Choose a language:

viernes, 3 de abril de 2015

Viernes Santo: Cristo humillado con el excremento de nuestras calles.


Este Viernes Santo fue diferente pues casi ni lo sentí al estar en medio de tanto dolor. Desayuné tarde para salir temprano sin almorzar, debido a la restricción vehicular.
En la mañana escuché unos himnos polifónicos de Viernes Santo, y vi unas escenas de "El Manto Sagrado". Y antes de salir de casa, vi la Celebración de la Hora Santa hecha por el Papa Francisco, hasta que llegó la hora de salir.
Ya después de iniciar la primera odisea del fango y el excremento por las calles, llegué a Catedral no sin antes cambiarme las botas por los zapatos. Ya que habían pocas personas (algunos parroquianos), aproveché la soledad en el templo para orar silenciosamente y meditar el Via Crucis ante la imagen del Crucificado.
Ya al comenzar la Hora Santa, nos postramos ante el altar. Ante Dios sentía que no había nada mejor que agradecer su sacrificio con hacerme y sentirme nada, postrado en el suelo y sin haber comido nada después del desayuno ni beber durante el camino a la Catedral durante esta semana cuando la sed me acosaba. Mi cara tocaba la alfombra del presbiterio y consciente de mi nada y finitud, me levanté lleno de gratitud hacia Jesús. Y transcurrió la liturgia normalmente, y estuve tranquilo. Nada de tristeza, sino de gratitud.
Ya al finalizar, inicié otra aventura para el regreso a casa. Ya en casa, pude almorzar. He visto la película del Padre Pio, en la versión del actor italiano Sergio Castellito (el Rey Miraz en la película "Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspián"). Una película mística, dura y hermosa, recuerdo que la he visto cuando tenía 12 años, y como luchaba para no quedarme dormido mientras la veía aquel Jueves Santo en la noche, marcándome lo suficiente como para pensar a mi edad que seguir a Cristo era algo muy serio y pensar en las cosas eternas, aunque a ratos pensaba que yo "era muy chico para eso". Y todavía conmueve un poquito esa película, especialmente algunas escenas. Una película místicamente franciscana.
Luego seguí con "Karol: el Papa, el hombre", la continuación de "Karol, el hombre que se convirtió en Papa". Una producción que se desarrolla en torno al pensamiento personalista y el lado humano de Karol Wojtyla o mejor dicho, San Juan Pablo II, recorriendo los aspectos y las personas más importantes de su vida, incluyendo sus viajes y el deterioro constante de su salud. Y seguí con La Pasión de Cristo (en el que después publicaré una nueva entrada con pensamientos personales de cada escena de la película), Jesús de Nazaret (imposible no ver un clásico) y terminé viendo el tradicional Via Crucis en el Coliseo Romano con el Papa Francisco. Las meditaciones de las estaciones del Via Crucis fueron escritas por un obispo, pensando en los cristianos perseguidos del Medio Oriente.
Fue un Viernes Santo diferente, en el que la Pasión de Cristo no solo se vivió litúrgicamente sino que en las calles de nuestra región afectada por el aluvión. Señor, sabes bien que no merezco tanto pues las veces que me das amor, otras tantas te he fallado. Y aún así, sigues conmigo. Si quieres que aún te sirva, no te apartes de mí, y no me sueltes ahora cuando más necesito de ti, pues ahora siento que al menor descuido de tu mano me caeré a la nada.
Por todo esto, gracias Jesús.

P.D.: Mientras escribía al ver "La Pasión de Cristo", papá salió de la pieza para ir a la cocina. Se acercó a mí, me miró a los ojos y me preguntó si lloré, pues me indicó que tenía los ojos colorados. No lo negué, pues es imposible que no me duela la crucifixión, pero de esto ya lo escribiré en la próxima entrada.

1 comentario: