Lo malo de la vida universitaria es que te llenan de trabajos, textos, guías, y no te dejan vida propia. Pero me he hecho el tiempo para escribir esta publicación mientras escucho la Misa de Réquiem de Andrew Lloyd Webber (la grabación con Plácido Domingo, una veinteañera Sarah Brightman y Paul Miles Kingston como solistas).
La imagen que escogí es una escena de la película "Juan Pablo I: La Sonrisa de Dios" en la escena en que el Cardenal Albino Luciani pide a Dios con lágrimas que su destino sea otro, puesto que la Hermana Lucía, una de las videntes de Fátima, le anunció que él sería el próximo Papa pero que sería muy breve porque morirá, encuentro que se dió mientras él, en calidad de Patriarca de Venecia, fue con una delegación a peregrinar hasta dicho santuario. Y bueno, me he sentido así la semana pasada, orando con lágrimas y casi en el suelo pidiendo que aquello no sucediera, aún cuando yo sabía que pasaría.
Hace una semana, moría mi tío producto de una leucemia. Ese día, fui temprano a la universidad a avanzar un trabajo. Al avanzar tras dos horas y media, llego a casa. Me llevo la sorpresa que no había nadie, aunque ya estaba hecho el almuerzo y la música sonaba, estuve en cada rincón de la casa y no había nadie. Llamé a mi madre, y me dice que mi tío está muy mal, y escucho además unos fuerte quejidos roncos. Como la casa de mis tios queda cerca, fui con prisa y diviso una ambulancia fuera de ella. Mis familiares estaban preocupados, algunas con el maquillaje corrido por las lágrimas, y esos quejidos me sobrecogieron de sobremanera, y no sé como me mantuve íntegro mientras veía como sacaban a mi tío en camilla con un respirador, y esa fue mi última imagen de él, una imagen que distaba mucho de como era él cuando estaba conmigo, practicamente crecí con él, ya estaba desde que era un niño. En casa, no hacia más que hacer oraciones infantiles pidiendo que no se lo llevara, que quería tenerlo aún con nosotros, lloraba en silencio. En casa notaron que no era el de siempre, y me dijeron que si no me sentía con ánimos de asistir a clases que faltara, pero fui igual, aunque estando en medio de mis compañeros me quebré entre lágrimas. Al llegar a casa después de caminar para intentar despejarme, me avisan que mi tío falleció mientras estaba en la universidad. Mis padres estaban por ir a la funeraria por el velorio, pero no me sentí con ánimos.
A la mañana siguiente, mis padres fueron nuevamente a la funeraria, yo quise ir después. Estaba por salir de casa, cuando recibo una llamada de mi amiga, por lo que salgo a encontrarla y una vez juntos, fuimos allá. Estuve tranquilo, ella me consoló y me aconsejó... y eso que ayer, en mi momento de debilidad, le mandé un mensaje pidiéndole que rezara por mí por la situación que pasaba, pero ella quiso estar conmigo, no quiso dejarme solo. Ambos buscamos un diácono para el responso del día siguiente antes que se lo llevaran al cementerio. Tuve que buscar un texto para ese momento, ella me ayudó a escoger uno de los tres que he elegido, y fue de la Primera Carta de San Pablo a los cristianos de Tesalónica (quienes aún les costaba creer en la resurrección por no abandonar todavía su pensamiento helénico). Estuve un rato durante la tarde, pues tenía prueba el lunes.
El domingo llegó ese momento, mi amiga no alcanzó a llegar al responso pero estuvo justo a tiempo, porque instantes después llegó personal de la funeraria para llevárselo. Ella fue con la familia al auto, no soltó mi mano. Me arregló la bufanda en el cementerio por el frío propio de la mansión del luto, todo en silencio. No quise hablar, aunque mis lágrimas ya amenazaban con escapar al momento de pasar entre las tumbas de bebés y niños. Mientras lo depositaban, le dije sin decir por favor y muy serio "dame un abrazo" y apenas recibí un abrazo poderoso, me derrumbé llorando, desmadejado, temblando convulso, consciente de mi mortalidad, vulnerable, con serenidad, intercambiando palabras, recibiendo apoyo y consuelo, hasta mojar su hombro de tanto llorar. Ella no me ha dejado solo.
