un gesto de "pasar la voz", el vecino cardenal repitió el mensaje a otro cardenal a su derecha.
El Papa Juan, con una roja carpeta en las manos, la devolvió a Mons. Dell'acqua que se encontraba a su izquierda y habló.
Juan: He pensado mucho durante las últimas horas en los grandes peligros que amenazan la paz y en las grandes transformaciones de nuestro tiempo. Por lo tanto, he tomado una decisión. Hermanos míos, ante ustedes anuncio, con cierto temblor de emoción, la propuesta de un gran Concilio de la Iglesia.
Unos a otros se miraron con sorpresa la gran mayoría de los cardenales, especialmente para Ottaviani que fue como si le hubieran arrojado un gran balde de agua fría.
Juan: Un Concilio Ecuménico, tan pronto como sea posible. No se discutirán dogmas, solo tratará la manera como la Iglesia reacciona a los problemas de hoy día. Y para hacer esto, pediremos, imploraremos, la ayuda de todo el mundo cristiano.
 
Mons. Loris sostenía una carpeta que mostraba al Secretario de Estado, el Cardenal Tardini, en presencia del Papa Juan XXIII.
Juan: Mire, cartas de estímulo venidas de todas partes del mundo. Los obispos me están escribiendo, también misioneros, gente común, incluso niños del colegio. Escriben "Querido Papa Juan" y mi corazón se sobrecoge.
Tardini: Verá, Su Santidad, hubo demasiado asombro en la Curia. Ellos pensaron que usted iba a tratar asuntos más urgentes, como los nuevos experimentos atómicos, los de los soviéticos.
Juan: Así es el Conservatorio Romano y la ciudadanía católica. No han mencionado el asunto.
Tardini, abriendo los brazos, se encogió de hombros. Sin duda, un raro gesto en Roma.
Juan: El Obispo de Nueva York, bendita sea su sinceridad, dijo que el Concilio sería un fracaso.
Tardini: Un Concilio es un evento extraordinario. Solamente ocurrieron 2 en 5 siglos, Su Santidad. Solo serían necesarias docenas de años para preparar uno. ¿Sabe, Santo Padre, que nunca estaremos listos para 1963?
Juan: ¿No lo estaremos?
Tardini: Bueno... no.
Juan: Bueno... si no se hace en 1963... entonces lo haremos en 1962.
Tardini: (con resignación) Que el Espíritu Santo lo ilumine siempre, Su Santidad.
Y dando media vuelta, se marchó. Mons. Loris Capovilla interpretó estas palabras con una cierta tonalidad de voz como un desacuerdo frente a la iniciativa del Papa. Pero Juan, suavemente alcanzó a detener al Cardenal Tardini.
Juan: No es él quien me está ayudando, soy yo quien está ayudando al Espíritu Santo. Él es quien hace todo. El Concilio fue idea suya.
 
Máquinas de escribir, telefonos y carpetas con informes en todos lados mantenían ocupados a sacerdotes, obispos y cardenales, incluso a religiosas y seminaristas. El Card. Tardini encabeza este gran grupo de trabajo.
Tardini: No no no no, yo no creo que eso sea posible.
Un obispo se acercó.
Obispo: ¿Cuánto va a costar todo esto?
Tardini: Todavía no lo hemos calculado. De cualquier forma, que cueste lo que cueste.
Silenciosamente el Papa Juan hizo su aparición con su secretario y apenas lo notaron los presentes, dejaron de lado sus ocupaciones e hicieron silencio.
Juan: Eminencias.
Tardini: Su Santidad, pudo haberme llamado.
Juan: Prosigan con su trabajo (los presente continuaron con sus obligaciones). Quería ver a todo el Concilio trabajando.
Ambos sonrieron. Juan se interesó en uno de los documentos, y Tardini se lo alcanzó.
Juan: ¿Me permite?
Tardini: Estas son las invitaciones. Las estamos enviando a casi 3000 obispos de todo el mundo.
Juan leía atento, hasta que algo lo llenó de curiosidad de esas hojas.
Juan: ¿Qué es esto?
Tardini: Un cuestionario. Hemos preparado unas preguntas para tener las opiniones de las personas.
El Papa lo meditó un instante, pero pareció no ser de su agrado.
Juan: No, yo preferiría que no. Permitamos que todos tengan la libertad de decir todo lo que quieran. El tema del Concilio lo decidirán ellos, no nosotros. ¿Le enviaron una invitación a nuestro hermano Slipyj?
Tardini: No, no tiene sentido. Nunca la recibirá, Santidad, siempre filtran las cartas.
Juan: Envíele una sin embargo.
Tardini asintió.
 
