Lo mismo de siempre: escribo, dejo de escribir, y vuelvo a escribir, y desaparezco nuevamente. Lo malo de casi no tener tiempo es que te hacen olvidar lo que quieres escribir y lo hacen de la manera más cruel: "apagando el fuego", quitándome las ganas de escribir. Y bueno, escribo nuevamente por algo que urge darlo a conocer.
El tema de tolerancia e intolerancia (depende de la lupa que quieras usar) ha estado últimamente en boca de todos. Como bien saben, un grupo de abortistas irrumpió violentamente a la Catedral Metropolitana de Santiago con su propaganda contra la vida humana interrumpiendo una celebración de la memoria de Santiago Apóstol con gritos, blasfemias, destrucción del inmueble, rayados y cuánto se le ocurrieron. Afortunadamente, no alcanzaron a profanar el altar porque los fieles los sacaron a la fuerza a la calle.
Independiente de que no se puede estar en contra del infanticidio que algunos quieren llamar "terapéutico" (como si un pequeño ser humano fuera un tumor), el tema es que si los mismos que dicen querer tolerancia y no la practican (diciendo que nosotros como Iglesia somos intolerantes). Obviamente ¿Qué le podría decir a alguien que me dice intolerante porque no cedo a su postura? "La Iglesia es intolerante es sus principios porque cree en lo que enseña y es tolerante en la práctica pastoral porque ama, y yo soy Iglesia".
Aunque no me da miedo de proclamar mi fe en público ni las consecuencias de ello, temo por otras personas que sí tienen miedo, incluso la Catedral de mi ciudad (en la que participo) tiene rejas. Siempre me preguntan por las rejas, aludiendo a argumentos pueriles (por no creer en la Iglesia), aunque el sentido es otro: "No nos sentimos seguros ni siquiera en la iglesia".
Sobre ello, quiero compartir una nota escrita especialmente sobre este tema. Me lo hizo llegar un amigo sacerdote de la Congregación Salesiana, el P. Sebastián Muñoz, a quien le agradezco su amistad desde mis años de liceano en una obra salesiana (y si él lee esto, le agradezco nuevamente que me haya permitido compartirla):
La no discriminación y la intolerancia (P. Sebastián Muñoz, sdb).
Quisiera realizar una breve reflexión a partir de los últimos acontecimientos ocurridos dentro de la catedral de Santiago, en la cual, un grupo pro aborto entró en el histórico templo, en el que además la Arquidiócesis celebraba su fiesta patronal y sin ningún respeto a lo que se estaba realizando, profirieron gritos e insultos con una violencia extrema, destruyendo bancas, confesionarios y rayando con frases ofensivas las columnas, las paredes y los altares laterales.
También quisiera recordar como el año pasado un grupo de animalistas entró en la Catedral de Punta Arenas, la cual se preparaba para empezar la misa y por no estar de acuerdo con las opiniones del Obispo subieron al altar, saltaron sobre él hasta romperlo y patearon los cálices y las patenas, lanzando gritos e insultos.
Me pregunto qué es lo que está ocurriendo en nuestro país, no es mi intención en este comentario discutir sobre el tema del aborto, sino más bien, en la paradójica actitud de quienes, por una parte, denuncian sentirse discriminados, y por otra, teniendo presente la evidencia de los hechos, actúan con actitud de tal intolerancia, que recurren a la violencia, llegando incluso a agredir físicamente a quienes no piensan como ellos. Me pregunto, ¿qué puede hacer la razón frente a este tipo de hechos? Solo digo que la historia reciente de nuestro país ya nos ha dado la respuesta.