Al menos mi tío dejó de sufrir porque ya no se encontraba en buenas condiciones hace unas semanas antes, recordé lo transitoria que es la vida, nuevamente he corroborado lo valiosa que es mi amiga (mucho más que el oro), que nunca estaré solo en la vida. Acabo de confirmar realmente que quejarse con Dios de nuestros problemas no es malo (yo mismo decía eso, y luego lo dijo el Papa Panchito dentro de esa semana, y la noche anterior a su muerte yo confirmaba aquello), y que no siempre Dios te va a responder o te dará lo que preguntas o pidas porque Su lógica no es la misma que la nuestra, por eso Su lógica es locura para los hombres. Recordé además que no es bueno estar sordo a lo que Él nos quiere decir.
Quisiera terminar con unas palabras que me decía un amigo chino de los Legionarios de Cristo, de seminarista en Roma, que la muerte nos choca bastante y nos duele, pero que es una puerta para acercarnos más a Él, algo que todo tenemos que enfrentar. Me dijo que podía quejarme con Dios todo lo que quiera, porque es mi amigo y mi Padre, y me entiende porque Él también murió, por tí y por mí. También me deseó que Dios me dé el abrazo que necesito... pero ya lo he recibido, y más de una vez, en la persona de mi amiga.
La imagen que escogí es una escena de la película "Juan Pablo I: La Sonrisa de Dios" en la escena en que el Cardenal Albino Luciani pide a Dios con lágrimas que su destino sea otro, puesto que la Hermana Lucía, una de las videntes de Fátima, le anunció que él sería el próximo Papa pero que sería muy breve porque morirá, encuentro que se dió mientras él, en calidad de Patriarca de Venecia, fue con una delegación a peregrinar hasta dicho santuario. Y bueno, me he sentido así la semana pasada, orando con lágrimas y casi en el suelo pidiendo que aquello no sucediera, aún cuando yo sabía que pasaría.
Hace una semana, moría mi tío producto de una leucemia. Ese día, fui temprano a la universidad a avanzar un trabajo. Al avanzar tras dos horas y media, llego a casa. Me llevo la sorpresa que no había nadie, aunque ya estaba hecho el almuerzo y la música sonaba, estuve en cada rincón de la casa y no había nadie. Llamé a mi madre, y me dice que mi tío está muy mal, y escucho además unos fuerte quejidos roncos. Como la casa de mis tios queda cerca, fui con prisa y diviso una ambulancia fuera de ella. Mis familiares estaban preocupados, algunas con el maquillaje corrido por las lágrimas, y esos quejidos me sobrecogieron de sobremanera, y no sé como me mantuve íntegro mientras veía como sacaban a mi tío en camilla con un respirador, y esa fue mi última imagen de él, una imagen que distaba mucho de como era él cuando estaba conmigo, practicamente crecí con él, ya estaba desde que era un niño. En casa, no hacia más que hacer oraciones infantiles pidiendo que no se lo llevara, que quería tenerlo aún con nosotros, lloraba en silencio. En casa notaron que no era el de siempre, y me dijeron que si no me sentía con ánimos de asistir a clases que faltara, pero fui igual, aunque estando en medio de mis compañeros me quebré entre lágrimas. Al llegar a casa después de caminar para intentar despejarme, me avisan que mi tío falleció mientras estaba en la universidad. Mis padres estaban por ir a la funeraria por el velorio, pero no me sentí con ánimos.