En una cancha de fútbol de tierra en el Vaticano, arbitraba un sacerdote de sotana y zapatillas en el que varios niños jugaban. Todos ellos eran vulnerables, algunos huérfanos y otros de familias pobres, y eran asistidos por el Cardenal Ottaviani. En su labor como "Gran Inquisidor", su cariño y sensibilidad contrastaba demasiado con su celo por la ortodoxia. En un balcón presenciaban el partido los cardenales Ottaviani y Tardini, en compañía del Papa Juan XXIII.
Ottaviani: Miren como controla el balón. Será un profesional algún día. ¡Pasa el balón! ¡Pásalo! (y dirigiéndose al Papa) Pago el equipamiento de los niños con mi salario de cardenal y cuando necesitan nuevos libros, también se los compro.
Juan: (Aprobando su actitud) ¡Muy bien hecho! ¡Una actitud maravillosa!
Ottaviani: La tuve mientras veía a los niños jugar en las calles, cerca de San Pedro. Niños de familias pobres, como la mía. Mi padre era pastelero en Trastevere...
Juan: Por favor, eminencias ¿Qué es lo que están tratándo de decirme?
Dudando un poco, como para aclarar sus ideas, finalmente habló el Cardenal Ottaviani.
Ottaviani: Podemos crear, Santo Padre, sin tener que llegar a destruir.
Juan: (Asintiendo) ¡Precisamente por eso quiero realizar el Concilio, para prevenir la destrucción de todo!
Ellos lo miraron como si se cerraran a entender.
 
Días después, en los trabajos para los lineamientos del Concilio, muchos prelados no disimulación su reprobación frente a diversas propuestas en las cartas que recibían. Un sacerdote le alcanzó una carta a Mons. Angelo Dell'acqua y éste le agradeció. Llegaban más cartas cada vez. Sacerdotes, laicos, religiosas, obispos y cardenales se movían como ardillas en medio de llamadas telefónicas, papeles y máquinas de escribir.
Dell'acqua: Este le pide a la Iglesia que apoye la revolución campesina en Perú.
Cardenal: Eso no es nada. Vea esta carta (se le extendió) Es de un obispo a los Países Bajos.
Dell'acqua la leyó detenidamente.
Dell'acqua: ¡Oh no!
Cardenal: Se sienten con libertad de expresar su opinión, gracias al Concilio.
Dell'acqua: Si, pero... ¿¡Ordenar mujeres!?
En ese momento ingresa el imponente Cardenal Ottaviani, mientras un monseñor le saluda.
Ottaviani: ¡Buenos días a todos!
Todos: ¡Buenos días!
Ottaviani: Lea esto (entregando una carta a Mons. Dell'acqua). Es de un obispo belga que quiere la anticoncepción en la agenda (luego la quitó de las manos, arrugando la hoja) ¡Intolerable!
 
Tardini, en los pasillos del Vaticano, entregaba instrucciones a un sacerdote para cumplir unas obligaciones. Sin darse cuenta que se acerca el Cardenal Ottaviani, notó su presencia al oir su voz que leía un txto conocido para él.
Ottaviani: "Todos los reunidos hoy aquí, nuestros corazones se emocionan, que todos los santos lo protejan y en su cumpleaños lo bendigan".
El Cardenal Tardini recibió el texto, tapándose un poco la boca por la risa.
Ottaviani: ¿Recuerda estos versos? Los escribí en el seminario, cuando usted cumplió 21 años, un sentimiento que no ha cambiado con el paso del tiempo. Esto me obliga a preguntarle por qué su alma está tan atormentada. Está menos combativo. ¿Es su salud?
Tardini: El doctor me dijo que no me esforzara demasiado (evitando la mirada de Ottaviani, que se mostraba insistente).
Ottaviani: ¿Alguna otra razón?
Tardini dudó en hablar, pero se atrevió.
Tardini: ¿Y qué pasa si tiene razón?
Ottaviani: ¿Razón?
Tardini: Así es. Suponga usted que esta idea del Concilio es lo correcto.
Ottaviani: Admito que respecto a Su Santidad puede pensar que estamos del otro lado, que estamos en una lucha de poder. Pero dígame ¿Alguna vez hemos hecho algo para sacar provecho? Ahora queremos salvar a la Iglesia de su aniquilación. Infortunadamente, el Papa no acepta que el enemigo es peligroso.
Tardini: Fisher, el Arzobispo de Canterbury, llegará mañana ¿Sabe?
Ottaviani: Invitar a la cabeza de la Iglesia Anglicana es un gran riesgo. Tenemos que hacer algo.
 
Al día siguiente, en la Porta Angelica, entraba un auto en el que Geoffrey Francis Fisher, Arzobispo de Canterbury y cabeza de la Iglesia Anglicana. Un sacerdote y un monseñor lo esperaban, se saludaron y lo escoltaron a la Sala de Audiencias.
Mientras tanto, Juan XXIII no podía ocultar su molestia debido a la ausencia de personal para este momento, que se había avisado con anticipación.
Juan: ¡Es increíble! ¡Recibir al Arzobispo de Canterbury aquí, en el Vaticano, como si él no fuera nadie!
Su secretario, Mons. Loris Capovilla, se acercó al Cardenal Tardini, pidiendo alguna explicación de este infortunio.
Mons. Loris: Su eminencia, el Santo Padre había pedido una bienvenida generosa. El éxito del Concilio depende del Arzobispo de Canterbury.
Tardini: Consideramos que era una simple visita privada.
Mons. Loris: Y El Observatorio Romano lo ignora completamente. ¿Qué costaba enviar a un fotógrafo?
Un obispo presente, contestó con frialdad.
Obispo: Infortunadamente, no había un fotógrafo disponible.
Mons. Loris se retiró con impotencia.
El Cardenal Tardini, que hace unos días, además de su estado de salud, también sentía muy dentro de su corazón y contra su voluntad, la importancia del Concilio. Le apenó un poco ver la silueta del Papa Juan XXIII apoyando las manos contra la mesa, en actitud de cansancio mientras decía: "Que Dios nos ayude". El Cardenal Tardini, se acercó al Papa para confesar su verdad que tanto lo reprimía.
Tardini: Su Santidad ¿Puedo hablarle? (asintió con tristeza) Al principio, como los demás, yo no creía en el Concilio. Pero ahora al trabajar cerca de usted, me he dado cuenta que... que estaba equivocado. El Concilio será bueno para todos los cristianos... para todos los cristianos.
Juan XXIII, con una mirada de complicidad, sonrió y le tomó fuertemente de los hombros, casi sosteniendo al Card. Tardini que estaba emocionado por su confesión.
Juan: Permanezca a mi lado. Lo necesito. Los necesito a todos.
Tardini asintió.
Mientras mantenían ese momento fraterno entre Papa y Cardenal, el Arzobispo Fisher era conducido por un joven sacerdote por los pasillos del Vaticano en camino a la Sala de Audiencias. El mismo sacerdote anunció su llegada al entrar a la Sala de Audiencias, para luego hacer ingreso el Arzobispo de Canterbury.
Ninguno de los presentes se quedó indiferente. El Cardenal Tardini estaba contemplando un nuevo acontecimiento para la Iglesia, y el obispo que contestó friamente miraba reacio. El Papa Juan, con su inseparable bastón, avanzó hasta el Primado Anglicano a saludarlo con afecto, tomándole de los hombros.
Juan: Gracias por estar aquí.
Fisher: Gracias por la invitación.
Juan: Bueno, la última vez que nos reunimos fue hace 400 años (el Arzobispo Fisher sonrió).
Ya de noche, todos en torno a un telescopio, el Primado de la Iglesia Anglicana y el Vicario de Cristo seguían conversando amistosamente.
Juan: (regulando el telescopio) Amamos al mismo Dios y aquellos que dividieron nuestros caminos, murieron hace tanto. Entonces me dije "es hora de que enrollemos nuestras mangas y trabajemos para que de nuevo oremos juntos". Inténtelo (haciendo gesto de mirar con el telescopio).
Fisher asintió y miró.
Juan: Me dijeron que debía estar allá arriba a esta hora. ¿Puede ver algo?
Fisher: Tan solo veo un reflejo.
Juan: Ahí debería estar. ¿Cuál es el nombre del ruso? (Preguntando al obispo, quien ya había comprendido interiormente el sentido del Concilio).
Obispo: Gagarin.
Juan: Gagarin, el cosmonauta ruso.
Fisher: El primer hombre que ha viajado cerca de las estrellas y hacia Dios.
Juan: El primer hombre en ver la Tierra como la ve Dios.
Fisher: Así es.

martes, 9 de octubre de 2012

En momentos como este, está permitido caerse... pero no rendirse.


Últimamente, ha sido noticia en estos días la acusación de abuso sexual hacia el Obispo de Iquique y su posterior presentación de su carta de renuncia a la Nunciatura Apostólica y ésta, posteriormente a Roma, han marcado una vez más la opinión pública y los cuestionamientos al clero. Renuncia que fue aceptada por el Papa al mediodía (hora italiana) a la vez que comunica a la Iglesia de Chile que la sede episcopal de Iquique está vacante, siendo nombrado como Administrador Apostólico el Arzobispo de Antofagasta Mons. Pablo Lizama (debido a que Iquique pertenece a la Provincia Eclesiástica de Antofagasta).
Por mi parte, en el blog prefiero no dar mi juicio ni mi opinión, puesto que como laico y bautizado soy miembro de la Iglesia, y no podemos dividirnos en esta crisis que a todos nos atañe. Si Marco Antonio órdenes decidió renunciar al gobierno de la Iglesia de Iquique, tendrá sus razones y aunque esto no me deja indiferente, no lo juzgaré.
No he sido puesto como juez en medio de la parroquia, mi familia o mis compañeros de universidad, por lo que prefiero corregir a alguien en privado, no en calidad de autoridad sino como alguien que nota algo que no le gusta. Prefiero mantener esa actitud porque no estoy libre de culpa, pecador me concibió mi madre, así que no me siento en condiciones de arrojar la primera piedra. Quienes persistan en mantener una actitud dogmáticamente crítica y rivalizante contra el Mandamiento del Amor, juzguen todo lo que quieran si es que desean seguidores o aparecer en los medios de comunicación, pero hacia ellos yo mantendré mi actitud de amigo y no de juez hacia todos (sean cristianos o no cristianos, buenos o malos, hombres o mujeres, no haré distinción de ningún tipo).
Algo que a nosotros nos traiciona es nuestra "mancha de nacimiento" conocida como Pecado Orginal, lo cual se entiende no como la creatividad de la falta sino la "carga genética" de nuestros primeros padres tras desobedecer a Dios (de ahí nuestra inclinación universal a hacer el mal que no queremos y de no hacer el bien que queremos).
Con esta explicación simplificada del pecado no pretendo presentar una excusa o justificar nuestros errores a lo largo de los siglos... pero no estamos determinados de manera fatalista a ello, pues por esta razón llegó Cristo a compartir nuestra humanidad  y haciéndose semejante en todo, menos en el pecado. Esta afirmación significa que Él fue concebido sin el Pecado Original (nunca ha pecado) lo cual significa que el llorar, reir, comer y beber con otros, acercarse a pedir agua a una mujer, regañar, enojarse y demostrarlo, orar, perdonar, comer, dormir, sentirse tentado, etc., no son un crimen, lo cual se resume en esto: Dios al hacerse hombre (Jesucristo) hace que todo lo humano habla de Dios, lo cual nos lleva a otra conclusión: el pecado es lo que nos deshumaniza. Por eso tenemos nuestro libre albedrío, nuestra capacidad de razonar y decidir: el "Fiat" o el "Non serviam".
Con todo esto, Cristo prefirió confiar Su Iglesia a hombres, pudiéndo hacerlo él solito, pero es maravilloso darse cuenta que Cristo no mira nuestras faltas y necesita nuestra colaboración, llamándonos por nuestro nombre. Tampoco se fija en capacidades, lo cual deja de manifiesto al elegir al primer Papa de la Iglesia: a Pedro. Humanamente hablando, Juan pudo haber sido el primer Papa de la Iglesia: aunque del grupo de los Doce era el menor, el único que tenía escolaridad, intelectual con una profundidad teológica que deja de manifiesto en sus textos (Evangelio de Juan, sus Cartas y el Apocalipsis), fiel e incondicional acompañante de Cristo (en sus predicaciones, la Transfiguración, la Última Cena, el Huerto de los Olivos e incluso, el único de los Doce que lo acompañó en la cruz), pero Él quiso a Pedro como cabeza de la Iglesia. Su terquedad, sus arrebatos, su actitud a veces rústica, su escasa educación o su triple negación a Cristo no han sido ni serán motivos suficientes para que Cristo lo deje y nos deje.
Así también en la Iglesia inicial estuvo Judas Iscariote, de igual manera a lo largo de los siglos hay quienes traicionaron el Evangelio con sus ambiciones personales, su soberbia o sus faltas de la que algunos hermanos no cristianos usan nuestros errores para manchar la Iglesia de Cristo por el solo hecho de rechazar a Él. Y a pesar de lo que estamos viviendo en Iquique, en mi ciudad y en otras partes del mundo, la iglesia seguirá siendo un hospital de pecadores y no el hotel de los santos.
Agradezco además a un buen sacerdote amigo, que hoy me regaló el texto "Evangelios de la Biblia (en el año de la Misión Joven)" mientras en la Catedral fuí a entregar un disco de música al P. Gaspar. Este blogger al que ustedes leen, se siente motivado con este regalo e incentivo acompañado de estas palabras: "Este texto es para el primer joven que se lo voy a regalar".
A continuar con nuestra labor y a no bajar la guardia.

viernes, 5 de octubre de 2012

Mi amigo el obispo (situaciones en la vida de un joven monaguillo).