Es interesante como en nuestra sociedad se da tan fácilmente el siguiente silogismo, y lo pongo con el siguiente ejemplo: Primera tesis: “En la sociedad no se debe discriminar a los homosexuales”. Segunda tesis: “La iglesia no está de acuerdo con el matrimonio homosexual y la adopción de hijos por parte de ellos”. Conclusión: “La iglesia discrimina a los homosexuales”. Al ver esta gratuita conclusión, vemos nuevamente como se juega con las palabras para afirmar conclusiones que van en directa contradicción con los derechos a la libre expresión. ¿Es acaso una discriminación el pensar distinto? ¿Estamos agrediendo a estos grupos por pensar distinto? ¿Se imaginan que yo, como cristiano, vaya a la sede del Partido Radical a acusarlos de discriminación por decir de que Dios no existe y que atenta contra mis opciones creyentes, y que además comienzo a arrojarles piedras y a destruir todo su mobiliario? creo que haría el soberano ridículo. Ahora vemos que la Iglesia Católica, en un país que consagra en su constitución la libre expresión, no pueda expresar sus convicciones sin que se le ofenda y se le agreda.
Como cristiano y católico, tengo mis convicciones que comparto con muchos chilenos y con otros no, pero por eso, no debemos dejarnos llevar por la funesta intolerancia que a lo largo del tiempo ha traído violencia y muerte, y ha llevado a contradicciones vitales a todas la ideologías y filosofías (ver dictadura militar en Chile y en Cuba), incluso la misma iglesia católica, puesto que a lo largo de la historia, han llegado a matar a quienes no piensan como ellos y quien lo quiera negar sería un iluso y un ingenuo. Debemos aprender de nuestro pasado para evitar que nuestras diferencias se conviertan en leña que alimente el fuego del odio.
También quisiera recordar como el año pasado un grupo de animalistas entró en la Catedral de Punta Arenas, la cual se preparaba para empezar la misa y por no estar de acuerdo con las opiniones del Obispo subieron al altar, saltaron sobre él hasta romperlo y patearon los cálices y las patenas, lanzando gritos e insultos.
Me pregunto qué es lo que está ocurriendo en nuestro país, no es mi intención en este comentario discutir sobre el tema del aborto, sino más bien, en la paradójica actitud de quienes, por una parte, denuncian sentirse discriminados, y por otra, teniendo presente la evidencia de los hechos, actúan con actitud de tal intolerancia, que recurren a la violencia, llegando incluso a agredir físicamente a quienes no piensan como ellos. Me pregunto, ¿qué puede hacer la razón frente a este tipo de hechos? Solo digo que la historia reciente de nuestro país ya nos ha dado la respuesta.
Es interesante como en nuestra sociedad se da tan fácilmente el siguiente silogismo, y lo pongo con el siguiente ejemplo: Primera tesis: “En la sociedad no se debe discriminar a los homosexuales”. Segunda tesis: “La iglesia no está de acuerdo con el matrimonio homosexual y la adopción de hijos por parte de ellos”. Conclusión: “La iglesia discrimina a los homosexuales”. Al ver esta gratuita conclusión, vemos nuevamente como se juega con las palabras para afirmar conclusiones que van en directa contradicción con los derechos a la libre expresión. ¿Es acaso una discriminación el pensar distinto? ¿Estamos agrediendo a estos grupos por pensar distinto? ¿Se imaginan que yo, como cristiano, vaya a la sede del Partido Radical a acusarlos de discriminación por decir de que Dios no existe y que atenta contra mis opciones creyentes, y que además comienzo a arrojarles piedras y a destruir todo su mobiliario? creo que haría el soberano ridículo. Ahora vemos que la Iglesia Católica, en un país que consagra en su constitución la libre expresión, no pueda expresar sus convicciones sin que se le ofenda y se le agreda.
Como cristiano y católico, tengo mis convicciones que comparto con muchos chilenos y con otros no, pero por eso, no debemos dejarnos llevar por la funesta intolerancia que a lo largo del tiempo ha traído violencia y muerte, y ha llevado a contradicciones vitales a todas la ideologías y filosofías (ver dictadura militar en Chile y en Cuba), incluso la misma iglesia católica, puesto que a lo largo de la historia, han llegado a matar a quienes no piensan como ellos y quien lo quiera negar sería un iluso y un ingenuo. Debemos aprender de nuestro pasado para evitar que nuestras diferencias se conviertan en leña que alimente el fuego del odio.
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