Este blog acaba de cumplir un año de vida, en el que curiosamente lo he creado el día en que Juan Pablo I fue elegido Papa. Al día siguiente de haber creado el blog, me di cuenta de ese detalle, puesto que siempre he admirado su humildad y simplicidad, cosas que a este mundo le faltan. Y bien, vuelvo a escribir (cada vez menos, pero escribo) sin tener la intención que unos pocos o muchos lo lean y me sigan, sino con la intención que a alguien que se tope con esta humilde página, le sirva.
Esta últimas semanas, con excesos de trabajos en la universidad y todo eso, me ha dejado estresado. Y obviamente, he tenido algo de culpa por no ordenarme un poquito, aunque igual son tantas cosas que te exigen tiempo y te quitan otro tanto como para compartir en familia, el trabajo o la parroquia. Por el consejo de dos buenas amigas profesionales, opté por no trabajar durante una semana. Y al día siguiente, asistí a un retiro espiritual por una actividad de Pastoral Juvenil.
Hace tiempo que necesitaba un retiro espiritual. No he ido por obligación, sino porque necesitaba "estar fuera del mundo" aunque sea por unas horas (aunque me gustaría estar una semana, aunque lo veo difícil, ojala en algún monasterio). Este retiro, en el que con alivio no he usado internet y confiadamente entregué mi celular (incluso lo apagué), tuvo centro la figura del P. Alberto Hurtado al encontrarnos en el mes de la solidaridad, con una frase suya que resume todo el Evangelio: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?"
En el primer tema, algunos chiquillos dejaron de manifiesto los conflictos dentro de la pastoral, lo cual es normal que ocurren. Lo malo es que al apernarse mucho en las amistades o romances dentro del grupo, incluso chismes, solemos perder el centro de nuestra Pastoral Juvenil, cuyo centro es Cristo y no el nombre. Pero... Cristo nos pide más, cada vez nos pide mucho más, dentro de nuestras posibilidades, pero siempre nos pide más. Hacer actividad pastoral nunca será suficiente, ni tampoco el liderazgo, planificación o cualquier actividad, cosas que son necesarias pero no suficientes. Para ello siempre será necesaria una continua conversión, a cada momento, todos los días.
Introspectivamente, he estado pensando sobre lo más triste que me ha pasado en los años que llevo en la Pastoral Juvenil, y ha sido que no estoy libre de cometer errores, y sin tener la intención de "andarla defecando", haciendo el mal que no quiero y no pudiendo hacer el bien que quiero (citando a San Pablo), he cometido tantos errores (a veces me duele todavía haber herido a algunas personas) y me avergüenzo terriblemente (tal vez por eso mi santo predilecto es San Agustín, de quien me gusta leer sus textos). Quizás estas heridas nunca deban sanar, sino que deben permanecer ahí para no olvidarme de ello y así no olvidar recordarlo. También he pensado en lo bueno que me ocurrió, y lo más lindo es la pertenencia a una familia en la que veo unión en todas las comunidades de Pastoral Juvenil que son de parroquias diferentes, porque veo en ellas la comunión de la Iglesia, la Iglesia que como familia somos. Apenas dije ello, hubo aplausos y enrojecí un poco, cubriéndome un poco la cara.
He escogido el versículo 8 del salmo 27, el cual dice "Mi corazón de tí me habla diciendo: Procura ver su faz". A veces me dificulta ver a Dios en las circunstancia de vértigo, no solamente en las de calma. Estar preparado para todo, porque he recordado que la paz de Cristo no es la ausencia de la cruz ni la no existencia de los problemas, sino la capacidad de enfrentar esos momentos, no busca que se nos solucionen todos nuestros problemas como quisiéramos, pero sí discernir y buscar la oportunidad de resolverlos, incluso tener el valor y la actitud de no rendirse. Que nadie entierre el espíritu de la alegría y la libertad, a no ser que lo hagamos nosotros mismos con nuestra cobardía. Se nos permite llorar y caer, pero es obligación secarse las lágrimas y levantarnos, incluso dejarnos ser consolados por nuestros amigos y cercanos.
De ahí la importancia de la elección de personas que han sido significativas para nosotros, de quienes han influido de alguna manera en nuestras vidas (puede ser una amiga, un amigo, nuestros padres, algún pariente, un sacerdote, etc). Escuché a un sacerdote mencionar una frase de un poema que no recuerdo textualmente, pero dice que los amigos son como los hermanos que uno elige y que Dios te los pone en tu vida. Escuché eso y estuve a punto de llorar pero no de tristeza sino de alegría, porque me acordé de mi amiga a quien nunca pensé en ser su amigo pero terminé por ofrecerle su amistad ya que nos conocimos en circunstancias no muy buenas para ella. Ella me miró que tenía cara de pucheros y se preocupó, bastó con ver su expresión como si me preguntara "¿Qué te pasa que te da por llorar?", pero le hice señas que estaba bien, que no ocurría nada malo, que solamente era un momento de mucha intensidad y que me clavó fuerte el corazón. Dentro de esas personas significativas estaba ella, especialmente en los últimos meses que he estado viviendo un difícil duelo.
En un trabajo silencioso, meditaba caminando por el camino de cemento de la casa de retiros, en una reflexión sobre las fortalezas del P. Hurtado que me eran llamativas. Pensé en 3: sacrificio, perseverancia y paciencia. Necesito fortalecerme más en el sacrificio, el sufrir en silencio en vez de quejarme ocasionalmente; pero para ello también necesito mucho de la perseverancia; y hay un elemento del que necesito aún más: la paciencia, aceptar que no todo puede resultar u ocurrir como yo quisiera, y que debo aceptar más que adaptarme. Estas tres actitudes se basan en un momento de su vida: su llamado a la vida jesuita que él tuvo que postergar, porque estudiaba leyes en la universidad, tuvo que trabajar para cuidar a su madre (ya que había su padre había muerto cuando apenas era un niño), y una vez que ella pudo estar "asegurada", ingresó al seminario después de años de sacrificio, perseverancia y paciencia.
El beneficio de la vida cristiana no es la vida cómoda o tener influencias, ya que no es el motivo sino consecuencia de llevar una vida acorde con el Evangelio, cuya concreción de nuestros sueños conlleva tener como nuestro motor el mandamiento nuevo que Él nos dejó y que resume toda la ley: el amor. Esta vocación (llamado) que Dios nos hace, se expresa siempre en algo concreto, en una renuncia de una opción por "algo mejor". Pero como todos vemos, no la tenemos fácil. Es cosa de leer El Juicio de las Naciones que aparece en Mateo 25 (texto que el Papa Francisco siempre nos invita a tenerlo presente) para ser ser fiel a Él en todo momento, y que no es ir a toda actividad parroquial-pastoral, sino hacer justicia frente a los demás (no igualdad, sino dar a cada uno lo que corresponde). Lamentablemente en nuestro Chile, somos unos de los países en el mundo con mayor índice de desigualdad económica, ya que vemos que unos tienen más que otros, y con ese malestar social como consecuencia de ello surge un grupo de indignados que hacen temblar a las instituciones y llevándolas a una crisis que se expresa en los ambientes económicos, políticos, sociales y eclesiales. Sería más fácil escapar para no enfrentar la realidad con un cristianismo piadoso, "pechoño", algo aparentemente inofensivo pero muy peligroso. De esto ya nos advirtió el mártir de El Salvador, el Arzobispo Óscar Romero, que nos dijo que "hemos mutilado mucho el Evangelio" apuntando hacia la comodidad. Actualmente, en la pasada JMJ Rio 2013, Francisco ya nos invitó a "hacer lío", a hacer ruido, a hacer notar que Cristo está más presente que nunca, que no nos ha olvidado, que nos ama, que ama al pecador y que odia el pecado. Con todo este panorama que tenemos, no podemos quedarnos "balconeando la vida" según Francisco, ya que Él no lo hizo quedándose en el balcón sino que se metió en la vida. "Jugar para adelante", hasta "mojar la camiseta".
Con todo el panorama dificil que nos pone la sociedad, también hace que a veces perdamos la capacidad de soñar. Nos pone un panorama tan gris, que a veces terminamos por ver lo mismo. A pedirnos informes o cualquier cosa en esta "cultura de lo inmediato", no nos deja soñar, nos limita, nos pide cosas pero nos deja actuar ni pensar, tanto así que ya nos acostumbramos a la "selva de cemento" y nos olvidamos de tener algún detalle con una persona: una flor, un chocolate, un regalito, o una pastilla, y llega a ser raro cuando tenemos ese detalle con alguien (y claro, porque ahora no es habitual). Todas estas desigualdades e injusticias y dolores nos confrontan y nos interrogan con la pregunta del millón: "¿Por qué el hombre está en el mundo?". Y lejos de las respuestas filosóficas, existencialistas o absurdas, es porque Alguien ama a cada ser humano, porque ese mismo puede amar y ser amado, está en cada uno que sea feliz y no deje que los problemas le borren la sonrisa. El universo no existe por fruto del azar, no vivimos para estudiar y trabajar sin motivo, sino que somos fruto de un proyecto de amor, del que somos obra de sus manos (y gracias a Él, nuestra vida no es un absurdo). Además de regalarnos la vida, nos regala lo más valioso pero que podemos convertirlo en algo peligroso: la libertad, algo que Dios respeta absolutamente, incluso vivir de espaldas a Él. Jesús no nos pide más que ser felices, que seamos nosotros mismos, nada más.
En base del párrafo anterior, volví a realizar otro trabajo personal, no sin antes conversar con el obispo que estaba presente en estos momentos y que después nos acompañó por unos instantes. Realicé un trabajo personal sobre las cosas que para mí son sueños y las que son ilusiones. Pensé en mis dones, con los que trato de servir a Dios en mis hermanos y hacer el bien. He dado con los elementos de la sociedad que dificultan el cumplimiento de los sueños que abrigo, además de la manera que debo combatir contra los antivalores que la sociedad nos impone. Terminé mi introspección con la sugerencia de una pregunta que sería conveniente hacernos a diario, pregunta que el Obispo nos invitó: "¿Qué cosa/s buena/s he hecho el día de hoy?"
He finalizado mi retiro con desafíos a corto plazo, un poco tarde, pero con mi mente ya en calma. Me he encontrado con una amiga que no veía hace tiempo, pero una alegría enorme tras enterarme que ella quiere consagrarse como religiosa y que está viviendo la experiencia con una comunidad de hermanas como postulante. Agradezco también el haber orado intensamente ante el Santísimo Sacramento del Altar unos momentos antes de almorzar y reirme descontroladamente por unos chistes. Ya de noche, me dormí temprano después de una semana muy pesada y con estrés, del que me siento un poco mejor.
Terminaré con dos frases de la película basada en la vida del P. Jerzy Popieluszko, mártir polaco: "Popieluszko. la libertad está en nosotros".
Esta últimas semanas, con excesos de trabajos en la universidad y todo eso, me ha dejado estresado. Y obviamente, he tenido algo de culpa por no ordenarme un poquito, aunque igual son tantas cosas que te exigen tiempo y te quitan otro tanto como para compartir en familia, el trabajo o la parroquia. Por el consejo de dos buenas amigas profesionales, opté por no trabajar durante una semana. Y al día siguiente, asistí a un retiro espiritual por una actividad de Pastoral Juvenil.
Hace tiempo que necesitaba un retiro espiritual. No he ido por obligación, sino porque necesitaba "estar fuera del mundo" aunque sea por unas horas (aunque me gustaría estar una semana, aunque lo veo difícil, ojala en algún monasterio). Este retiro, en el que con alivio no he usado internet y confiadamente entregué mi celular (incluso lo apagué), tuvo centro la figura del P. Alberto Hurtado al encontrarnos en el mes de la solidaridad, con una frase suya que resume todo el Evangelio: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?"
En el primer tema, algunos chiquillos dejaron de manifiesto los conflictos dentro de la pastoral, lo cual es normal que ocurren. Lo malo es que al apernarse mucho en las amistades o romances dentro del grupo, incluso chismes, solemos perder el centro de nuestra Pastoral Juvenil, cuyo centro es Cristo y no el nombre. Pero... Cristo nos pide más, cada vez nos pide mucho más, dentro de nuestras posibilidades, pero siempre nos pide más. Hacer actividad pastoral nunca será suficiente, ni tampoco el liderazgo, planificación o cualquier actividad, cosas que son necesarias pero no suficientes. Para ello siempre será necesaria una continua conversión, a cada momento, todos los días.
Introspectivamente, he estado pensando sobre lo más triste que me ha pasado en los años que llevo en la Pastoral Juvenil, y ha sido que no estoy libre de cometer errores, y sin tener la intención de "andarla defecando", haciendo el mal que no quiero y no pudiendo hacer el bien que quiero (citando a San Pablo), he cometido tantos errores (a veces me duele todavía haber herido a algunas personas) y me avergüenzo terriblemente (tal vez por eso mi santo predilecto es San Agustín, de quien me gusta leer sus textos). Quizás estas heridas nunca deban sanar, sino que deben permanecer ahí para no olvidarme de ello y así no olvidar recordarlo. También he pensado en lo bueno que me ocurrió, y lo más lindo es la pertenencia a una familia en la que veo unión en todas las comunidades de Pastoral Juvenil que son de parroquias diferentes, porque veo en ellas la comunión de la Iglesia, la Iglesia que como familia somos. Apenas dije ello, hubo aplausos y enrojecí un poco, cubriéndome un poco la cara.
He escogido el versículo 8 del salmo 27, el cual dice "Mi corazón de tí me habla diciendo: Procura ver su faz". A veces me dificulta ver a Dios en las circunstancia de vértigo, no solamente en las de calma. Estar preparado para todo, porque he recordado que la paz de Cristo no es la ausencia de la cruz ni la no existencia de los problemas, sino la capacidad de enfrentar esos momentos, no busca que se nos solucionen todos nuestros problemas como quisiéramos, pero sí discernir y buscar la oportunidad de resolverlos, incluso tener el valor y la actitud de no rendirse. Que nadie entierre el espíritu de la alegría y la libertad, a no ser que lo hagamos nosotros mismos con nuestra cobardía. Se nos permite llorar y caer, pero es obligación secarse las lágrimas y levantarnos, incluso dejarnos ser consolados por nuestros amigos y cercanos.
De ahí la importancia de la elección de personas que han sido significativas para nosotros, de quienes han influido de alguna manera en nuestras vidas (puede ser una amiga, un amigo, nuestros padres, algún pariente, un sacerdote, etc). Escuché a un sacerdote mencionar una frase de un poema que no recuerdo textualmente, pero dice que los amigos son como los hermanos que uno elige y que Dios te los pone en tu vida. Escuché eso y estuve a punto de llorar pero no de tristeza sino de alegría, porque me acordé de mi amiga a quien nunca pensé en ser su amigo pero terminé por ofrecerle su amistad ya que nos conocimos en circunstancias no muy buenas para ella. Ella me miró que tenía cara de pucheros y se preocupó, bastó con ver su expresión como si me preguntara "¿Qué te pasa que te da por llorar?", pero le hice señas que estaba bien, que no ocurría nada malo, que solamente era un momento de mucha intensidad y que me clavó fuerte el corazón. Dentro de esas personas significativas estaba ella, especialmente en los últimos meses que he estado viviendo un difícil duelo.
En un trabajo silencioso, meditaba caminando por el camino de cemento de la casa de retiros, en una reflexión sobre las fortalezas del P. Hurtado que me eran llamativas. Pensé en 3: sacrificio, perseverancia y paciencia. Necesito fortalecerme más en el sacrificio, el sufrir en silencio en vez de quejarme ocasionalmente; pero para ello también necesito mucho de la perseverancia; y hay un elemento del que necesito aún más: la paciencia, aceptar que no todo puede resultar u ocurrir como yo quisiera, y que debo aceptar más que adaptarme. Estas tres actitudes se basan en un momento de su vida: su llamado a la vida jesuita que él tuvo que postergar, porque estudiaba leyes en la universidad, tuvo que trabajar para cuidar a su madre (ya que había su padre había muerto cuando apenas era un niño), y una vez que ella pudo estar "asegurada", ingresó al seminario después de años de sacrificio, perseverancia y paciencia.
