Recuerdo que hace un año, comencé la semana pero no de la mejor manera. Era un lunes muy temprano, en que mamá y mi hermana desayunaban y les escuché comentar aquello. No quise preguntarles, así que abrí mi netbook y revisar Facebook, y encuentro un inbox en que una profesora amiga me pregunta sobre la renuncia de Benedicto XVI. Aquello me heló y me quemó la columna al mismo tiempo, y no paraba de negar, diciéndome que no era cierto. Pero leí Facebook y efectivamente, no estaba soñando. Lloré hasta el 28 de febrero, al retirarse a Castelgandolfo para la Sede Vacante. Lloré sin consuelo pero en silencio, como su secretario personal Mons. Georg Ganswein.
Al leer "Ya no tengo fuerzas... en no menor grado sufriendo y rezando... vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí... he de reconocer mi incapacidad... con plena libertad, renuncio", confirmó efectivamente su actuar. Lloré, me dolió mucho, pensé que lo habían dejado solo. Luego pensé que ya tenía considerada esa opción tras una entrevista concedida hace algún tiempo atrás. Recordé enseguida aquel momento en que entregó su palio (el mismo con el que fue entronizado como Pontífice de la Santa Madre Iglesia después de su lección) ante los restos de San Celestino V, un papa que después de 5 meses, decidió renunciar y retirarse nuevamente a su vida monástica.
Al menos, siempre sostuve que él no es ambicioso ni "creído", y esa entrega del Ministerio Petrino confirmó que estaba en lo correcto. No cualquiera entrega el poder conferido cuando se aferra demasiado a él, pero Benedicto asombró a todo el mundo, y le aplaudo por eso. Lo he admirado, y ahora le admiro mucho más.
Obviamente no faltarían los irrespetuosos, insolentes, trolls y todos aquellos que no tienen la menor sensibilidad por la libertad religiosa con sus burlas, pero también les encomendé en mi oración, y lo sigo haciéndolo.
La vocación, el llamado, requiere una respuesta, y él accedió. Volvió a ser llamado, y lo hizo. Y así, ascendiendo hasta calzarse las Sandalias del Pescador. Y cargar con una pesada cruz, llena de escándalos de clérigos, ventilación de documentos privados, burlas, escarnio, persecución religiosa y un largo etcétera, Él le llamó nuevamente. Correspondió a ese llamado, y sin miedo alguno de lo que Él le pidió, aceptó, y meses después hizo anuncio de su renuncia sin anestesia alguna. En calma.
Antes, hubo incomprensión, tristeza, lágrimas, duda. Ahora, serenidad, calma, con la sensación de haber visto el mejor de los ejemplos de humildad.
Gracias por todo, Papa Emérito Benedicto XVI. No te hemos olvidado, todavía te queremos mucho.
Al leer "Ya no tengo fuerzas... en no menor grado sufriendo y rezando... vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí... he de reconocer mi incapacidad... con plena libertad, renuncio", confirmó efectivamente su actuar. Lloré, me dolió mucho, pensé que lo habían dejado solo. Luego pensé que ya tenía considerada esa opción tras una entrevista concedida hace algún tiempo atrás. Recordé enseguida aquel momento en que entregó su palio (el mismo con el que fue entronizado como Pontífice de la Santa Madre Iglesia después de su lección) ante los restos de San Celestino V, un papa que después de 5 meses, decidió renunciar y retirarse nuevamente a su vida monástica.
Al menos, siempre sostuve que él no es ambicioso ni "creído", y esa entrega del Ministerio Petrino confirmó que estaba en lo correcto. No cualquiera entrega el poder conferido cuando se aferra demasiado a él, pero Benedicto asombró a todo el mundo, y le aplaudo por eso. Lo he admirado, y ahora le admiro mucho más.
Obviamente no faltarían los irrespetuosos, insolentes, trolls y todos aquellos que no tienen la menor sensibilidad por la libertad religiosa con sus burlas, pero también les encomendé en mi oración, y lo sigo haciéndolo.
La vocación, el llamado, requiere una respuesta, y él accedió. Volvió a ser llamado, y lo hizo. Y así, ascendiendo hasta calzarse las Sandalias del Pescador. Y cargar con una pesada cruz, llena de escándalos de clérigos, ventilación de documentos privados, burlas, escarnio, persecución religiosa y un largo etcétera, Él le llamó nuevamente. Correspondió a ese llamado, y sin miedo alguno de lo que Él le pidió, aceptó, y meses después hizo anuncio de su renuncia sin anestesia alguna. En calma.
Antes, hubo incomprensión, tristeza, lágrimas, duda. Ahora, serenidad, calma, con la sensación de haber visto el mejor de los ejemplos de humildad.
Gracias por todo, Papa Emérito Benedicto XVI. No te hemos olvidado, todavía te queremos mucho.
Seguimos orando por ti.