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miércoles, 31 de julio de 2013

Resolución musical tras una pérdida: un momento de película.


En una publicación anterior mencioné que mientras escribía dicho post, escuchaba la "Misa de Réquiem" de Andrew Lloyd Webber (el creador de Jesucristo Superstar, Cats, El Fantasma de la Opera, Evita, etc.). Esa obra me acompañó durante los dificiles momentos que viví durante la agonía de mi tío, su muerte, mi dolor, pero también en momentos de serenidad que a veces me acompañó. Todavía me acuerdo de mi tío, aunque no con dolor sino con cariño, porque crecí con él, y durante un poco más de mes no he dejado de oír esa obra, pensando y rememorando mientras escuchaba la obra.
El Réquiem forma parte de la liturgia de la Iglesia antes del Concilio Vaticano II, lo que se conoce actualmente como "Misa de Difuntos", con muchos autores y la mayoría de ellas con estilos diferentes, y esta obra dista bastante de las otras ya conocidas. Esta obra la escribió Lloyd Webber inspirándose en el dolor de los niños que quedaban huérfanos durante la guerra, pero la estrenó al cumplirse 3 años de la muerte de su padre. Por la universalidad con la que se inspiró, además de la orquesta incluyó batería, sintetizador, órgano de iglesia, instrumentos propios de otras culturas, logrando así una riqueza sonora, un dramatismo que habla por sí solo y también, un espíritu de oración y recogimiento. He escrito este post lo más subjetivamente posible, como si ese momento hubiera sido una película y describiendo cada instante con cada movimiento de la obra, como si aquello hubiera sido el soundtrack o "música de fondo" de la "película que estaba viviendo".
El primer movimiento, el "Requiem aeternam", en la que se pide por el difunto el descanso eterno y la luz perpetua, comienza despacio hasta terminar en un crescendo coral. Movimiento inicial que perfectamente me describió al ver a mi tío en un estado lamentable y las lágrimas que derramé al no soportar tanto dolor al verlo así.
 
 
El siguiente movimiento fue el "Kyrie Eleyson" (Señor, ten piedad), continuando con la pomposidad y notas altas del cantante Plácido Domingo y Sarah Brightman, logrando un dueto triste, que describieron en mí las oraciones infantiles y desesperadas con las que elevé a Dios en mi dolor casi egoísta, suplicando tener a mi tío unos años más, o que este momento apartara de mí si fuera posible el dolor de ese entonces.
El "Dies Irae" (Dia de la Ira, el inicio de una larga secuencia que describe lo que sucederá en el día del Juicio Final), yo pensaba si era necesario sufrir de tanta pena, quejándome a Dios por eso. Con un puente musical "casi moderno", recordé mi estado de angustia por el que estaba. El solo de Plácido Domingo luego cubierto por el coro, mi abandono a Dios mezcladas con mis lágrimas que le exigían todavía una respuesta, pero con más calma, suavizadas por el canto de un joven Paul Miles Kingston de 13 años. Luego, otro crescendo, con el que volví a recordar que soy nada en el universo, ante ese "Rex tremendae majestatis" ("Rey de tremenda majestad") por el que vuelvo mi mirada a lo que pasó Job en el Antiguo Testamento, que después de quejarse a Dios de sus infortunios, Él lo miró y le exigió cuentas, y Job comprendió el actuar de Dios.
 
 
Ya en el "Recordare" ("Recuerda, Señor"), con el canto de Sarah Brightman, más que consciente por la inminente partida de mi tío, iniciando suavemente con las notas del órgano. En ese movimiento, pensaba en el dolor que trataba de contener, casi amenazando con desbordarse. Ya con un lento crescendo y empujado con un timbal, mis lágrimas que trataba de contener, se desbordaron... pero consolado por mis compañeros en la universidad, instante que duró por unos momentos.