A la mañana siguiente, mis padres fueron nuevamente a la funeraria, yo quise ir después. Estaba por salir de casa, cuando recibo una llamada de mi amiga, por lo que salgo a encontrarla y una vez juntos, fuimos allá. Estuve tranquilo, ella me consoló y me aconsejó... y eso que ayer, en mi momento de debilidad, le mandé un mensaje pidiéndole que rezara por mí por la situación que pasaba, pero ella quiso estar conmigo, no quiso dejarme solo. Ambos buscamos un diácono para el responso del día siguiente antes que se lo llevaran al cementerio. Tuve que buscar un texto para ese momento, ella me ayudó a escoger uno de los tres que he elegido, y fue de la Primera Carta de San Pablo a los cristianos de Tesalónica (quienes aún les costaba creer en la resurrección por no abandonar todavía su pensamiento helénico). Estuve un rato durante la tarde, pues tenía prueba el lunes.
El domingo llegó ese momento, mi amiga no alcanzó a llegar al responso pero estuvo justo a tiempo, porque instantes después llegó personal de la funeraria para llevárselo. Ella fue con la familia al auto, no soltó mi mano. Me arregló la bufanda en el cementerio por el frío propio de la mansión del luto, todo en silencio. No quise hablar, aunque mis lágrimas ya amenazaban con escapar al momento de pasar entre las tumbas de bebés y niños. Mientras lo depositaban, le dije sin decir por favor y muy serio "dame un abrazo" y apenas recibí un abrazo poderoso, me derrumbé llorando, desmadejado, temblando convulso, consciente de mi mortalidad, vulnerable, con serenidad, intercambiando palabras, recibiendo apoyo y consuelo, hasta mojar su hombro de tanto llorar. Ella no me ha dejado solo.
Al menos mi tío dejó de sufrir porque ya no se encontraba en buenas condiciones hace unas semanas antes, recordé lo transitoria que es la vida, nuevamente he corroborado lo valiosa que es mi amiga (mucho más que el oro), que nunca estaré solo en la vida. Acabo de confirmar realmente que quejarse con Dios de nuestros problemas no es malo (yo mismo decía eso, y luego lo dijo el Papa Panchito dentro de esa semana, y la noche anterior a su muerte yo confirmaba aquello), y que no siempre Dios te va a responder o te dará lo que preguntas o pidas porque Su lógica no es la misma que la nuestra, por eso Su lógica es locura para los hombres. Recordé además que no es bueno estar sordo a lo que Él nos quiere decir.
Quisiera terminar con unas palabras que me decía un amigo chino de los Legionarios de Cristo, de seminarista en Roma, que la muerte nos choca bastante y nos duele, pero que es una puerta para acercarnos más a Él, algo que todo tenemos que enfrentar. Me dijo que podía quejarme con Dios todo lo que quiera, porque es mi amigo y mi Padre, y me entiende porque Él también murió, por tí y por mí. También me deseó que Dios me dé el abrazo que necesito... pero ya lo he recibido, y más de una vez, en la persona de mi amiga.
"Pie Jesu" ("Misa de Réquiem" de Andrew Lloyd Webber)
Sarah Brightman y Paul Miles Kingston.
"Hermanos, deseo que estén bien enterados acerca de los que ya descansan. No deben afligirse como hacen los demás que no tienen esperanza.
¿No creemos que Jesús murió y que resucitó? De la misma manera, pues, Dios hará que Jesús se lleve con él a los que ahora descansan.
Les damos esto como palabra del Señor: nosotros, los que ahora vivimos, si todavía estamos con vida cuando venga el Señor, no tendremos ventaja sobre los que ya han muerto.
Cuando se dé la señal por la voz del arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero resucitarán los que murieron en Cristo.
Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre.
Guarden, pues, estas palabras, y confórtense unos a otros".
¿No creemos que Jesús murió y que resucitó? De la misma manera, pues, Dios hará que Jesús se lleve con él a los que ahora descansan.
Les damos esto como palabra del Señor: nosotros, los que ahora vivimos, si todavía estamos con vida cuando venga el Señor, no tendremos ventaja sobre los que ya han muerto.
Cuando se dé la señal por la voz del arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero resucitarán los que murieron en Cristo.
Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre.
Guarden, pues, estas palabras, y confórtense unos a otros".
(1 Tesalonicenses 4, 13-18).