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viernes, 5 de abril de 2013

Cuando el infierno asciende a la Tierra


En diciembre de 1937, en la ciudad de Nanking (China), durante la Segunda Guerra chino-japonesa, soldados japoneses se tomaron la ciudad y cometieron toda clase de atrocidades: quemaban, destruían, mataban a diestra y siniestra (incluso con katanas), violaban (sin importan si eran niñas, mujeres jóvenes o ancianas) y obligaban a hacer lo mismo a los monjes budistas entre ellos (ellos también practican el celibato, como los sacerdotes).  Asesinaron miles de personas, ya sean prisioneros de guerra o civiles. El ejército chino no pudo hacer nada, muchos se quitaron el uniforme y huyeron, otros continuaron luchando hasta la muerte. Esa ciudad destruída conformaba un cementerio que se perdía por las calles con cadáveres a montones y del que no quisiera referirme a los métodos de asesinato (algunos sobrevivieron) y los testimonios son reportes de unos pocos periodistas y fotografías y videodocumental de un misionero de EEUU llamado John Magee, que registra a los sobrevivientes con sus cuerpos marcados por las heridas y la humillación al pueblo chino, hombres y mujeres, así como también la condición en la que se encontraba aquella ciudad. Este suceso aún no conserva la cantidad oficial de víctimas fatales: algunos dicen que fueron 100.000 personas, otros dicen que fue más de 200.000 personas, pero aún divide a estos dos países, incluso dentro de Japón las opiniones están divididas, hasta el día de hoy.
De este suceso prolongado hasta febrero del año siguiente se han realizado algunas películas, la más reciente se llama "Las flores de la guerra", basada en una novela histórica de Geling Yan, dirigida por Zhang Yimou ("La casa de las dagas voladoras", "La maldición de la flor dorada", etc). La película no describe esas escenas crudas, aunque es violenta y trata con cuidado ciertas escenas, aunque a ratos da mucha tristeza ver tanto dolor. Tanto es así, que la actriz protagonista (es su primera película) no pudo continuar con las grabaciones y rompió a llorar, agobiada con una historia tan fuerte y sensible para el nacionalismo chino. El director, sin desesperarse, intentó a que continuara pero como su dolor seguía presente, detuvo las grabaciones y llevándola a una oficina, habló con ella, con lo que consiguió continuar (y no lo hizo nada mal).
Recordé esta película tras pensar en las atrocidades que se cometen durante la guerra, entre personas que no se conocen entre sí, entre inocentes y personas que se convierten en bestias asesinas y despiadadas. Es cierto aquella frase que dice que la guerra es una masacre entre personas que ni siquiera se han visto y para el provecho de personas que se conocen pero no se atreven a masacrarse entre sí. Para mí, se me hace muy dificil considerar que una guerra sea justa a o no, porque siempre hay muerte de por medio, aun si se logra una justificación de un punto de visto moral o filosófico. Nunca he sido de la idea de atacar o asesinar, aunque sí de defender. No tengo antipatía hacia los uniformes o algo de connotación militar, pero me alegro no haber ingresado al servicio militar, porque nunca tendría alma de usar algún arma y usarla contra alguien en el momento menos pensado, porque una persona vale mucho más que una bandera, es más que una bandera o una ideología. Una persona puede morir en nombre de su ideología o en nombre de Dios (que no es una idea), pero es más aberrante matar en nombre de uno de los dos.
No me gustaría que se hiciera realidad una guerra provocada por la dictadura comunista de Corea del Norte y con arsenal nuclear, sería como si la Tierra vomitara el infierno sobre la superficie. Y lo triste es que muchos tenemos esa inclinación solo porque algunos no toleran que alguien porte una cruz colgando del cuello, porque no le gusta su nariz, o porque no es del mismo equipo de fútbol. ¿Qué la política no es para gobernar una nación y mantenerla, en vez de agredir? No me gusta esa frase, pero lamentablemente parece que fuera cierta a ratos: "La guerra es una política con sangre, y la política es una guerra sin sangre".
¿Para qué destruir en menos de un minuto lo que se ha conseguido en años? ¿Para qué usar la fuerza lo que se podría obtener con misericordia? No lo sé, y no entiendo porque se invierte más en elementos para destruir en vez de cosas realmente útiles para la población y el bien común. El extremo de la desconfianza...

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