"Los bosques son lugares mágicos, pero también secretos" (El Bosque de Karadima)
En el día de hoy en la noche, he visto la película "El Bosque de Karadima". Tras un acceso de nostalgia, acepté la invitación de un amigo a ir al cine. De camino al cine, miraba con algo de nostalgia las calles, aún embarradas y llenas de polvo. No pude evitar recordar lo mucho que extrañaba ir con dos queridos amigos extraparroquiales (ando un poco sensible), rememorando aquella vez que me invitaron al cine hace 3 años y del que llegué casi tarde por quedarme conversando con un amigo obispo. Aquella vez, mi amiga me esperaba fuera del cine y tomándome del brazo, entramos al cine. Esta vez, entraba en la historia de una casita hecha de dulces en medio del bosque como en Hansel y Gretel, pero sabiendo que dentro de esa linda casita estaba alguien malvado que se hacía pasar por inocente.
Fue una película buenísima (aunque esperaba 120 minutos y no 22 minutos menos). No se filmó en la parroquia ubicada en la calle El Bosque en la comuna de Providencia, sino que en un hermoso templo gótico, casi una catedral, gracias a una congregación anónima que ayudó al director, puesto que la curia diocesana impidió que algún templo le facilitara grabar la película. Aspectos litúrgicos muy bien logrados esta vez, incluso en cosas mínimas como el color morado de la estola en una confesión o la estola dentro de la casulla, y no al revés como he visto en películas y novelas (incluso sin alba). En cuanto a la eclesialidad y planos fotográficos dentro del templo, de maravillas, al igual que las imágenes que suelen adornar los despachos y oficinas de un sacerdote y salones parroquiales (era como estar visitando otra parroquia), nada sobrecargado, muy sobrio.
Las incómodas escenas de abuso sexual (algunas parecían escenas homo-eróticas) fueron muy crudas, pero con mucho profesionalismo, de tal manera que no se viera burdo pero provocando incomodidad y asco a la vez (he de reconocer que he desviado la mirada o me tapé la cara en ocasiones). Sin embargo, tras leer las páginas del caso Karadima me causaron mucho asco esos relatos que hablaban de abusos cometidos por consagrados, no sé como no he vomitado.
Y me apenó enormemente como aquella víctima no tenía consciencia de lo que hacía. Si bien es extraño que alguien mayor de 18 años (casi 30 años) permitiera que alguien siga abusando, porque entre mayores de edad que hay consentimiento mutuo no es abuso sexual, eso es porque alguien enganchó con aquella persona frágil de tal forma que esta confiara y le entregara su libertad sin medir las consecuencias a futuro. Y para cometer esos crímenes, se necesita tener una gran inteligencia emocional o tener ese "ojo clínico" casi intuitivo para conocer hasta que punto puede cometer coacción contra otros.
La actuación de Luis "pelao" Gnecco fue genial. Realmente era como ver a un lobo vestido de cordero con alzacuellos. Inspiraba simpatía como también inspiraba miedo y rechazo. Una persona muy cariñosa, cercana, atento con quien se le acercara, comprensivo, encantador con todo tipo de personas, aunque también muy manipulador, seductor, con escasa tolerancia a la frustración, impulsivo, y muy despectivo con el género femenino. Alguien como Fernando Karadima encaja perfectamente con el término "perverso", pues "pervierte" (valga la redundancia), tuerce, deforma de tal manera los valores que no le importa en absoluto la persona, sino satisfacer su pulsión sexual y/o degradar a la persona deseada. En el psicoanálisis se le describe como "narcisista maligno". Narcisista porque tiene como objetivo dominar a los otros, no busca afecto mutuo sino que exige fidelidad y admiración hacia su persona, y manipular a las persona, y no tiene sentido de la culpa ni de la vergüenza (por eso no reconoce sus acciones hasta el día de hoy y no ha pedido perdón). Al ser maligno, manipula y domina, y lo hacen sin problemas al no tener sentido de culpa. Es un psicópata, pues carece de culpabilidad. Es un tipo de predador sexual, pues es un "cazador" de jóvenes vulnerables con episodios de disfunción familiar y de voluntad débil (no abusaba de cualquier joven, él escogía y si veía a alguien de carácter fuerte, lo hacía a un lado) para hacerse de ellos y así satisfacer sus deseos sexuales desviados.
El "séquito" de jóvenes que lo acompañaban con chaquetas azules y de los que le ayudaban en sus misas, todos ellos en un proceso vocacional de discernimiento para irse al seminario, se caracterizaban por ser un grupo bastante homogéneo: callados, acartonados, cuya vida se centraba en Karadima y dentro de un "pequeño mundo" en el que solo habían hombres. En mis años de acólito, nunca he visto excesivo grado de solemnidad para una celebración, ni siquiera para ayudar a vestir la chaqueta a un cura, y tampoco como para no acercarme a una lola o a una joven o a una "mina guapa". Ello parece un lugar apto para "eunucos de palacio" con tendencia homosexual. En un proceso vocacional normal (y no como lo hacía Karadima), si bien es un ambiente solo de hombres, nunca me sentí dentro de una cosa rara casi homo, sino todos con su pensamiento claro, todos diferentes y pensantes, y no "sapeábamos" si alguien se equivocaba. En un proceso tampoco se prohíbe tener polola, y tampoco era imposición tenerla o no tenerla (si quieres o no quieres, es cosa tuya). De todos modos, es algo difícil tener pareja al estar en un proceso pues eso sirve como "espanta-mujeres" y peor aún si tienes cara de seminarista XD Y tampoco falta si tu madre, tu novia o una amiga tuya te diga expresamente que no quiere que te vayas al seminario XD No he visto nunca a una mujer ser expulsada de la sacristía, y he invitado a hombres y mujeres a ingresar en ella a instantes anteriores a comenzar la misa. Estos jóvenes que no tienen autonomía, no tienen lazos con la familia y tampoco no había compañerismo entre ellos (competían entre sí, acusaban o eran mandados a retar a alguien) pues Karadima lo tenían tan fríamente calculado con la finalidad de evitar sus vinculaciones y redes de apoyo de ellos con otras personas.