En el "Ingemisco" ("Gritando como un reo..."), que describe la vergüenza de sentirse pecador y la necesidad del perdón, invocando la misericordia de Dios. Esto describe dos momentos: la necesidad por la que pido a Dios de algún consuelo con un dolor del que apenas puedo beber la hiel de este cáliz (el que sea: alguna persona, un pañuelo, unas palabras, etc.) y casi como un ángel, aparece mi amiga, a quien yo le había pedido solamente una oración y ella accede a consolarme y a quedarse conmigo; y también otro momento es el enterarme de la muerte de mi tío al llegar a casa, ya algo más calmado pero sin deseos de ir a la funeraria para el velorio. Cantando dentro de ese mismo movimiento el "Confuntatis maledictis", pidiendo no ser contado entre los malvados en el infierno sino entre los que están en el cielo, solo me da unas contadas y silenciosas lágrimas, que amenazaban convertir mi calma en otro episodio angustioso y de pena, que superé. Siguiendo con el "Lacrymosa" ("Día de lágrimas"), que pone final a la larga secuencia del Dies Irae, describe la resurrección de todos que para algunos es la condenación y para otros la salvación (pero eterna para ambos estados), elevo una oración por su descanso eterno, ya en calma, como el tema final, con un coro casi celestial.
Con el "Offertorium" (Ofertorio), da un salto del viernes al domingo, día en el que se sepulta a mi tío, descrito con el puente musical con un solo de órgano y acompañamiento de los metales hasta llegar a ser toda la orquesta el acompañamiento. Describe los movimientos de esa mañana y mediodía de ese domingo, entre ir a la funeraria en la mañana y luego ir a casa a almorzar y volver a ir a la funeraria. Ya en el coro posterior, da cuenta del responso que presidió un amigo diácono (al que le pedí que estuviera presente) y del que tuve que leer un texto que escogí para la ocasión, además de la preocupación porque aún no llegaba mi amiga (y que luego me explicó que había locomoción colectiva escasa) y salí a encontrarla mientras iba en camino. Ya con la campanilla al final del tema y un coro que casi se desvanece, ella me sostuvo fuerte la mano como diciéndome "Prepárate para lo que se viene, yo estoy contigo, así que temas que no te dejaré solo" ya que efectivamente, era la hora de partir al cementerio y subir a los vehículos que estaban disponibles, y mi amiga subió a nuestro auto (lo único que deseaba era que no se apartara de mí y no hubo necesidad que yo mismo lo pidiera).
En el "Hossana", el único movimiento de la obra lleno de júbilo, es como si describiera unos breves momentos de alegría por conversaciones triviales como para "pasar la pena" que yo recuerdo. Reí, pero poco, una de las pocas cosas de la que me reí fue por un transeúnte con una risa particular, casi siniestra. Pasamos por el centro, por la Catedral, el "Barrio Chino" y casi al terminar el júbilo, justamente cuando llegamos al cementerio, interrumpe el solo de órgano mientras Sarah irrumpe con las 3 primeras líneas del Dies Irae ("El día de la ira será aquel día en el que los siglos se reduzcan a cenizas, siendo testigos David y Sibila"), casi como invitándome a leer la frase grabada en su entrada y a recordarnos a lo que veníamos: "Esta es la mansión del luto, a do el débil como el fuerte, corrido el plazo absoluto, vienen a rendir tributo a la inexorable muerte". El coro canta casi en voz baja, mientras en silencio sacan el ataúd de la carroza fúnebre los funcionarios de servicio fúnebre. Con unas suaves notas del sintetizador evocando la melodía del "Recordare", mi amiga me sostiene y me arregla la bufanda que cuelga de mi cuello por lo helado que es el cementerio, mientras ingresamos al campo santo, son soltar mi mano que ella sostiene suavemente pero conservando una fortaleza especial.
http://www.youtube.com/watch?v=dBfzz6B8xGo


En el "Pie Jesu", recuerdo que caminábamos en silencio en el cementerio, enganchado del brazo de mi amiga, mientras Sarah cantaba. Este movimiento dice "Piadoso Jesús, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso. Piadoso Jesús, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso. Cordero de Dios. Piadoso Jesús, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso eterno". La voz de Paul Miles Kingston me recuerda cuando cruzamos las tumbas de niños y bebés, que no hizo más que acentuar mi dolor. En el pequeño puente musical, le pedí a mi amiga un abrazo con una vez casi quebrada y tratando que no se me notara, y al cantar el "Agnus Dei" (Cordero de Dios) rompí a llorar desconsoladamente apenas sentí ese contacto físico que me desarmó completamente pero siempre sostenido por los suaves, fuertes y cálidos brazos de mi amiga. El fin apacible de ese movimiento, es como si describiera ese intercambio de palabras que tuvimos y mi regreso del "misterioso país de lágrimas" por unos minutos, del que ella no cesó de sostenerme.