La clásica imágen de un obispo es la de un hombre con sotana con sus bordes púrpura acorde a su dignidad y un erudito en teología, sin hacer otra cosa más que rezar; o bien, el clásico estereotipo: soberbio, altivo, frío, falto de empatía, rígido y que prohibe lo que no puede comprender. Pero, en el caso de mi amigo, no ha sido así.
Lo conocí es mis años de liceano, a mis 15 años estaba dando mis primeros pasos como acólito. Un día sábado, mientras me preparaba para acolitar en una misa de Confirmación, el "cabeza" de grupo no podía acolitar ya que era uno de los confirmandos y mientras me acercaba a saludarlo, lo conocía por primera vez. Nunca había saludado a un obispo, ni siquiera cuando era apenas un niño conocí a Don Fernando Ariztía. Don Gaspar apenas llevaba 2 años como Obispo y faltaba muy poco para la partida de Don Fernando, ya que era el Obispo emérito de Copiapó. Habían muchos momentos en esa misa, pasarle la mitra, alcanzarle el báculo, habían muchas cosas y no estaba preparado intelectualmente para ello y necesitaba ayuda pues estaba solo. Aún así, Don Gaspar me felicitó. Al día siguiente, lo volví a ver en otra misa de Confirmación en una capilla cercana a la casa, y mamá iba a recibir la Confirmación.
No pensaba en ser obispo, sino en ejercer su ministerio en alguna parroquia, leyendo el breviario o conversando con la gente. Fue párroco en el sur, en Andacollo, ostentó un importante cargo en la Congregación Claretiana a nivel mundial (creo que secretario de la orden, en Roma), volvió a Chile como Provincial de los Claretianos a nivel nacional hasta que una llamada de la Nunciatura le notificó el aviso directamente desde Roma que será Obispo y tras saberlo, no comunicarlo a nadie bajo pena de excomunión. Jamás pensó en aquello, pues para él, las llamadas de la Nunciatura Apostólica era algo tan cotidiano que no se esperaba tal noticia.
Al cambiarme de la capilla en la que participaba hasta la Catedral, por tener algunos problemas, acolitaba si la misa era presidida por el Obispo o por el párroco. En un inicio, no sabía como acercarme a Don Gaspar. Solo sabía que le gustaba el fútbol (es director técnico, créanme) y la música (estudió música, y toca piano y órgano); así que como no soy buen amigo del deporte, conversábamos de música. A veces, cuando deseaba subir al balcón del campanario a tocar el órgano, me invitaba a subir para conversar de música. Tocar el piano o el órgano es su vía de escape cuando tiene mucho trabajo, y no se preocupa si hay gente presente o no que lo está escuchando. También suele pedirme alguna película o algún álbum musical cuando se interesa en alguna obra. A veces como acólito lo acompañaba en algunas celebraciones (no en todas, pues tengo mi vida), pero de esta manera fuí conociéndolo pero no al Obispo, sino al sacerdote, a la persona.
Lo he visto llorar dos veces, y esas dos veces, como cristiano comprometido, se me partía cuando lo veía así. Esas dos veces han sido en circunstancias diferentes pero aludiendo a lo mismo: a la despedida de Don Fernando de este mundo, durante una conferencia sobre la historia de la Iglesia en Copaipó y durante una misa en su regreso a Copiapó tras un largo período de ausencia tras sus accidentes vasculares encefálicos. Como muestra de cariño, en la primera circunstancia nadie sabía que hacer así que lo animamos dando aplausos, y en aquella misa al derramar lágrimas de pastor, nadie se animaba a alcanzarle un vaso de agua... ni siquiera yo sabía si hacerlo o no, hasta que el párroco se dirige a la sacristía y al momento que me levanto a hacerlo, me pide que le alcance el vaso con agua. Al desplazarme por el presbiterio a vista y paciencia de los ministros presentes en la eucaristía, le dejé el vaso en el costado en el ambón en el que predicaba y volví a mi asiento no sin antes darle unas palmadas en el hombro. Admira mucho a los cristianos valientes que sufren persecusiones, va a visitar enfermos y realiza responsos como un sacerdote más, le encanta el fútbol inglés, ha viajado por varios países cumpliendo sus obligaciones pastorales (incluso en lugares donde el cristianismo es un delito bajo pena de muerte), se ha salvado de una protesta entre bombas lacrimógenas e incluso, habla latín al revés y al derecho.
Hay gente que no se atreve a hablar con un sacerdote porque los encuentra muy distantes, pero eso es solo falacia. Incluso he conversado con él cuando estaba internado en la clínica cuando tuvo sus accidentes vasculares encefálicos, yo lo iba a visitar y las enfermeras no decían nada. En sus primeras conplicaciones sobre dichos ataques, solo podía estar poco tiempo ya que las visitas estaban prohibidas pero ya que en el recinto sabían que había personas que venían de Catedral y algunos sacerdotes para recibir instrucciones y avisos, comprendían. Ya cuando estaba un poco mejor, yo podía conversar un poco más. Una vez que lo fuí a visitar, estaba durmiendo así que no me atreví a despertarlo, la enfermera me preguntó que había pasado, le conté que prefería dejarlo dormir (después de estar varios días sin relajo alguno) y lo despertó. Me sentí un poco mal, pero él estaba contento de recibir visitas y al hablarme de su estado de salud, prefería cambiarle el tema para que no se preocupara tanto así que pasábamos conversando de música (como siempre), libros y situación actual de la Iglesia.
Ahora estuvo de cumpleaños, y ya que el Papa Benedicto XVI aceptó su carta de renuncia tras cumplir 75 años de edad (es un "trámite" que todo obispo de alguna diócesis debe realizar, y a lo que el Papa acepta o rechaza según la situación de dicho obispo) debido a su estado de salud, ahora no se sabe cuando llegará el nuevo obispo. Nadie quiere que se vaya, pues él ha sido uno más de la parroquia, uno más del Pueblo de Dios, tan cercano que se podía conversar con él... hasta las personas de las poblaciones se acuerdan de saludarlo respetuosamente.
Sea como sea, existe el correo electrónico para mantener el contacto. Además, no me acompleja ni me averguenza tener amigos sacerdotes, sobretodo cuando uno de esos amigos es un obispo (y que además, le encanta la canción "New York, New York" de Frank Sinatra y que lo demuestra cada vez que toca el piano).

miércoles, 3 de octubre de 2012

Risas en medio de la solemnidad del Concilio.

En los próximos días se cumplirán 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II en la Basílica de San Pedro, en la que asistieron numerosos sacerdotes, prelados, clérigos de otras confesiones religiosas, teólogos y laicos (hombres y mujeres), todos ellos de distintas partes del mundo. Dicho Concilio fue iniciativa del Papa Juan XXIII, un Pontífice que supuestamente sería un hombre "manejable" por cierto sector del Colegio Cardenalicio tras la demora en el cónclave tras la muerte de Pío XII, tachado como un "Papa de transición". Lo que nadie sabía es que este cardenal viejito, rechonchito y de aspecto bonachón que ostentaba la dignidad de Patriarca de Venecia, pronto iniciaría una revolución dentro de la Iglesia. Espero que dentro de este mes, pueda profundizar un poco sobre el Concilio Vaticano II (si el tiempo y las obligaciones me lo permiten).
La finalidad del Concilio era el permitir que "entrara algo de aire fresco", eliminando lo que se consideraba innecesario, mantener lo importante, tocar temas contingentes (algunos polémicos para la época e incluso en nuestros días), resignificar algunos conceptos, adaptar la praxis de la fe a la actualidad, promover el diálogo interreligioso, etc., para que la Iglesia vaya marchando con el mundo (en pocas palabras, buscaba "ponerse al día"). Es un trabajo que aún no ha llegado a su plenitud, pues falta todavía alcanzar muchas metas.
Se dió el aviso en 1958, y desde ese año hasta 1962 se trabajó en la planificación del Concilio, en 1962 se dió inicio y terminaron las sesiones en 1965. Asistieron más de 2000 obispos en calidad de Padres Conciliares con sus respectivos secretarios, tuvieron 4 sesiones y 3 intersesiones, se han promulgado 4 constituciones dogmáticas, 9 decretos conciliares y 3 declaraciones. También intervinieron 2 Papas (ya que al morir Juan XXIII en 1963, el Cardenal Juan Bautista Montini, Arzobispo de Milán, continuó llevando adelante el Concilio hasta su término).
Hubo muchas opiniones, muchas discusiones con ciertos temas, una notoria variedad de idiomas y culturas, pero también hubo alguna que otra anécdotas. De las pocas que he encontrado en alguna página, quisiera compartir algunos momentos (solo espero que algunos las entiendan porque se encuentran bajo cierto contexto, en caso de que al lector/a no le cause gracia).
 
 
Apenas tres meses después de que el cardenal Angelo Roncalli fuera elegido Papa con el nombre de Juan XXIII, provocó un terremoto al anunciar en la Basílica de San Pablo Extramuros que había decidido convocar a la Iglesia a un Concilio. Los cardenales presentes se quedaron de piedra. El arzobispo de Génova con otros quince cardenales, habían estudiado la posibilidad de deponer a Juan
XXIII del pontificado, alegando “demencia senil”. Pues bien, entre esas actividades hubo una celebración conjunta de la Palabra de Dios entre católicos, ortodoxos y protestantes a escala de un Concilio Ecuménico con el Papa a la cabeza, y se levantaría la excomunión de más de novecientos años entre Roma y Constantinopla, franca comprensión, gran amistad, fraternidad, diálogo de tu a tu. El Papa Juan dijo a los cristianos no católicos: "No quieran hacer un proceso histórico, no quieran saber quien tenía razón y quien no la tenía. La culpa es de todos. Hoy les decimos: unámanos y dejémonos de querellas". Esa nueva actitud se remontaba a su pasado cuando Juan XXIII aún no era Papa, simplemente era Nuncio Apostólico en Francia, una de sus iniciativas fue recibir a una autoridad protestante y preguntando a la visita:
-"¿Por qué no nos unimos?"
-"Tenemos ideas diferentes"
-"¡Bah! ¡Las ideas! ¡Las ideas diferentes son tan poca cosa entre amigos!"
 
 
En ya varias ocasiones, algunos periódicos anunciaron nuevos nombramientos cardenalicios por parte del Papa Pablo VI. Cada vez las noticias se revelaron falsas previsiones.
-¿Por qué el Papa no crea más cardenales?, se preguntaba un obispo.
-"Debe haber probado la píldora… ¡y ha funcionado!", respondió un perito.
 