En la dirección espiritual (cuidado del alma), el sacerdote acompañante jamás obliga a un joven a hacerse cura sino que le ayuda, lo guía pero no lo deja solo, lo escucha y lo aconseja (o da "tirones de oreja" si es necesario), pero jamás obliga a que alguien se haga cura. Él ejerce su poder como tal, pero no hace un abuso de este poder para conseguir un propósito, ni mucho menos manipular a un joven para que este se deje abusar sexualmente como para que este se haga como único camino de salvación, lo suficiente como para aplastar y no para auxiliar.
Si bien esto sucedió dentro de la Iglesia Católica (en la que las sectas no tienen cabida), la parroquia de Karadima funcionaba como una secta. Muchos dicen con ignorancia que la Iglesia es una secta, al contrario, no lo es. La secta se caracteriza principalmente porque no busca la salvación sino el temor a la condenación eterna, y la persona que dirige una comunidad llega a ser más importante que la divinidad y en este caso concreto, Karadima ocupaba el lugar que le corresponde solo a Dios. En una secta, predomina el miedo, pues la mínima señal de error equivales a las penas del infierno o a la expulsión del grupo. Y como tal, las sectas siempre serán grupos pequeños.
El rol de Benjamín Vicuña y Pedro Campos, un mismo personaje en edades distintas, eran una víctima de Karadima. Un joven quitado de bulla, con problemas con su madre, apenado, llega y obtiene consuelo, aunque de a poco entregará su libertad. Y el afecto del abusador cambiará para mal cuando la víctima conoce a una mujer de la que se convertirá en su esposa tras pololear a escondidas (tenían la absurda prohibición de tener una polola o amiga en un proceso de discernimiento) bajo pena de ser retado por Karadima y rodeado de los sacerdotes de su grupo y de los jóvenes en una instancia que llamaban irónicamente como "corrección fraterna". Y no puedo dimensionar como es que esto les arruina la vida personal, afectiva, sexual y marital al estar Karadima presente en todo: como debían vestir, a que fiestas ir, ser amigos de tales personas, todo pasaba por él de tal forma que no existía la palabra "intimidad". La esposa de la víctima, muy bien encarnado por Ingrid Isensee, aquella guapa actriz flaquita (^.^) como aquella mujer temerosa de Karadima, luego contrariada por la actitud de su esposo contra él, sin saber de los abusos, hasta apoyarlo e instarle a que denuncie.
Reconocí a algunos personajes y circunstancias de la película que fueron cambiados a propósito y/o condensados en un solo personaje: Juan Esteban Morales (sucesor de Karadima y brazo derecho del mismo), Diego Ossa (otro incondicional de Karadima), Eliseo Escudero (el primer investigador canónico del caso), Hans Kast (otro sacerdote canonista quien tomaba declaraciones), a los cuatro obispos formados por Karadima (Arteaga, Barros, Valenzuela y Koljatic), James Hamilton, José Murillo, Juan Carlos Cruz, al Nuncio Ángelo Sodano (Cardenal Secretario de Estado en el pontificado de Benedicto XVI y actual Decano del Colegio Cardenalicio), etc.
Fue una película incómoda que a ratos provocaba asco, razón por la cual no comí nada solo compré agua. Al terminar, esperé un rato hasta ver los créditos para escuchar la música de la película. Nadie aplaudió, aunque unos pocos conversaron tras ver la película. De camino a casa, me quedó dando vueltas la película, el caso Karadima que tanto me duele por la Iglesia que amo, y estos pensamientos que he compartido aquí en el blog. No me puse audífonos para escuchar música de camino, no quise rehuir mi mente de esto. La pedofilia en el clero es un tema que no me gusta hablar, pero lo hago si alguien me pregunta de ello, aunque toco el tema pocas veces. No es una cinta panfletera ni comercial para aquellos contestatarios que odian la Iglesia, sino que una película realmente objetiva que no insulta a nadie, solo describe a modo de denuncia el abuso de poder. Una producción seria, con mucho cuidado, y con elementos psicológicos que rara vez se encuentran en el cine chileno. Extrañé algunas escenas de los trailers de la película, aunque espero que la producción aparezca completa e íntegra en la miniserie que pronto transmitirá Chilevisión. A pesar de todo, no me arrepiento de haberla visto. Y espero que realmente nos ayude para eliminar de raíz la pedofilia en la Iglesia, crear redes de apoyo y sistemas de prevención, políticas de denuncia, y también hacer un mea culpa.
Con este desorden en la cabeza al regresar a casa, mi boca permaneció muda. Y ya habiendo transcurrido 15 minutos después de salir del cine y a metros de mi casa, fue ahí cuando me descargué de este escándalo con esta palabras en voz alta: "¿Santito? De santo no tiene nada ¡Malo el weón ese!"