Y en cuanto al "Lux aeterna & Libera me", solo canta las primeras líneas del Lux aeterna: "Que la luz eterna brille para ellos, Señor, en medio de tus Santos porque eres misericordioso". Luego canta Plácido Domingo continúa con el "Libera me": "Líbrame, Señor, de la muerte eterna, en aquel tremendo día, Cuando tiemblen los cielos y la tierra. cuando vengas a juzgar al mundo con el fuego. Temblando estoy y temo, mientras llega el juicio y la ira venidera. Escucha mi oración. Líbrame, Señor, de la muerte eterna. El día de la ira, aquel día, día de calamidad y miseria". Durante todo ese rato, recapitulo todo lo que he vivido ese fin de semana. Y casi como detenido por esos recuerdos que me impiden superar la pena, puesto que mi tío ha estado desde que era niño, el canto de Paul del "Dale, Señor, el descanso eterno y que brille para él la luz perpetua" es como si pensara solo en ello. Paul lo canta suavemente, hasta que el órgano lo interrumpe sorpresivamente con notas violentas y estruendosas, hasta dar miedo, el mismo momento que dejo el "país de los muertos" casi como yo diera un feroz grito y regreso violentamente después del duelo, acabando esas notas con unos timbales. Y Paul sigue cantando la palabra "perpetua" (pues el latín decía "et lux perpetua luceat eis") ya perdiendo intensidad y haciéndose cada vez más inaudible, como dejando ir finalmente a mi tío que descanse, pues mis recuerdo de infancia con él han sido bonitos. Y bien, la obra terminó, y también terminó mi dolor, pues ahora lo recuerdo con cariño.


Unos días después se cumplirán dos meses de la muerte y sepultura de mi tío, y ya me siento mejor. No quiere decir que lo he olvidado, pero ya lo he aceptado. Con mi amiga y mi familia, no pido nada más. He orado pidiendo un consuelo, ya que no podía pedir que tuviera un poco más a mi tío y necesitaba fuerzas, por lo que pedí un consuelo de cualquier tipo (una persona, un pañuelo, unas palabras, un abrazo, algo de calidez para la fría muerte, etc.) y justo aparece mi amiga, que Él me manda como un ángel de la guarda (Gracias amiga).
Gracias Señor. Deo gratias.


P.D.: Solo he puesto estos links, faltan más, pero en YouTube no están todos.

¿In/tolerancia? ¡Maldita sea la relatividad!


Lo mismo de siempre: escribo, dejo de escribir, y vuelvo a escribir, y desaparezco nuevamente. Lo malo de casi no tener tiempo es que te hacen olvidar lo que quieres escribir y lo hacen de la manera más cruel: "apagando el fuego", quitándome las ganas de escribir. Y bueno, escribo nuevamente por algo que urge darlo a conocer.
El tema de tolerancia e intolerancia (depende de la lupa que quieras usar) ha estado últimamente en boca de todos. Como bien saben, un grupo de abortistas irrumpió violentamente a la Catedral Metropolitana de Santiago con su propaganda contra la vida humana interrumpiendo una celebración de la memoria de Santiago Apóstol con gritos, blasfemias, destrucción del inmueble, rayados y cuánto se le ocurrieron. Afortunadamente, no alcanzaron a profanar el altar porque los fieles los sacaron a la fuerza a la calle.
Independiente de que no se puede estar en contra del infanticidio que algunos quieren llamar "terapéutico" (como si un pequeño ser humano fuera un tumor), el tema es que si los mismos que dicen querer tolerancia y no la practican (diciendo que nosotros como Iglesia somos intolerantes). Obviamente ¿Qué le podría decir a alguien que me dice intolerante porque no cedo a su postura? "La Iglesia es intolerante es sus principios porque cree en lo que enseña y es tolerante en la práctica pastoral porque ama, y yo soy Iglesia".
Aunque no me da miedo de proclamar mi fe en público ni las consecuencias de ello, temo por otras personas que sí tienen miedo, incluso la Catedral de mi ciudad (en la que participo) tiene rejas. Siempre me preguntan por las rejas, aludiendo a argumentos pueriles (por no creer en la Iglesia), aunque el sentido es otro: "No nos sentimos seguros ni siquiera en la iglesia".
Sobre ello, quiero compartir una nota escrita especialmente sobre este tema. Me lo hizo llegar un amigo sacerdote de la Congregación Salesiana, el P. Sebastián Muñoz, a quien le agradezco su amistad desde mis años de liceano en una obra salesiana (y si él lee esto, le agradezco nuevamente que me haya permitido compartirla):