 
Un visitante llega al Vaticano y pide una audiencia inmediata con el Papa. Desconcierto de la Guardia Suiza en servicio: no es posible, hay que fijar una cita. El visitante insiste; la Guardia Suiza le pregunta su nombre y después le recibe un monseñor.
-"Soy el Doctor Satanás", explica el visitante, "y necesito hablar urgentemente con el Papa".
El Doctor Satanás insiste tanto que el monseñor logra finalmente obtener una audiencia extraordinaria ese mismo día, aunque no sin haber verificado cuidadosamente la identidad del extraño visitante: cuernos debajo del sombrero, cola rizada, pie caprino. Al día siguiente, “L’Osservatore Romano” publica una nota: «Su Santidad recibió en audiencia privada al ilustre Doctor Satanás. El encuentro duró alrededor de 80 minutos y se desenvolvió en un ambiente cordial. El Santo Padre aseguró su simpatía por el líder de los querubines rebeldes».
 
 
Algunos laicos participaron en la elaboración del famoso Esquema XIII, en particular en la elaboración del capítulo sobre el matrimonio. Entre ellos había una mujer originaria de México (acompañada por su marido). Un día, el cardenal irlandés Michael Browne intervino en la Comisión sobre el tema del "amor de concupiscencia", afirmando que el esquema debía recordar este aspecto deplorable del amor humano, incluso en el ámbito del matrimonio. De repente, la mujer le interrumpe diciendo:
-"Todos los obispos aquí presentes, espero, veneran a la propia madre y no se consideran fruto de la concupiscencia".
El cardenal se sonrojó, cambió de argumento y nadie volvió a hablar sobre el tema.
 
 
Los baños del Concilio tenían dos indicaciones en italiano: «libre» y «ocupado». Un obispo propuso que se tradujeran al latín, con estos términos: «sede vacante» y «feliciter regnante».
(Sede Vacante se refiere al período en que el Trono de Pedro está vacía tras la muerte/abdicación del Papa, y Feliciter Regnante la expresión de felicitación cuando un Papa es elegido y por tanto, ocupa el Trono de Pedro).
 
 
El cardenal Suenens hablaba mucho deldiálogo en el Concilio, pero (por lo que parece) lo practicaba poco en su diócesis.
-"Es un especialista del monólogo en el diálogo", decían algunos de sus sacerdotes de la diócesis de Malinas-Bruselas.
 
 
Alguien abandona a un recién nacido en los jardines del Palacio del Santo Oficio (antes conocido vulgarmente como la Inquisición). Dos seminaristas que pasaban por ahí lo ven y se preguntan quiénes serán sus padres:
-"¿Será un obispo?" dice uno.
-"No, claro que no", responde el otro.
-"¿Por qué?".
-"Porque nunca ha habido ningún obispo que haga algo significativo en 9 meses. ¿Tal vez el Concilio?".
-"Imposible, lo que sale de él nace muerto o inválido. ¿Y si fuera alguien del Santo Oficio?".
-"¡Ni de broma! Un hijo es fruto del amor y en el Santo Oficio no hay ningúna huella de amor".
 
 
Hacia el final de la cuarta sesión, muchos Padres Conciliares criticaron duramente la práctica de las indulgencias y llegaron incluso a pedir que fueran abolidas. ¿Qué opinaba el Papa? Tan solo se puede indicar que, al recibir poco antes de que terminara el Vaticano II a los obispos latinoamericanos, Pablo VI les dijo:
-"Les doy mi bendición y las relativas indulgencias... pues todavía se me condede darlas".
 
 
Los cardenales Ottaviani e Ruffini se suben a un taxi y le dicen al taxista:
¡Al Concilio!.
Después empeizan a discutir de cuestiones teológicas. De repente, se dan cuenta de que el taxi salió de Roma y se dirige al norte.
-"Hey, taxista, ¿a dónde nos lleva?"
-"Ustedes me dijeron: “¡Al Concilio!” y yo les llevo a Trento. Creo que es el único destino posible para ustedes".

martes, 2 de octubre de 2012

Ayer, Napoleón. Hoy, la opinión pública.