El beneficio de la vida cristiana no es la vida cómoda o tener influencias, ya que no es el motivo sino consecuencia de llevar una vida acorde con el Evangelio, cuya concreción de nuestros sueños conlleva tener como nuestro motor el mandamiento nuevo que Él nos dejó y que resume toda la ley: el amor. Esta vocación (llamado) que Dios nos hace, se expresa siempre en algo concreto, en una renuncia de una opción por "algo mejor". Pero como todos vemos, no la tenemos fácil. Es cosa de leer El Juicio de las Naciones que aparece en Mateo 25 (texto que el Papa Francisco siempre nos invita a tenerlo presente) para ser ser fiel a Él en todo momento, y que no es ir a toda actividad parroquial-pastoral, sino hacer justicia frente a los demás (no igualdad, sino dar a cada uno lo que corresponde). Lamentablemente en nuestro Chile, somos unos de los países en el mundo con mayor índice de desigualdad económica, ya que vemos que unos tienen más que otros, y con ese malestar social como consecuencia de ello surge un grupo de indignados que hacen temblar a las instituciones y llevándolas a una crisis que se expresa en los ambientes económicos, políticos, sociales y eclesiales. Sería más fácil escapar para no enfrentar la realidad con un cristianismo piadoso, "pechoño", algo aparentemente inofensivo pero muy peligroso. De esto ya nos advirtió el mártir de El Salvador, el Arzobispo Óscar Romero, que nos dijo que "hemos mutilado mucho el Evangelio" apuntando hacia la comodidad. Actualmente, en la pasada JMJ Rio 2013, Francisco ya nos invitó a "hacer lío", a hacer ruido, a hacer notar que Cristo está más presente que nunca, que no nos ha olvidado, que nos ama, que ama al pecador y que odia el pecado. Con todo este panorama que tenemos, no podemos quedarnos "balconeando la vida" según Francisco, ya que Él no lo hizo quedándose en el balcón sino que se metió en la vida. "Jugar para adelante", hasta "mojar la camiseta".
Con todo el panorama dificil que nos pone la sociedad, también hace que a veces perdamos la capacidad de soñar. Nos pone un panorama tan gris, que a veces terminamos por ver lo mismo. A pedirnos informes o cualquier cosa en esta "cultura de lo inmediato", no nos deja soñar, nos limita, nos pide cosas pero nos deja actuar ni pensar, tanto así que ya nos acostumbramos a la "selva de cemento" y nos olvidamos de tener algún detalle con una persona: una flor, un chocolate, un regalito, o una pastilla, y llega a ser raro cuando tenemos ese detalle con alguien (y claro, porque ahora no es habitual). Todas estas desigualdades e injusticias y dolores nos confrontan y nos interrogan con la pregunta del millón: "¿Por qué el hombre está en el mundo?". Y lejos de las respuestas filosóficas, existencialistas o absurdas, es porque Alguien ama a cada ser humano, porque ese mismo puede amar y ser amado, está en cada uno que sea feliz y no deje que los problemas le borren la sonrisa. El universo no existe por fruto del azar, no vivimos para estudiar y trabajar sin motivo, sino que somos fruto de un proyecto de amor, del que somos obra de sus manos (y gracias a Él, nuestra vida no es un absurdo). Además de regalarnos la vida, nos regala lo más valioso pero que podemos convertirlo en algo peligroso: la libertad, algo que Dios respeta absolutamente, incluso vivir de espaldas a Él. Jesús no nos pide más que ser felices, que seamos nosotros mismos, nada más.
En base del párrafo anterior, volví a realizar otro trabajo personal, no sin antes conversar con el obispo que estaba presente en estos momentos y que después nos acompañó por unos instantes. Realicé un trabajo personal sobre las cosas que para mí son sueños y las que son ilusiones. Pensé en mis dones, con los que trato de servir a Dios en mis hermanos y hacer el bien. He dado con los elementos de la sociedad que dificultan el cumplimiento de los sueños que abrigo, además de la manera que debo combatir contra los antivalores que la sociedad nos impone. Terminé mi introspección con la sugerencia de una pregunta que sería conveniente hacernos a diario, pregunta que el Obispo nos invitó: "¿Qué cosa/s buena/s he hecho el día de hoy?"
He finalizado mi retiro con desafíos a corto plazo, un poco tarde, pero con mi mente ya en calma. Me he encontrado con una amiga que no veía hace tiempo, pero una alegría enorme tras enterarme que ella quiere consagrarse como religiosa y que está viviendo la experiencia con una comunidad de hermanas como postulante. Agradezco también el haber orado intensamente ante el Santísimo Sacramento del Altar unos momentos antes de almorzar y reirme descontroladamente por unos chistes. Ya de noche, me dormí temprano después de una semana muy pesada y con estrés, del que me siento un poco mejor.
Terminaré con dos frases de la película basada en la vida del P. Jerzy Popieluszko, mártir polaco: "Popieluszko. la libertad está en nosotros".
"En las ciudades desesperadas, en una tierra desesperada, la gente desesperada busca su Patria. Del miedo ante lo que vendrá ¡Protégenos Señor!"
"Señor, los que conocemos miles de tus caras: sangrientas, moribundas, desfallecidas, afligidas, te rogamos que al acercarnos hacia tus altares nos muestres la cara desconocida. Muéstranos tu sonrisa".
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