 
 
La no discriminación y la intolerancia (P. Sebastián Muñoz, sdb).
 
Quisiera realizar una breve reflexión a partir de los últimos acontecimientos ocurridos dentro de la catedral de Santiago, en la cual, un grupo pro aborto entró en el histórico templo, en el que además la Arquidiócesis celebraba su fiesta patronal y sin ningún respeto a lo que se estaba realizando, profirieron  gritos e insultos con una violencia extrema, destruyendo bancas, confesionarios y rayando con frases ofensivas las columnas, las  paredes y los altares laterales.
También quisiera recordar como el año pasado un grupo de animalistas entró en la Catedral de Punta Arenas, la cual se preparaba para empezar la misa y por no estar de acuerdo con las opiniones del Obispo subieron al altar, saltaron sobre él hasta romperlo y patearon los cálices y las patenas, lanzando gritos e insultos.
Me pregunto qué es lo que está ocurriendo en nuestro país, no es mi intención en este comentario discutir sobre el tema del aborto, sino más bien,  en la paradójica actitud de quienes, por una parte,  denuncian sentirse discriminados, y por otra, teniendo presente la evidencia de los hechos, actúan con actitud de tal intolerancia, que recurren a la violencia, llegando incluso a agredir físicamente a quienes no piensan como ellos. Me pregunto, ¿qué puede hacer la razón frente a este tipo de hechos? Solo digo que la historia reciente de nuestro país ya nos ha dado la respuesta.
Es interesante como en nuestra sociedad se da tan fácilmente el siguiente silogismo, y lo pongo con el siguiente ejemplo: Primera tesis: “En la sociedad no se debe discriminar a los homosexuales”. Segunda tesis: “La iglesia no está de acuerdo con el matrimonio homosexual y la adopción de hijos por parte de ellos”. Conclusión: “La iglesia discrimina a los homosexuales”. Al ver esta gratuita conclusión, vemos nuevamente como se juega con las palabras para afirmar conclusiones que van en directa contradicción con los derechos a la libre expresión. ¿Es acaso una discriminación el pensar distinto? ¿Estamos agrediendo a estos grupos por pensar distinto? ¿Se imaginan que yo, como cristiano, vaya a la sede del Partido Radical a acusarlos de discriminación por decir de que Dios no existe y que atenta contra mis opciones creyentes, y que además comienzo a arrojarles piedras y a destruir todo su mobiliario? creo que haría el soberano ridículo. Ahora vemos que la Iglesia Católica, en un país que consagra en su constitución la libre expresión, no pueda expresar sus convicciones sin que se le ofenda y se le agreda.
Como cristiano y católico, tengo mis convicciones que comparto con muchos chilenos y con otros no, pero por eso, no debemos dejarnos llevar por la funesta intolerancia que a lo largo del tiempo  ha traído violencia y muerte, y ha llevado a contradicciones vitales a todas la ideologías y filosofías (ver dictadura militar en Chile y en Cuba), incluso la misma iglesia católica, puesto que  a lo largo de la historia, han llegado a matar a quienes no piensan como ellos y quien lo quiera negar sería un iluso y un ingenuo. Debemos aprender de nuestro pasado para evitar que nuestras diferencias se conviertan en leña que alimente el fuego del odio.