 
Hace más de 200 años ocurrió la siguiente conversación:
Napoleón Bonaparte: Voy a destruir su Iglesia (muy de seguro de sí mismo, pues había mandado arrestar y mandar al exilio al Papa Pío VI hasta la muerte, con el aviso de "Último Papa").
Cardenal Consalvi: No, no podrá (con tranquilidad).
Napoleón Bonaparte: ¡Voy a destruir su Iglesia! (alzando la voz)
Cardenal Consalvi: No señor, no pierda su tiempo en tratar de destruir a la Iglesia. Lo hemos intentado nosotros desde adentro, y no hemos podido conseguirlo.
Si los malos Papas, si los sacerdotes infieles, si Fernando Karadima, si sacerdotes con dudosas declaraciones, si las supuestas acusaciones, si los mayordomos traidores o infiltrados, si la traición de Judas Iscariote y de Urbain Grandier, si los cismáticos, si la incompetencia de Bernard Law en manejar el problema de los sacerdotes abusadores, si nuestros pecados y los miles de pecadores en toda la historia de la Iglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior -le diría implícitamente al general y futuro emperador si esta conversación ocurriera en el siglo XXI- ¿Cómo cree que Ud. va a poder hacerlo?
Pero mientras que todos nosotros quizá tengamos que padecer tales burlas, insultos y falsedades por causa de Cristo, tal vez caemos en el desanimo y necesitamos que nos "levanten la moral" (especialmente cuando un obispo está siendo investigado por presunto abuso en nuestro país, del que aún no se sabe si es inocente o culpable), de hecho debemos regocijarnos. Es un tiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el que Dios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro. Sí, nosotros no somos más que el Maestro. Es dificil, nadie dijo que ser cristiano es fácil. Cristo ya había dicho que "Si a Mí me han perseguido, les aseguro que a ustedes también los perseguirán" y San Agustín ha afirmado que "Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad".
Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase. El prometió que las puertas del infierno no prevalecerían sobre Su Iglesia, que la barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempo hacia su puerto eterno en el cielo, nunca se volcará, no porque aquellos que van en ella no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sino porque Cristo, que también está en la barca, nunca permitirá que esto suceda. Cristo sigue en la barca y Él nunca la abandonará.
 
"¿Quién nos separará del amor de Cristo?" (San Pablo).

lunes, 1 de octubre de 2012

Para quienes nos atacan y nos odian a nosotros, los pecadores (pero también, los salvados).

 
Como reza el título, este mensaje va para todos ellos: no católicos, "católicos" tibios, a quienes no conocen el "Extra ecclesiam nulla salus", a quienes no se atreven a mirar a Cristo, a quienes piensan erradamente que el Papado es puro cuento (y de paso, dejar a Cristo como si hubiese dicho mentira, dicho aquello es una herejía), a nuestros críticos, a nuestros torturadores y verdugos cotidianos (que no paran de reirse de nosotros y ridiculizarnos con el escarnio de Herodes), a nuestros perseguidores a muerte, a quienes nos odian simplemente por nuestra adhesión, a quienes nos acusan de los errores de nuestros sacerdotes, a quienes se escandalizan y nos abofetean con declaraciones sacadas de contexto como el siervo de Caifás, a los profesionales que buscan enlodar la Iglesia (como los señores Grez y Hermosilla y otros tantos), a quienes quieren obtener grandes sumas de dinero en sus sueldos con magnificar nuestros errores y sembrar el odio a nosotros en las portadas de sus periódicos (como el The Clinic, el New York Times, etc.) a nuestros asesinos bajo el nombre de alguna ideología, a quienes nos calumnian, a quienes se esfuerzan con falsas pruebas, a Richard Dawkins, a quienes se proclaman "tolerantes" o "demócratas" pero no actúan así con un cristiano bajo ningún motivo, a quienes buscan legalizar el genocidio en nombre de la libertad bajo una supuesta democracia y a tantos otros, les quiero decir que no los odio, los perdono por perseguirnos, oro por ustedes, no les deseo el mal bajo ningún pretexto porque a pesar de ello, siguen siendo mis hermanos (por eso no los he llamado "enemigos", no estoy de acuerdo con llamarlos así), aún así cuando me vean como "políticamente incorrecto" o "elemento peligroso". Y si nos llaman pecadores, les digo esto:
¿Somos pecadores? Sí, desgraciadamente. Y sin embargo, somos, ante todo, los "salvados", los "amados". Y precisamente porque somos los salvados, los amados, los preferidos, podemos reconocer nuestro pecado, nuestros pecados, y suplicar a Nuestro Padre: "Devuélveme la alegría de de haber sido salvado". Ser pecadores no nos define, no nos designa ante Dios. A Dios no le interesan nuestros pecados; solo le interesa nuestro regreso. Como el padre de la parábola, que espera el regreso de su hijo y no le pide cuentas por los bienes que ha dilapidado y la vida de desenfreno que ha llevado, Dios nos espera y nos recibe sin llevar la cuenta de nuestros pecados, sin tenerlos en cuenta en absoluto. El regreso del hijo es la alegría del padre. Lo que nos designa ante Dios es el amor del que nos colma, es la alegría del Cielo cuando nos volvemos hacia Nuestro Padre. Mirémonos en el espejo que Dios nos tiende. Lo que vemos en él son los rostros de hijos e hijas colmados de amor; lo que nos mira desde él es nuestro futuro. Por eso, no nos dejaremos desfigurar por quienes nos arrojan nuestros pecados a la cara.
Alegrémonos en el Señor, porque somos sus bien amados.